En el umbral del Viernes de Dolores en el que se abrirán las puertas de esta cárcel donde llevamos cumpliendo condena más de dos años, y donde nos van a doler más que nunca las ausencias, veo inundando los escaparates de nuestra ciudad la nueva edición de La Semana Santa de Antonio Burgos. Y, perdonen ustedes la comparación, pero yo siento que el abrigo de sus páginas es como un refugio antiaéreo para protegernos de esta tristeza que en forma de lluvia se nos estaba instalando en el ánimo. Sí, un refugio (como la Virgen que tanto amaba mi querido Fernando Carrasco) para respirar el denso aire que se disputan el azahar y el incienso sin miedo, que la primavera de Sevilla no hace prisioneros. Azahar e incienso, que no son dos tópicos, perdone usted, son los dos pregoneros más certeros que tiene esta ciudad.
Entre las páginas de esta antología se han quedado “guardados” como los pasos en la Anunciación cuando San Pedro se pone travieso, todos aquellos momentos que durante años Burgos nos ha ido regalando en el huecograbado de su profesión. Esa puntada al dobladillo de la túnica que, con orgullo, tu madre iba dando mientras pensaba que el tiempo era una trampa que le robaba la infancia de sus hijos. O esos zapatos de tacón que por fin pudiste estrenar para cruzar la frontera de la juventud donde te esperaba el que sería el padre de tus hijos, el abuelo de tus nietos, el amor de tu vida, mientras la Virgen de Montserrat dibujaba en el cielo color “mar profundo” del Viernes Santo la crestería de tu fe. O la oscuridad íntima y catártica que buscabas detrás de tu antifaz morado muy cerquita de tu Virgen de la Encarnación, cuando la Calzá se convierte en la Gloria.
La Semana Santa de Antonio Burgos ha sido, es y será el botiquín de primeros auxilios de los exilios interiores que los sevillanos padecemos en muchas ocasiones. La tabla de salvación de muchos “erasmus” que se han alimentado de sus recuadros desde los rincones más recónditos de este mundo, y es que no solo de YouTube vive el cofrade. Cuántos ejemplares de este libro han viajado en las maletas de los vuelos low cost de nuestros hijos…
Y hoy, a puertas de lo que usted y yo sabemos, la nueva edición de La Semana Santa de Antonio Burgos (que es la suya, la de ellos, la mía…) ilumina las calles de esta ciudad que tanto le ama. Enhorabuena maestro.