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Córdoba

El último adiós a Rafael Campanero, el mito blanquiverde

Emoción a flor de piel en la despedida a Campanero en la Iglesia de San Salvador y Santo Domingo de Silos. Despedida multitudinaria del presidente de honor

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El cordobesismo está de luto. El fallecimiento de Rafael Campanero Guzmán, presidente de honor y socio número 1, ha dejado un vacío enorme en aficionados, jugadores, familiares y amigos. Todo aquel que lo conocía coincide en una cosa: Campanero es el Córdoba CF.

Nacido en Almodóvar del Río en 1926 se tuvo que ganar la vida desde los 13 años trabajando en todo lo que podía, obligado a dejar la escuela tras quedarse sin padre en el desarrollo de la guerra civil. Llegó al antiguo Arcángel, en la década de los 50, para ejercer de delegado del equipo juvenil y terminó convirtiéndose en leyenda blanquiverde. Las condolencias en redes sociales se multiplicaron este domingo.

Presidente en tres etapas diferentes del club de su vida dirigió el timón en Primera División, Segunda B y Tercera, e incluso llegó a ejercer de entrenador. Campanero fue el máximo responsable de los ascensos en Huelva, Valdepeñas y Huesca. Era humilde y trabajador, sencillo y cercano, pero sobre todo era un ejemplo como persona y como cordobesista. Córdoba reconoció su esfuerzo con la Medalla de Oro de la ciudad.

Este lunes, cientos de amigos y conocidos han despedido entre lágrimas su cuerpo en la Iglesia de San Salvador y Santo Domingo de Silos (Iglesia de la Compañía). No habrá otro como Campanero. Él mismo tuvo que hacer frente, en etapas muy complicadas, a las deudas del Córdoba con sus propios ahorros. Tomó decisiones arriesgadas cuando más era necesario y, con ellas, se ganó el respeto, la admiración y el cariño de toda la ciudad.

Campanero ha sido el orgullo de varias generaciones que siempre lo han elogiado como mandatario y como referente en la gestión de un club. Rafael nunca dejó que la popularidad se le subiera a la cabeza. Los pies en el suelo y dedicación absoluta a su Córdoba. Esa era su receta, daba igual la categoría en la que estuviese el equipo.

En su discurso, el presidente de honor siempre pronunciaba la palabra ‘unión’. Campanero sabía que la unión era necesaria para conseguir que el cordobesismo creciera y siguiera con vida. Hoy, su adiós deja un vacío mayúsculo y un legado eterno. Ahora podrá reencontrarse con su esposa, Rosario, y seguirá viendo al Córdoba desde el palco del cielo. Descansa en paz, Rafael.

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