La jefa del partido se vio ratificada en el cargo, que ocupa desde 2000, con el 90,4 por ciento de los votos del millar de delegados reunidos en el congreso de Karlsruhe, por debajo del 95 por ciento alcanzado dos años atrás.
Los diez minutos de ovación que siguieron a su discurso, más la inexistencia de un rival interno capaz de poner en duda su liderazgo, neutralizaron ese ligero descenso en el aprecio de los suyos, en un congreso del que saldrá reforzada con una cúpula más leal a su línea.
Merkel repartió elogios, al partido y a sí misma, como buena gestora en tiempos de crisis, y reivindicó para la CDU los logros de un nuevo “milagro alemán” que “maravilla al mundo”, ya que la primera economía europea va a crecer en torno a un 3,5 por ciento este año.
“Prometimos, en la cúspide de la crisis, sacar Alemania adelante. Hoy Alemania está mejor que casi todos los demás”, proclamó Merkel, para añadir que “el mundo habla de nuevo milagro alemán”.
“En realidad no es un milagro, sino algo que los alemanes, y la CDU, logramos trabajando duro y en la dirección correcta”, afirmó.
Merkel defendió cada uno de sus pasos dados frente a la crisis griega, “que puso en juego la estabilidad del euro y el futuro de Europa”, así como las recetas mantenidas en la cumbre del G20.
“El buen europeo no es siempre el que actúa rápido, sino el que actúa con inteligencia”, sentenció en alusión a las críticas iniciales a su gestión, incluidas de sus socios europeos, en las que llegó a reprocharse a Alemania falta de determinación y lentitud.