Ha terminado por apagarse su voz. Con la muerte de José Luis Garrido Bustamante se va una de las más románticas formas de hacer radio y televisión; la más entrañable narración de la Semana Santa; el modo de escribir sobre Sevilla y sus cosas. Se ha marchado con su túnica del Calvario y la medalla de la ciudad, felizmente recibida el pasado mes de mayo. Ahí es posible que sea la última vez que se escucharon públicamente sus palabras, su creación, su obra.
Con Garrido Bustamante se marcha un clásico del periodismo fundamentalmente radiofónico. De él nos quedan muchas escenas, micrófono en mano, contando en riguroso directo lo que pasaba en el Teatro Lope de Vega, escenario del Pregón de la Semana Santa, o en un balcón de la plaza de la Campana. Su testimonio imagino que anda bien guardado en las cintas Revox de las emisoras de radio por las que pasó y en la hemeroteca de Televisión Española y de las cadenas locales en la que dejó su impronta.
Este nazareno del Calvario se subió al atril del teatro para anunciar la Semana Santa. Y en las retinas y los oídos de todos aún nos resuena aquel “que bien se llevan los pasos andando sobre los pies”. La magia de la poesía, que también la cultivaba con generoso éxito, le llevó aquella mañana del Domingo de Pasión de 1990 a hilvanar un texto con merecidos de aplausos y deleite del respetable.
La forma de contar las cosas de la Semana de Santa de Garrido Bustamante es propia de estudio. Si bien las maneras eran las clásicas de la época que le tocó vivir, sus palabras siempre estaban salpicadas por la actualidad, sin anclarse en pasados caducos por mucho que la dicción proyectara este reflejo. De una actualidad alejada de dimes y diretes, de asuntos que deben siempre ser lavados de puertas para adentro en una corporación. De trifulcas que solo conducen al descrédito de las hermandades. No, Garrido Bustamante no entró nunca en ese juego de conflictos entre “contar” lo que pasa y la “información”. Supo distinguir entre ambas cosas, seguro que quizás por el respeto que tenía hacia todas las hermandades de la ciudad. Por tanto, no es descabellado decir que de él podrían aprender muchos de los que se dedican a la información cofradiera hoy.
Se apaga la voz de Garrido Bustamante y con ella se apaga una época, una forma de contar y hacer las cosas. Una forma de escribir. Si bien ningún tiempo pasado fue mejor, de ese pasado nostálgico siempre quedarán las voces en nuestra memoria de aquellos que nos acompañaron cuando éramos niños: Manolo Bará, Carlos Schlatter, José Manuel del Castillo, Filiberto Mira… Y ahora Garrido Bustamante.
En la gloria imagino que habrá un balcón y unos micrófonos donde todos sigan contando cómo es la Campana del cielo.
Descanse en paz, maestro.