Prólogos es una selección de obras del artista que se nutre de aportaciones de coleccionistas privados, fundaciones y galerías. En su haber tiene numerosas exposiciones, tanto individuales como colectivas, pero sorpresivamente, dada la envergadura artística de Rafael Agredano, ésta es la primera que realiza en solitario en un museo.
¿En qué consiste esta muestra?
–Se trata de una muestra multidisciplinar, donde tienen cabida además de la pintura, la fotografía, la música y el texto. La exposición es una selección de una parte de mi obra, realizada por la comisaria Esther Regueira, que tiene que ver con la memoria. Sólo hay una obra nueva, en la que se intuye la vista del pasado, pero no es una colección de grandes éxitos sino obras extraídas de una manera racional. Hay piezas que en el momento de su creación no eran las más importantes de las series a las que pertenecían pero que el paso del tiempo les ha dado una nueva dimensión convirtiéndolas en protagonistas. Es uno de los aspectos más importantes de esta exposición.
¿Qué ha querido expresar?
–En realidad lo que quise expresar lo hice en el momento de crear cada obra. Ahora ha sido Esther la que ha expresado, a través de su elección. Yo sólo me he limitado a dar el visto bueno.
Háblenos de su vinculación con el mundo editorial
–Al principio de los 80 había dos corrientes muy marcadas, una se anclaba en los conceptos de los 60 y otra buscaba nuevas formas de expresión, llamémosle postmodernista. Yo pertenecía a la segunda. Con un grupo de personas fuimos incubando un germen que culminó con la publicación de la revista Figura en 1983, de la que fui miembro fundador. En principio era una revista de los alumnos de Bellas Artes pero después se independizó y consiguió ayudas de la Junta de Andalucía. Yo no he tenido nunca vocación de escritor pero escribí un artículo en el número cero de la revista y de ahí empezaron a encargarme trabajos para otras publicaciones, que han tenido continuidad, culminando en mi único libro publicado, Titanlux y moralidad, el musical.
¿Cómo ve el panorama actual del arte contemporáneo en Sevilla?
–En Sevilla hay cada vez más gente que lo valora e incluso hay coleccionistas, pero es difícil de entender. Históricamente, si alguien está delante de una obra de arte contemporáneo y no la entiende piensa que es un fraude. Sin embargo, si está delante de una fórmula de física cuántica, que tampoco entiende, no culpa a su autor sino a él mismo por no entenderla. Pero eso está cambiando, se acerca a los escolares a los museos y se educa desde la base.
¿Qué le falta y qué le sobra al arte en la actualidad?
–Le falta que cada vez más gente lo entienda y lo respete, que no se piense que es un fraude al no entenderlo y pienso que no le sobra absolutamente nada. En otro tiempo sí que le sobraban cosas, como la censura.