Todo el día se había mantenido la incertidumbre. En medio de previsiones meteorológicas inciertas, y para todos los gustos, muchos daban por hecho que la fatalidad haría que terminase lloviendo a primera hora de la noche, pero no eran menos, sin embargo, los que mantenían la esperanza de que no fuese así. Y la Esperanza hizo buenos los pronósticos de estos últimos optimistas, que hacía las ocho y media veían como se hacía esa novedosa llamada a las puertas de Consolación para avisar de que era el momento, de que, pese al pesimismo que había reinado durante toda la jornada, la Cofradía de Penitencia de Nuestro Padre Jesús en la Oración en el Huerto de los Olivos y María Santísima de la Espranza iba a procesionar por las estrechas calles de La Tejuela, en el que es, sin duda, uno de los itinerarios más íntimos y bellos de la Semana Santa de Alcalá la Real.
Salía, entre claros de luna, el paso de Nuestro Padre Jesús, arrancando los primeros vítores del numeroso público arremolinado en torno al Compás. Estaba arrancando, no en vano, en ese preciso instante, la Semana Santa alcalaína, tras la frustrada salida de La Borriquilla en la mañana del Domingo de Ramos. La imagen recordaba a muchos de los presentes aquel pasaje en que Jesús se retirase a orar en el Monte de los Olivos, acompañado de sus discípulos.
Momentos después llegaba el turno para la Virgen de la Esperanza. Esa ardua salida bajo el estrecho pórtico de Consolación fue ejecutada, como de costumbre, de forma magistral por los avezados costaleros, que se felicitaban fraternalmente, sudorosos pero emocionados, tras sacar a la calle a la "Reina de la Tejuela", ante los aplausos de los cientos de alcalaínos allí concentrados.
Desfilaron las blancas túnicas y capas verdes por las calles de este barrio de sabor añejo. Banda, penitentes y mantillas acompañaron a los pasos en su, por momentos, trabajoso itinerario bajo un cielo al fin respetuoso que permitió, un año después, reencontrarse con toda la belleza del Martes Santo alcalaíno.