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La cara y la cruz del derbi

El espectáculo de una emocionante remontada derivó en una serie de extraños acontecimientos con Nosa y Mel protagonistas

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Tres días de resaca para asimilar un derbi que dejó de todo. El Betis salvó un ‘match-ball’ que podría haberle condenado para los restos a pesar de la gran temporada que lleva realizando, pues el fútbol a veces es injusto por naturaleza y tiende a castigar en ocasiones de manera incoherente la ilusión de una afición y un equipo.

No obstante, el cuadro verdiblanco se repuso a un resultado que parecía encaminado al caos absoluto firmando otra mancha histórica para el recuerdo en los anales béticos. Pero el viento tras el fallo de Medel en el primer gol local viró a favor del conjunto de las trece barras y una segunda parte de auténtica locura futbolística y arbitral donde Del Cerro Grande se convirtió en el adalid de los despropósitos en ambos bandos, permitió rubricar una remontada purificadora.

El 3-3, de la forma en la que se produjo, brindó un triunfo moral al Betis que en el universo del balompié es tan importante como la mera proyección en puntos que te otorga en la clasificación.
Fue tras el tercer tanto verdiblanco (el sexto de la noche), cuando se desataron varios sucesos que nada tienen que ver con la compostura y el ejemplo que se les suele pedir a los representantes en el campo de un sentimiento.

Así, Nosa sacó a relucir un par de peinetas no se sabe exactamente a quien o a quienes en concreto que no hacen más que certificar la frustración interior del futbolista nigeriano ante las críticas recibidas a raíz de lo acontecido en el regreso de su país natal unido a su pésimo rendimiento en el terreno de juego. Gesto que al parecer, ha tenido su toque de atención por parte del club. No así de Mel.

Y es que cuando se quiere reprobar un comportamiento, primero hay que demostrar saber perder y ganar. O empatar. Y el técnico bético, imbuido en la vorágine de un estallido de alegría, dedicó otra peineta a la zona de los Biris que las cámaras captaron. El exceso de beticismo le jugó una mala pasada y en vez rectificar en sala de prensa y apechugar con el error, tiró de ingenio para inventarse un destinatario sin nombre ni apellidos con el que justificar su penoso aspaviento.

Mel, preso de la vehemencia en ese instante pospuso sus disculpas para un día después. La presión superó a muchos. Al Betis demasiado.

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