La revista Ínsula rinde homenaje al poeta José Luis Cano, fundador de esta publicación en 1946 junto a Enrique Canito, con un número especial en el que se evoca la trayectoria de este escritor que supo tender puentes durante el franquismo entre los autores del exilio y los que se quedaron en España.
La presentación del número ha congregado esta noche en la Residencia de Estudiantes a varios de los especialistas que participan en esta revista que, como subrayó Fernando Rodríguez Lafuente, director del ABC Cultural, también dio cabida en sus páginas a "la gran literatura hispanoamericana del siglo XX".
José Luis Cano (Algeciras, Cádiz, 1911- Madrid, 1999) vivió la poesía y la literatura "como una de las principales necesidades de su existencia", y esa pasión la reflejó además en la colección Adonais de poesía y el premio de ese mismo nombre, que contribuyeron al descubrimiento de grandes creadores, recordaba Alejandro Sanz.
Amigo de los poetas de la Generación del 27 y biógrafo de Lorca, Antonio Machado y Vicente Aleixandre, Cano fue "un fértil divulgador y crítico vitalizador de las letras españolas en tiempos de complicada lectura", como señala en la revista Francisco Estévez, profesor de la Universidad Carlos III de Madrid.
En un vídeo antiguo proyectado hoy, el propio José Luis Cano explicaba que la revista pretendió desde el principio ser "un puente intelectual entre los escritores del interior y los del exilio", para que "no se rompiera la unidad cultural de España". "Era una isla en medio del desierto cultural" del franquismo.
Ínsula era una revista independiente, y eso permitió que colaboraran en ella escritores de prestigio. La nómina de colaboradores llevó al gobierno franquista a considerarla "peligrosa" y a censurar algunos de los artículos y cuentos que se publicaban en ella.
Entre ellos, mencionaba Cano, censuraron un cuento de Julio Cortázar en el que "una pareja de color ligaba en el metro y luego se iba a un apartamento a hacer el amor" .
Al enterarse de la censura, el novelista argentino le escribió a Cano una carta en la que, siguiéndole el juego al franquismo, se definía como "un escritor inmoral y obsceno" y le prometía al editor de la revista que la próxima vez que un personaje suyo tomara el metro iría "leyendo a San Buenaventura", recordaba Cano en el citado vídeo.
La represión contra la revista culminó en 1955. A raíz de la muerte de Ortega y Gasset, Ínsula le dedicó un número completo al gran filósofo y el gobierno la suspendió por un año.
La bondad y generosidad de Cano fue destacada por los participantes en la presentación, al igual que hizo el escritor Francisco Ayala en la necrológica que escribió en 1999 del poeta gaditano y que recoge el número especial de Ínsula.
"Era un dechado de bondad" y "esa calidad se transfundía a su actividad poética, dando a sus versos una finísima transparencia", decía Ayala, quien "en esta hora desmemoriada, de tantas imposturas desvergonzadas y de tan ingratas omisiones", recordaba que la labor "de alcance civil" llevada a cabo por José Luis Cano merecía un "más cumplido reconocimiento".
Ayala fue uno de los grandes amigos de José Luis Cano, como también lo fue su mujer, la hispanista Carolyn Richmond, quien esta noche evocaba el divertido viaje que hicieron con el fundador de Ínsula, en el verano de 1977, por la provincia de Málaga. "Formábamos un triángulo amistoso, no amoroso".
Si a Carolyn Richmond le dedicó Cano el poema titulado "El botón", Susana Cavallo, profesora de la Loyola University de Chicago, le inspiró varios versos.
Cavallo aseguraba hoy que Cano "era un ser irrepetible. Su talento poético debería explorarse más, y también su perspicacia y su don de profecía como editor, su fina y aguda sensibilidad como crítico literario".