La fotogenia, desde luego, es una de las cualidades básicas de su firma como directora, algo que en su nueva película alcanza niveles exquisitos. Su cine, siempre mimado estéticamente, adquiere un nivel casi orquestal al trasladarse al fascinante Tokio.
“No es el Tokio turista el que he retratado en la película, sino el de los barrios, el que he tomado de inspirarme en el cine de Kore-eda”, explicó ayer en un encuentro con los medios españoles en La Croisette.
Mapa de los sonidos de Tokio capta la geografía emocional difícil de ensamblar, la de una sicaria japonesa, interpretada por Rinko Kikuchi –que prosigue su atípica carrera latina tras trabajar en Babel– y su objetivo profesional: un catalán aislado en su tienda de vinos interpretado por Sergi López.
“Amar a alguien te lleva al sufrimiento casi inevitablemente”, explica Coixet, que encontró la esperanza en una enfermedad terminal en Mi vida sin mí (2003) y aisló el dolor en una plataforma petrolífera en La vida secreta de las palabras (2005).
“De todas maneras, yo no estoy todo el día con mi látigo y siendo sensible bajo la lluvia, en contra de lo que muchos piensan”, aclaró la cineasta, cuyo universo propio divide a los espectadores entre la rápida absorción y la exclusión casi absoluta.
Las huellas del coixetismo se ponen en relieve en esta película a través de una planificación estudiada minuciosamente, de una música que oscila entre lo oriental y lo occidental –con la presencia ineludible de Anthony and the Johnsons– y con varias subtramas que en pocas pinceladas descubren la fascinación de la directora por lo atípico.
Esta pasión llevó a Coixet a enamorarse perdidamente de Tokio, donde estuvo ocho meses. “Es una ciudad bestial, en la que se oyen las voces del pasado y las voces del futuro”, explicó.
Además, Mapa de los sonidos de Tokio es, hasta la fecha, su película con más contenido sexual. “Hay un momento jubilatorio en el sexo que me parece muy hermoso”, afirmó.