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?Revolución? en las siglas pero no en las ideas

La ?revolución? del Partido Autenticidad y Modernidad (PAM), que, con sólo diez meses de vida, ha vencido en las elecciones municipales de Marruecos, supone un vuelco de siglas en el mapa político, pero no tanto de las ideas que se imponen.

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  • Una mujer marroquí vota en el centro electoral de Sidi Moumen de Casablanca el pasado viernes. -
La “revolución” del Partido Autenticidad y Modernidad (PAM), que, con sólo diez meses de vida, ha vencido en las elecciones municipales de Marruecos, supone un vuelco de siglas en el mapa político, pero no tanto de las ideas que se imponen.

El PAM, que se alzó con el 21,7 de las concejalías en juego, está inspirado por el íntimo amigo del rey Mohamed VI Fuad Ali el Himma, lo que hace que muchos lo perciban como una voz autorizada del Palacio Real.

Pero aunque su campaña electoral haya sido rompedora y dinámica, como reconoció el ministro del Interior, Chakib Benmusa, y su mensaje preconice el cambio y la modernidad, lo cierto es que la mayoría de sus candidatos son viejos conocidos de la política marroquí.

“El PAM es una construcción nueva con cosas muy viejas, y ésa es la razón de su éxito”, señaló a Efe Larbi Benothmane, catedrático de Derecho en la universidad Mohamed V de Rabat.

Muchos de los aspirantes que el PAM presentó, sobre todo en los núcleos rurales, donde ha cimentado su victoria, son para este analista “profesionales de las elecciones, que saben manejar el dinero y el folclore para atraer a los votantes”.

De hecho, los candidatos dentro de las filas del PAM que ya ocupaban un cargo público sumaron más de un 10% de las concejalías en las pasadas elecciones municipales de 2003.

El partido de El Himma ha transmitido a lo largo de su campaña un mensaje de regeneración de la vida política, envuelto en una ideología algo ambigua que trasciende la línea divisoria entre izquierda y derecha.

La victoria del PAM ha provocado reacciones encontradas en Marruecos, que van desde quienes la consideran una bofetada en la cara de los anquilosados partidos tradicionales a quienes sospechan que no es más que una versión del Gatopardo marroquí: cambiar todo para que nada cambie.

El portavoz del partido, Salah el Uadi, aseguró a Efe que su éxito se debe, principalmente, al “hastío del electorado” con los partidos tradicionales y la “confianza” que suscita la nueva formación.

Por contra, los más críticos consideran que, en lugar de regenerar la política, su irrupción supone una vuelta a tiempos anteriores, cuando el juego político estaba controlado de cerca por el rey Hasán II.

“Es una regresión a la década de los sesenta o los setenta”, apunta el sociólogo español Bernabé López, que participó como observador internacional en los comicios y es autor del mayor estudio sobre las elecciones en Marruecos desde su independencia.

López recordó que otros partidos inspirados desde Palacio con el objetivo de gobernar, como lo fue la Unión Constitucional, fundada en 1983 por el entonces primer ministro Maati Buabid, acabaron perdiendo fuelle y disipándose en el atomizado tablero político marroquí.

Lo que es innegable es que la aparición del PAM ha puesto patas arriba al país, y sus efectos sobre el gobierno del debilitado primer ministro Abás El Fasi pueden no tardar demasiado.

Su victoria en las municipales le asegura a los seguidores de El Himma el control sobre la Cámara de Consejeros (cámara alta), ya que tres quintos de esta corte son elegidos por los consejos locales.

Dado que la Cámara de Consejeros cuenta en Marruecos con unas atribuciones muy superiores a las que normalmente suelen tener estas asambleas en otros países, la victoria del PAM, que ahora mismo está en la oposición, le concederá una voz más que relevante a la hora de configurar el gobierno.

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