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Negligencia paterna

"Todo menos hacernos cargo de la educación de los hijos y obligarlos, sí obligarlos, con la fuerza de nuestra autoridad paterna"

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Acabo de leer en este periódico, por boca de Saray Soria, nuestra Delegada de Juventud, que los niños arcenses se inician en el consumo de alcohol entre los doce y catorce años. Imagino que ese consumo no será en sus casas, vigilados y asesorados por sus padres, sino que tendrá lugar en los nefastos botellódromos y amparados por la marginalidad y la noche.

Y ante esta  noticia se pregunta uno: ¿Cómo es que hay padres que dejan a sus hijos de doce o catorce años acudir a esos lugares apartados, acechados por todos los peligros? ¿Tan ocupadas están las madres viendo “Sálvame”, o los padres, vitoreando al equipo de sus amores la noche del sábado, para no atender a sus hijos debidamente, obligándoles a estar en casa a una hora temprana? ¿Ven ustedes lógico que una niña o un niño de doce años esté en la calle hasta la madrugada?

He escrito “obligándoles” a conciencia, porque resulta que a los hijos hay que obligarlos, forzarlos. Nada de paños calientes y de darles todos los caprichos para no hacerles daño, para que no sufran. “Quién bien te quiere te hará llorar”, solía decir mi abuela cuando nos negaba algún capricho. Y si seguíamos berreando y llorando, remataba así: Llora, llora, que mientras más se llora menos se mea”.


Hoy no. Hoy los padres, en general hablo, claro está, son más blandos, más irresponsables, y para no causar quebranto a sus chiquillos los dejan hacer lo que les de la gana, fórmula ésta muy útil que utilizan los mayores para hacer también lo que les da la gana. Nada de prohibir nada, no vaya a ser que el niño salga traumatizado. Que la niña, que acaba de cumplir doce años, quiere vestir como una mujer de veinticinco, no vamos a quitarle a la pobre su ilusión. Que quiere salir hasta las dos de la mañana, pues que salga, que se espabile. Y así hasta el infinito y más allá.

Que un día nos traen al  niño borracho, después de pasar por el Ambulatorio, qué le vamos a hacer, la bebida es cosa de hombres, ya aprenderá a beber. Todo menos hacernos cargo de la educación de los hijos y obligarlos, sí obligarlos, con la fuerza de nuestra autoridad paterna.

Malos datos los que revela la Concejal Soria que, por desgracia, no nos extrañan nada viendo la imagen de negligencia e irresponsabilidad que están dando los padres. Hablo, siempre, en general, salvando las honrosas familias que se toman en serio la educación de sus vástagos. A estos, a los que impiden que sus niñas sean mujeres antes de tiempo, o a los que les obligan a llegar a casa a una hora temprana, todos mis respetos porque, en efecto, “quien bien te quiere te hará llorar”. Y lo dicho, si se ponen los niños muy pesados se les remata con aquello que decía mi abuela: “Mientras más llores menos meas”.

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