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Javier Ruibal viaja por un mundo de músicas en el Palacio de Congresos

El cantautor repasó anoche su trayectoria en un concierto acústico e íntimo. Dedicó una canción al artista David Morales.

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  • Javier Ruibal y los integrantes de 'Glazz' -

Javier Ruibal salió al  escenario como cayó la tarde ayer en La Línea: con una naturalidad portentosa y con tonalidades poéticas. Sin más adorno, en apariencia, que lo esencial.

Y es que más de tres décadas extrayendo versos de lo cotidiano y lo divino han vestido al portuense como un juglar del siglo XXI que da forma a sus canciones como el más tradicional de sus orfebres.

Así lo transmitió anoche en el Palacio de Congresos, donde regaló una velada acústica a sus fieles seguidores. No dejó de guiñarles. Dedicó 'La playa de la mulata', un tema ambientado en una playa uruguaya, a un espectador de Montevideo que, lejos de intimidarse, se puso en pie de entre las butacas  y recordó al público que Ruibal cumple años este lunes. 62 exactamente. Más de media vida pegado a una guitarra.

Pero también hubo dedicatorias locales, como al bailaor linense David Morales, con el que ha colaborado. Le brindó 'La rosa azul de Alejandría' y el público le regaló otro aplauso.

El cantautor repasó creaciones suyas de las más recientes a las más longevas. No paró de declarse cómplice con el respetable. Hasta contó algún que otro chiste, mientras reafinaba su guitarra: "-¿Tú eres del club de los nostálgicos? -Sí, pero ya no es lo que era".

Pero también se puso serio: "Con estos gobernantes vamos pa'tras. Cualquier día nos encontramos a Isabel la Católica".

En esta línea recordó otra colaboración con artistas de la zona. En esta ocasión, con el poeta Tito Muñoz, con el que compuso "Los mares del surf". Un tema concebido, parafraseando otro de sus himnos, para evitar "matones en el paraíso", en este 'Hawai andaluz". Fue el himno de la campaña 'Salvemos Valdevaqueros' contra las hormigoneras en este 'Edén del sur'. Se trata de un caso en el que una canción es "una pedrada contra la fachada de la ignominia", como dijo recientemente en una entrevista. Una creación con ondas reivindicativas expansivas que fue alegremente recibida por los presentes.

El cantante siguió desplegando su amplio cancionero de mestizajes. "Flamencamente", con jazz, con sones latinoamericanos, con aromas árabes. Sus composiciones son playas con palmera, dunas en el desierto, y asfalto de Manhattan. Un mundo de ensoñaciones en el que quedarse a vivir.

Al cantautor lo acompañó la banda Glazz, compuesta por Javier Ruibal (hijo), José Recacha y Dani Escortell. Ruibal no cesó de hacerles referencias y compartir protagonismo con ellos. Interpretaron además una canción, ya sin "el jefe" en el escenario, que también fue muy celebrada en las butacas.

Suele decir el portuense en sus conciertos que no todo lo que dicen sus canciones es verdad. "Si los poetas viviéramos todo lo que cantamos nos tendrían que poner mediación y nos dejarían salir muy poco, solo para cantar", recordó.

No en vano, Ruibal es como un antiguo romancero tocado con una gorra moderna. Aunque esto quizá pueda ser mentira. Anoche no llevaba gorra. 

 

 

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