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Silenciar a las mujeres

El vacío afectivo cuando somos niñas y luego mujeres, resulta muy difícil de llenar

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La forma más tradicional de someter a la mujer ha sido condenarla al silencio. Primero apartándola de la vida pública, alejándola de los ámbitos de decisión donde se configura el mundo en el que vive y como rúbrica aislándola para impedirle la comunicación en el plano privado. Condenarnos al silencio ha sido la práctica más utilizada para minar nuestra voluntad ya de por sí dañada por la educación que recibimos, donde se nos enseña a existir en función del varón y a considerar a nuestras iguales competidoras. Los padres suelen condicionar el amor a su hija a los méritos que esta logra en el desarrollo de sus tareas, el fracaso en la perfecta ejecución de lo que se nos pide, nos exime de recibir aprecio alguno, afectando gravemente a nuestra autoestima. El vacío afectivo cuando somos niñas y luego mujeres, resulta muy difícil de llenar, se nos convierte en nuestros propios jueces y verdugos, si no se nos quiere es porque no lo merecemos, porque somos defectuosas. Este sofisticado sistema recibe el último espaldarazo con la religión, el amor divino queda subordinado a nuestras obras. Debemos estar siempre esforzándonos para ganarnos sus premios, porque todo mal acontecer que nos venga será un castigo que nos cargará con la pesada cadena de las culpas. Mantener en silencio este perverso juego psicológico, convenciéndonos de que no tenemos que airear nuestras debilidades, mantenerlo en privado, enferma, destruye y causa la muerte a las mujeres.

Colocar todos los verbos de esta disertación en pasado hubiera sido una solución fácil pero no cierta, su actualidad la gritan demasiado a menudo las páginas de los diarios, la llaman violencia de género. Esta patología del silencio femenino está aún por curarse en todos los ámbitos, lamentablemente se niega su gravedad e incluso su existencia. Ahora estamos ocupados por el desafío independentista, desde 2008 está pospuesta por la crisis que no ha hecho sino agravarla. Cada paso adelante del siglo veinte que auguraba que el veintiuno sería el de la redención femenina se ha convertido en un fiasco. La vulnerabilidad de nuestras jóvenes es evidente, las redes sociales la hacen transparente. Hoy que parece que se proclama todo se sigue callando demasiado. Oír hablar sobre sexualidad a las mujeres se interpreta como un símbolo de la libertad femenina y es un tremendo engaño. Los modelos sobre prácticas sexuales están terriblemente mediatizados a través de la telerrealidad y los best-sellers. Se les está diciendo cómo deben comportarse en este ámbito y lo que se les dice es que deben encontrar el placer en la sumisión. No son cincuenta, son miles las sombras que se están arrojando sobre las prácticas sexuales femeninas.  

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