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Cádiz

“Se tiene que pudrir en la cárcel, que no vuelva a ver la luz del día”

Habla la madre de uno de los menores víctimas de abusos sexuales a manos de D.P.M. expresidente de una peña de Carnaval de Cádiz condenado a 34 ños de cárcel

Andaluc�a Informaci�nPublicidad AiPublicidad AiPublicidad AiPublicidad Ai
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  • La calle donde estaba la peña. -
  • En la actualidad el menor aún recibe apoyo psicológico con carácter habitual para superar las secuelas derivadas de haber sufrido estos abusos
  • Un día llegó con un teléfono móvil. Se lo había regalado el acusado
  • El tribunal ha dictado una sentencia de conformidad después de que el acusado reconociera los hechos y le ha condenado a 34 años y 10 meses de prisión

Días atrás se hizo público que la Sección Cuarta de la Audiencia Provincial de Cádiz condenaba a 34 años y 10 meses de cárcel y al pago de una indemnización total de 150.000 euros a un hombre acusado de abusar sexualmente de cuatro menores de edad. Se trata de un autor y director de comparsas infantiles del Carnaval de Cádiz.

Era un niño alegre… luego cada vez estaba más nervioso, intranquilo, incluso se volvió más agresivo

El acusado D. P.M. presidía una peña de Carnaval en la barrio de La Viña en la que ensayaban menores, “por lo que se acercaba a ellos, sirviéndose de tal afición, al tiempo que les hacía regalos y los llevaba comer, a comprar, a divertirse en la bolera de El Puerto, a las atracciones en Chiclana, e incluso a Eurodisney”, todo ello “con la finalidad de darse satisfacción sexual” tras “ganarse su confianza”.

Las aberraciones cometidas por el ya condenado han causado una gran alarma social e indignación generalizada. La desconfianza se ha instalado en muchos hogares y son muchos los vecinos de la Viña que siguen estupefactos ante la posibilidad de que algo tan terrible ocurriese bajo sus propias ventanas.
“Se tiene que pudrir en la cárcel… no quiero que vuelva a ver la luz del día”, comenta a este medio la madre de uno de los menores víctimas de abusos por parte de D. P. M.

Vive atormentada, sumida en una impotencia que va desde la rabia hasta ese extraño sentimiento, totalmente injustificado, de culpa que tantas veces se instala en las víctimas. “A mí me ha creado una gran impotencia, una desconfianza como madre que a día de hoy no he podido superar. Ahora desconfío mucho más de las personas” y “todos los días me pregunto ¿cómo no pude ver lo que le estaba pasando a mi hijo?”. Pero la culpa recae en su totalidad en esa persona ya condenada por la justicia que destrozó a varias familias por el mero objeto de satisfacer sus instintos libidinosos.

La afición al Carnaval, tan arraigada en Cádiz, fue la razón por la que “mi hijo comenzara a acudir a la peña. Lo hizo de la mano de un familiar, también aficionado”.

Nada hacía sospechar sobre el director de comparsas infantiles. “Era una persona muy conocida en el barrio. Sin embargo, en mi caso, empecé a conocerlo a raíz de que mi hijo comenzase a acudir a la peña. Fueron unos nueve meses hasta que sentí que estaba pasando algo”, relata la madre, cuyo nombre mantendremos en el anonimato para proteger al menor.

Entre las sospechas, también comenzaron a surgir rumores sobre lo que ocurría en la peña. “Recuerdo que le comenté a su padre que no quería que nuestro hijo siguiese yendo a ensayar… ya llevaba nueve meses y lo que me generó desconfianza es que el carácter de mi hijo comenzó a cambiar”.

Para que no ocurra más

Una de las razones por la que esta mujer ha querido relatar su amarga experiencia no es otra que ayudar a evitar otros casos de abusos a menores. “El comportamiento de mi hijo cambió”, explica. “Era un niño alegre… luego cada vez estaba más nervioso, intranquilo, incluso se volvió más agresivo”… Otra señal de alarma es que “apenas podía dormir y comenzó a orinarse en la cama”.

Le preguntaba a su hijo pero “no me contó nada”. Un día llegó con un teléfono móvil. Se lo había regalado el acusado. “Me indigné muchísimo. No lo veía normal. Cogí el teléfono y se lo llevé a D. P. y le dije que no era nadie para regalarle un móvil a mi hijo sin mi consentimiento”. La pesadilla, de la que aún es presa esta familia, se estaba haciendo realidad.

A los nueve meses dejó de ir a la peña. “Cada vez que pasábamos por la puerta, se asustaba y se escondía. Todo lo contrario que al principio, cuando iba con alegría y disfrutaba con los otros niños que allí había”.

La madre comenzó a indagar por su cuenta. “Hablé con los vecinos del barrio para saber si eran cierto los rumores. Me decían que eso se sabía y que tarde o temprano iba a pasar”.

El día de la detención

Y llegó el día en que detuvieron al director de la comparsa infantil. “Pero mi hijo no me contó nada hasta que pasaron varios meses de la detención. Durante ese tiempo le insistí, le decía que ese hombre había hecho algo que no era bueno, ni normal y por eso lo iban a castigar”.

“Cuando comenzó a comentarme lo que le había pasado, interpuse una denuncia”. Los agentes, al llegar esta madre, ya conocían parte de los hechos porque “mi hijo aparecía en algunas de las fotos” halladas en el piso del acusado. Pusieron a su disposición un equipo de psicólogas. “Le hicieron un estudio a mi hijo y supieron que decía la verdad”.

En la actualidad el menor aún recibe apoyo psicológico con carácter habitual para superar las secuelas derivadas de haber sufrido estos abusos. En este caso concreto, no hubo penetración, pero sí otro tipo de abusos como tocamientos y otras aberraciones.

La madre insiste. “Pienso sinceramente que se tiene pudrir en la cárcel, que no vea más la luz del sol. Quiero que lo borren de la historia del Carnaval de Cádiz, no quiero que solo pongan lo bueno de este bueno, quiero que pongan quién es realmente, y si no que lo borren directamente”.
Para concluir, señala que “solo quiero decir que no pararé hasta conseguirlo, porque como madre de una de las víctimas no voy a consentir que a este señor se le trate como si no hubiera hecho nada. Lo que ha hecho es muy grave y ha destrozado la vida a varias familias”.

El auto

El tribunal ha dictado una sentencia de conformidad después de que el acusado reconociera los hechos y le ha condenado a 34 años y 10 meses de prisión por dos delitos continuados de abuso sexual con penetración, dos delitos continuados de abuso sexual sin penetración y dos delitos continuados de exhibicionismo.

La Audiencia establece 18 años como límite máximo de cumplimiento de las penas privativas de libertad conforme a la limitación de acumulación de penas que establece el artículo 76 del Código Penal.

Según recoge la sentencia, el acusado D.P.M. les hacía regalos a los menores.A uno de los menores le compró una PlayStation al tiempo que actuaba con él como si fuese un padre-amigo. Luego lo llevó a su casa donde le hacía fotos desnudo, le instaba a masturbarle, etc.

Con otro menor utilizó la misma técnica para ganarse su confianza. El acusado se había se llevado en varias ocasiones a los dos menores a su casa y entre otras aberraciones, se habría masturbado delante de ellos y le habría enseñado vídeos de otros menores “efectuando actos de carácter sexual”. Estas relaciones comenzaron en 2011.

Ya en 2014, el acusado conoció a otro menor, y tras ir a la bolera y a la piscina, lo llevó a la peña cuando no había nadie y lo convenció “para que se desnudara a fin de hacerle fotos” y también algunas prácticas sexuales. Le tocaba “como si de broma se tratase, por encima de la ropa… aparentando un trato normal y cariñoso… creando gran malestar en el menor”.

En 2014 también se acercó a otro menor que frecuentaba la peña “y en más de cuatro ocasiones" hubo tocamientos, incluso entró en el cuarto de baño aprovechando que el menor estaba dentro para satisfacer sus instintos libidinosos.Las fotos de estos encuentros fueron “subidas por el acusado a su ordenador y  a su móvil”.

También le fue confiscada una videocámara y un disco duro. En esos aparatos electrónicos tenía vídeos de pornografía infantil descargados y compartidos….  El acusado intentó destruir estas pruebas.

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