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Todo está ferpecto

Pedro Sánchez, malabarista

El presidente actúa como si estuviera haciendo girar una docena de platos chinos; un traspiés y se harán añicos. Lo malo es que la vajilla la pagamos todos

Publicado: 08/02/2020 ·
21:06
· Actualizado: 12/02/2020 · 22:31
  • Pedro Sánchez y Torra. -
Autor

Daniel Barea

Yo soy curioso hasta decir basta. Mantengo el tipo gracias a una estricta dieta a base de letras

Todo está ferpecto

Blog con artículos una mijita más largos que un tuit, pero entretenidos. Si no se lo parece, dígamelo con un correo

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Es imposible determinar si Pedro Sánchez improvisa o tiene un plan casi en cualquier faceta de su recién estrenado Gobierno. No solo por los antecedentes. De principios mudables, el presidente perdía el sueño con solo pensar en pactar con Unidas Podemos y ahora se abraza a Pablo Iglesias; negó tajantemente que fuera apactara con el independentismo y ahí lo tienen, en Moncloa gracias a Rufiián y Otegi. Bastan dos ejemplos para evidenciar la dificultad de definir a Pedro Sánchez como antipopulista y constitucionalista o lo contrario, porque lo ha sido todo (y hasta a la vez) en un corto espacio de tiempo.

Pero los bandazos en política exterior generan especial confusión. En un mundo globalizado y acelerado, con tensiones entre bloques que no se sentían desde la Guerra Fría, las decisiones que toma Pedro Sánchez pueden resultar incendiarias. Hoy tenemos un Gobierno que ha abandonado a Venezuela a su suerte, dándole oxígeno al tirano con José Luis Rodríguez Zapatero de gira, llevándole a la vicepresidenta Delcy Rodríguez recuerdos del ministro Ábalos. Sugiere ABC que todo es por el petróleo. Coincide la llegada de Pedro Sánchez al poder con que se hayan disparado las exportaciones de crudo. Algo que, si fuera de esta manera, solo podría ser tachado de deleznable. El país caribeño sufre el mayor éxodo de la historia, es uno de los más inseguros del mundo por su índice de criminalidad, sus ciudadanos pasan hambre, están privados de la libertad y han depositado todas sus esperanzas en Juan Guaidó, a quien Pedro Sánchez no quiere ni ver.

Hoy también tenemos a un Gobierno que amenaza a EEUU con la Base de Rota y que ha quedado fuera de la órbita del eje franco-alemán porque el presidente Macron se fía más de Polonia.  A falta de que la nueva ministra comparezca en el Congreso para desgranar las líneas generales de su departamento en este arranque de legislatura, y con muchas explicaciones que dar sobre todos estos asuntos, la sensación es que Pedro Sánchez juega con fuego sin que quede muy claro para qué. En el caso de Venezuela y la Unión Europea, desde luego. Con respecto a EEUU parece que solo es una jugada para presionar por la guerra de aranceles, que afecta especialmente al sector agrario. Pero estas maniobras se hacen solo si tienes el respaldo de tus socios europeos. Y no parece que Pedro Sánchez sea el chico más popular del club.

El líder socialista actúa como un malabarista con uno, dos, tres, hasta una docena de platos chinos, que trata de hacer girar sobre unos palillos todo el rato pero corre el riesgo serio de que no llegue a alguno. No solo en el plano exterior. En el ámbito doméstico tiene demasiados frentes abiertos. Parece que controla el caos de Cataluña y ha desviado el tiro del cabreo generalizado del campo a los grandes supermercados (discurso que sienta como un guante a la izquierda populista y anticapitalista), el PP sigue noqueado, y echa mano de Vox cuando hay que incendiar el debate (estrategia que le viene de miedo para centrar su proyecto en el espectro político). Pero un traspiés y todos los platos acabarán hechos añicos. El problema es que la vajilla la pagaremos nosotros. Todos.

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