La crisis sanitaria está sacando a la luz un sinfín de iniciativas solidarias de la sociedad civil, como la del proyecto "Bokatas", en el que un bocadillo y unas latas de conservas sirven de "excusa" para ofrecer unos minutos de acompañamiento a quienes no tienen un hogar donde confinarse.
"Bokatas" nace en 1996 en la parroquia de los Sagrados Corazones de Madrid, cuando un grupo de seis voluntarios decide acercarse a las personas sin hogar para ofrecerles café y bocadillos, y se expande a Valencia en 2014 y a Zaragoza en 2015.
Pedro Casanova tiene 22 años, es estudiante, como la mayoría de los voluntarios de esta ONG, y es ahora el coordinador de Bokatas en Zaragoza.
Explica a EFE que actualmente contaban con cerca de un centenar de voluntarios en la ciudad, pero que ahora han decidido que en las ocho rutas que realizan en la capital aragonesa solo salgan seis personas, conscientes de que son un "peligro" para unas personas que se pasan prácticamente todo el día aisladas y que habitualmente padecen diversas patologías que las convierten en población de riesgo ante el coronavirus.
Pese a que el Ayuntamiento de Zaragoza ha habilitado diversos espacios para cobijar a los "sin techo", Casanova asegura que en la última ruta comprobaron que al menos 52 personas siguen viviendo en la calle y está seguro de que hay "muchas más" que se les escapan.
Por seguridad, ahora solo recorren sus rutas los martes y los viernes y se centran en la pura asistencia: preguntar si tienen síntomas de la COVID-19, si se encuentran bien y les reparten bolsas de alimentos con las que al menos puedan asegurarse varias cenas, ya que para las comidas hay disponibles otros recursos.
No dan a basto, confiesa Casanova, que alerta también de que la situación de estas personas se está agravando estos días, dado que antes contaban con bares cercanos o vecinos que les ofrecían comida y ahora no tienen "prácticamente nada".
Les urgen también, y así se lo han planteado al Ayuntamiento, baños y duchas, porque hay gente que lleva semanas sin poder asearse ni acceder a un baño.
La mitad de lo que reparten son donaciones, que guarda ahora en su casa porque el local de la organización está cerrado, y el resto lo compran los voluntarios.
Un día de ruta comienza sobre las 19 horas, cuando llenan dos o tres carros de alimentos que posteriormente llevan a su garaje, donde preparan las bolsas.
Estas bolsas suelen consistir en tres o cuatro paquetes de jamón, dos o tres latas de atún, otra de mejillones, sardinas o conservas, agua, leche, zumo, galletas, chocolate y bollos. Procurando que esté todo envasado para que nadie toque los alimentos y utilizando guantes y mascarillas en todo el proceso para que el contacto sea el mínimo posible, relata.
Aprovechan la última hora del día ya que es el momento en el que pueden encontrar a estas personas en los lugares donde suelen pasar la noche y muchas rutas pueden acabar hasta a las 2 de la madrugada, afirma.
Pedro Casanova señala que se puede colaborar bajando comida a estas personas, pero siempre teniendo "mucho cuidado" y siendo consciente de que se trata de personas "muy vulnerables".
Además, piden ayuda económica para poder mantener las rutas, que tienen un gasto "muy elevado", a través de su página web: www.bokatas.org.
Por su parte, Pepe Fernández, que sufrió en sus propias carnes el "sinhogarismo", colabora con el Colectivo Dignidad, formada por unas 15 personas que están o han estado en situación de pobreza o riesgo de exclusión social tratan de dar una visión en primera persona de este fenómeno y de ser agentes de transformación social "a través del empoderamiento y la participación".
"Que se nos tenga en cuenta a nosotros, que somos los verdaderos expertos y no los que toman las decisiones", remacha a EFE.
Destaca las iniciativas vecinales que se están llevando a cabo en su barrio, El Gancho, donde estas situaciones de exclusión social están a la orden del día.
Así, en este barrio del casco histórico zaragozano se ha abierto una cuenta para llegar allá donde los servicios sociales no lo hacen y ayudar a las personas más vulnerables, llevar la compra a personas mayores, enfermos o facilitar wifi gratuita a familias con niños que no pueden seguir la escuela online al no disponer de acceso a internet.
Pepe Fernández trata de visibilizar esta problemática con los medios que tiene, en su caso con el programa radiofónico "Con la casa en la mochila", que se emite en la emisora autogestionada Radio Topo y en el que participan personas sin hogar o de "techo precario".
Cree que la prensa se hizo eco la primera semana de estado de alarma de la situación de las personas sin hogar, pero que luego el flujo de información ha bajado.
Recalca sobre todo que la tipología de las personas sin hogar o en exclusión social es muy amplia y que en su círculo conoce a gente "muy preparada" como una médica, un antropólogo o un director comercial que están en esta situación, por lo que "no está nadie libre de caer".
España
Bocatas solidarios alimentan y acompañan a quienes viven en la calle
Para ofrecer unos minutos de acompañamiento a quienes no tienen un hogar donde confinarse
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