Clara Caballero de las Olivas Díaz tiene 29 años y es sanluqueña. Estudió Medicina en la Universidad de Cádiz, opositó para el examen MIR de 2016 y este año ha finalizado la especialidad en Psiquiatría en el Hospital de Puerto Real. Actualmente trabaja como médico psiquiatra y lo compagina con el fútbol Sala. Siempre se recuerda con un balón en los pies. Leer y escribir son otras de sus aficiones.
El Luci es un equipo, pocas palabras tienen una definición que me guste más que esa¿Cuántos años llevas practicando el fútbol sala y cuántos de los mismos ligada al Club Deportivo Belcón Luci Feri Fanum?
—He jugado al futbol desde que tengo uso de memoria. De forma oficial, si no me fallan las cuentas, llevo federada 19 años. Comencé mi andadura en el fútbol sala femenino cuando aún estaba en el colegio, si no recuerdo mal, con unos 10 años de edad. En aquellos momentos no existían las categorías base, por lo que todas las mujeres competían en la misma categoría, que hoy correspondería con la senior. Tampoco existía el Luci, por lo que comencé jugando en Chipiona, el primer año en el Salmedina y el segundo en el Cantera Chipionero. Recuerdo que fueron años complicados, tenía muchas ganas de jugar pero las oportunidades fueron pocas. Entiendo que la diferencia de edad y experiencia fuera un hándicap, pero es algo a lo que terminé por acostumbrarme. La idea de crear un club en Sanlúcar fue de mi padre, Ramón Caballero de las Olivas Cantos, al que siento que muchas chicas de Sanlúcar, entre las que me incluyo, le debemos gran parte de nuestra trayectoria y un agradecimiento eterno. El germen del proyecto partió de su experiencia como docente, Vicedirector y posteriormente Jefe de Estudios del IES Francisco Pacheco, dónde siempre organizó liguillas en los recreos, además de las ‘Olimpiadas’ que enfrentaban en diferentes deportes a chicos y chicas de los distintos Institutos de Sanlúcar de Barrameda. Poco a poco, fue dándose cuenta de que había muchas chicas cuya afición era el fútbol sala. Él fue mi primer entrenador, no solo en casa, donde nunca me dejó ganarle un partido, sino también formando posteriormente un equipo con los niños de mi Barriada. Competíamos en los juegos Municipales, donde las competiciones eran mixtas. En un partido de dicha competición fue donde coincidimos con el equipo femenino de futbol sala de Chipiona, a partir del cual di el salto a los partidos femeninos. Durante esos años, mi padre nos llevaba a entrenar a algunas compañeras del Instituto y a mí a los equipos que he mencionado anteriormente. Pienso que en su cabeza debió encenderse una bombilla al atar los cabos de que en nuestra ciudad existían muchas niñas interesadas en jugar y que aún no había ningún club que acogiera su entusiasmo. Eso y su entrega. Él lo hizo posible, sembró la semilla, muchos se unieron después a su causa, además de una cantidad desorbitada de jugadoras desde el primer año. Personalmente, llevo ligada al Club Deportivo Belcón Luci Feri Fanum desde su creación. En sus filas, he disputado todas y cada una de las temporadas que ha competido en la Liga Senior. Competí en el FSF Guadalcacín, algo más de una temporada y media cuando el equipo sanluqueño se convirtió en su filial. En resumidas cuentas, el Luci es el equipo de mi vida.
¿Cuáles son las categorías que has conocido?
—A lo largo de los años que llevo practicando este deporte he tenido la suerte de poder jugar en todas las categorías, desde la Liga Provincial de Cádiz (actualmente denominada Segunda Andaluza), pasando por la Liga Andaluza (ahora Primera Andaluza), Segunda División Española (o División de Plata) hasta Primera División Española (o División de Honor). Cuando el Luci se creó empezamos desde abajo. La Liga Provincial de Cádiz hace tantos años, era una liga muy competida, con más de 15 equipos, muchos de ellos de la Sierra, algo que ahora es imposible ver. Recuerdo disfrutar mucho de esos años, aprender a marchas forzadas y crecer inmensamente. Son muchas las compañeras con las que he tenido el orgullo de compartir escudo, algunas de las cuales ya han colgado las botas. En pocos años, tras unos durísimos play off que nos truncaron el ascenso en más de una ocasión, dimos el salto. La Liga Andaluza para mí es de la que mejores recuerdos guardo, justo a la que hemos vuelto a ascender este año, así que la ilusión es inmensa. Creo que es la competición en la que mayor número de años hemos competido, llegando a ganarla en dos ocasiones, una de ellas cuando estaba conformada por un solo grupo y otro cuando estaba dividida en Andalucía Occidental y Oriental. Ascendimos a Segunda Nacional y pudimos disfrutar de ella un solo año, por diversas circunstancias, nos quedamos muy pocas jugadoras ese año y no pudimos evitar el descenso. Pero fue una maravilla de año, de los que más risas recuerdo. Formando parte del FSF Guadalcacín, del que nos hicimos filial, ganamos la Segunda Nacional y los play off de ascenso, por lo que pude competir en Primera División Nacional.
¿Cómo has podido compaginar siempre el fútbol sala y los estudios?
—Ha sido una tarea complicada. El Instituto fue una buena época, solo tenía que organizarme bien y nunca tuve problemas para entrenar o para los partidos. La responsabilidad fue aumentando a medida que subió el nivel académico. Estudiar Medicina fue arduo, pasaba muchas horas en clase, los horarios eran casi imposibles de entender y me era mucho más complicado entrenar, pero al final siempre lo lograba con esfuerzo y sacrificio. Mis compañeras siempre fueron comprensivas y me apoyaban. Muchas veces el fútbol era mi válvula de escape, mi balón de oxígeno, nunca mejor dicho. Sí que es verdad que vi muy reducido el tiempo para otro ocio que no fuera el deporte, pero bueno, fue mi elección. Hoy en día no me arrepiento de haber hecho todo lo posible por poder seguir jugando. Los años de residencia también fueron complicados, sobre todo los dos primeros, en los que competí en Segunda y Primera Nacional. Compaginar el trabajo diario, el estudio para especializarme, las guardias, los entrenamientos cada vez más exigentes y los partidos con sus consecuentes viajes largos en autobús, fue bastante complejo. Diría que agotador. Me hizo plantearme abandonarlo, incluso lo hice durante unos meses, pero me sentía rara, como si algo me faltara. Así que decidí continuar jugando pero hacerlo en una categoría que no me supusiera tanto gasto de energía, tanto física como mental. Volver a mi equipo, al filial, fue un bálsamo curativo para mí, recuperé las ganas y la ilusión que habían quedado aplastadas los últimos años por la competitividad y la exigencia. Aun así sigue siendo complejo compaginarlo todo, hago lo que puedo, tengo que pedir muchos favores para los cambios de guardia cuando me coinciden con un partido o para poder salir un poco antes para poder entrenar o competir. Lo cierto es que como trabajo ahora mismo como Psiquiatra en el mismo Servicio Hospitalario en el que me formé siempre me ponen muchas facilidades. Sin ir más lejos, los Play Off de este año los pude disputar porque una Psiquiatra, que había sido mi tutora durante la residencia, me hizo el favor de cambiarme la guardia que justo tenía ese 17 de julio. ¡Imaginad!
¿Podrías contarnos alguno de los momentos más felices de tu trayectoria y tristes también?
—De momentos felices podría hacer un álbum y me faltarían páginas. Por supuesto algunas de ellas estarían llenas de victorias inesperadas, de ascensos o de partidos para el recuerdo. Pero la mayoría estarían llenas de risas, de entrenamientos de los que hacen piña y de meteduras de pata de las que no nos quedó más remedio que tomárnoslas con humor. Ahora con perspectiva puedo ver que al final lo más importante es disfrutar de lo que haces y con quién lo haces. Los primeros años fueron muy felices y después destacaría los dos años que jugamos en la Liga Andaluza cuando estaba dividida en Occidental y Oriental, ahí teníamos un equipazo, dentro y fuera del campo. Los momentos tristes, como en la vida, tampoco han faltado. En concreto en mi trayectoria personal destacaría tres de ellos. Por dar un orden cronológico, el primero fue cuando nuestro club se rompió. Fueron momentos durísimos. A partir de un equipo se creó otro en la misma localidad. La discordia es una mala amiga a la que alimentar y en aquellos momentos abrumaba. Pasaron muchas cosas ese año, tengo mi opinión personal al respecto, pero también creo que guardar rencor carece de sentido. Vimos muy mermadas nuestras fuerzas ese año que justo habíamos ascendido a Segunda Nacional, viajamos por la mitad de España en ocasiones con el quinteto inicial, sufrimos y descendimos, pero al final, y como rasgo que siempre ha caracterizado a nuestro equipo, optamos por la resiliencia. El segundo, el más doloroso, ocurrió poco después de finalizar justo esa temporada con el fallecimiento de María Martín, que pese a haber luchado contra una compleja enfermedad, nos acompañó en cada aventura durante ese año. El último golpe de su enfermedad fue un shock para todas. Esté donde esté siempre la llevaremos con nosotras. Y el tercero, lo viví los últimos meses, en el FSF Guadalcacín, al sentirme tan desbordada como para abandonar lo que siempre amé. Aunque estoy muy agradecida. La experiencia me sirvió para aprender muchísimo, además de ver las cosas desde otro prisma, tomar fuerzas y plantearme qué objetivos me hacían más ilusión.
¿Te respetaron las lesiones en tu trayectoria?
—Lo cierto es que no puedo quejarme (y toco madera). Si tuve hace años, casi al inicio de mi andadura, una vasculitis en el dedo gordo del pie izquierdo, que me provocaba unos dolores muy intensos y que en alguna ocasión me hizo llorar en el campo, porque parar no estaba entre las opciones que me planteaba. Luego no he tenido lesiones de gravedad, solo esguinces de primer o segundo grado en tobillos o rodillas, pero no me han supuesto perderme muchos partidos en absoluto. Lo que si he notado, con el paso de los años, es que necesito cuidarme más para no hacerme daño. De pequeña odiaba calentar o estirar y comía muchas porquerías, ahora sé que para no lesionarme y tener mi mejor rendimiento tengo que hacer las cosas mejor. Como sano (comida real), bebo bastante agua, estiro y caliento bien, hago musculación y Pilates…en definitiva, intento cuidar mi cuerpo.
¿Qué piensas de las jóvenes promesas que vienen empujando desde abajo?
—¡Estoy encantada! Es una maravilla. Cuando yo empecé a jugar de pequeña lo tuve que hacer en equipos mixtos, y como he contado cuando empecé a competir lo hacía con jugadoras que podían sacarme hasta 30 años (no exagero) y ahora en nuestro club hay una cantera prodigiosa. Niñas de todas las edades, he visto a las más pequeñas entrenar y me parece que el balón es más grande que ellas. Me encanta, es verdaderamente ilusionante que en estos años el fútbol sala femenino haya ido creciendo tanto, que se hayan creado categorías y selecciones desde la base. Me parece algo primordial si queremos que el deporte femenino tenga la importancia que debería. Y al hilo de esta pregunta, aún a riesgo de parecer una abuela (ya os he confesado que solo tengo 29 años), en el momento actual, además de con compañeras veteranas como yo, comparto cancha con jugadoras que no habían nacido cuando el club se fundó. Jugadoras que como yo han crecido con el escudo del Luci en el pecho, niñas a las que he visto aprender con la camiseta que compartimos. Ese es uno de los mayores orgullos para mí. Porque además de una calidad inmensa, tienen los valores que considero más importantes; el coraje, el sacrificio y el compañerismo.
¿Hasta cuándo te ves con fuerzas para seguir jugando?
—No sabría decir a ciencia cierta. La verdad es que ya estoy algo cansada por todo lo que os he comentado antes. Muchos años compaginando mi vida (familiar, social y laboral) con el fútbol sala. Pero también se me hace difícil imaginarme soltando esta parte de mí. En el club se retiraron muchas de las compañeras con las que inicié esta aventura y algunas que se fueron incorporando en el camino, la mayor con 50 años, pero yo no sé si me veo aguantando tanto. Alguna de mis compañeras veteranas apuesto que sí. Supongo que lo dejaré cuando compaginarlo todo se me haga imposible y sienta que he dado todo lo que tenía a mi equipo.
¿Cómo pasaste el confinamiento? Imaginamos que con muchas precauciones por tu situación laboral.
—El tiempo que duró el estado de alarma fue duro, pero lo cierto es que no menos que la situación que estamos viviendo ahora. Durante el confinamiento estuve de casa al trabajo y a la inversa. Dediqué tiempo a estudiar y hacer algunas formaciones online, además de deporte, que siempre realizaba en el salón de mi casa. Y por supuesto, Skype con la familia. Trabajar, con la incertidumbre acerca de las características del virus o de lo que podemos esperar de él, es algo angustiante. Para todos. Antes y ahora. No ha cambiado mucho. Más y más incertidumbre. E improvisación, de eso también se ha tirado mucho en estos meses. Las precauciones no están nunca demás y menos al trabajar en el ámbito sanitario. Pero es algo que todos deberíamos cumplir si queremos contribuir a controlar la situación, que en el momento actual dista bastante de estarlo. Desde mi perspectiva, dedicada a la Salud Mental en el ámbito laboral, nuestra posición ante la pandemia ha sido de segunda fila en primera instancia. Hemos visto como los Intensivistas, Internistas, Médicos de Atención Primaria y el personal de las Urgencias se dejaba la piel en la primera ola y lo está volviendo a hacer ahora. A pesar de no contar con medidas suficientes de protección, estar desbordados y colapsados. No hemos podido hacer otra cosa que estar a disposición, creándose en nuestra UGC de Salud Mental un programa de apoyo para profesionales y también para enfermos y familiares afectados por el Covid. En el momento actual, los Servicios de Salud Mental, por todo lo que ha implicado e implica la Pandemia por Covid, si estamos en primera fila y también tememos el colapso.
Después de ganar en los Play Off, al finalizar el confinamiento, ¿Qué objetivos debe marcarse el equipo en la Primera Andaluza?
—Lo cierto es que no sabemos muy bien qué esperar de esta Liga. Hace años que no la disputamos y no conocemos a la mayor parte de los equipos inscritos, por lo que el nivel es una incógnita. Al igual que hicimos en los Play Off, a mi parecer, el objetivo principal pasa por plantar cara con humildad y trabajo. Empezar con la permanencia y luego quién sabe.
¿Y los objetivos a nivel personal?
—Es una pregunta que no sabría responder. Con el tiempo me he dado cuenta de que un jugador es tan grande como lo es su equipo, así que no me planteo nada que no pase por un objetivo común.
¿Podrías decirnos cuál es la clave de marcar tantos goles?
—No sé, ¿estar más cerca de la portería? No sabría decir. Me he especializado mucho a lo largo de mi trayectoria en jugar en la posición de pívot, es un rol en el que me siento bastante cómoda, juego despaldas a la portería y en una localización en la que asistir o marcar gol entra siempre dentro de la baraja de posibilidades. Igual que el gol siempre ha estado entre mis cualidades, defender es algo que me ha costado más, mis entrenadores siempre me han hecho trabajar este aspecto y yo lo he aceptado, con más o menos regañadientes. Cuando era más joven solo pensaba en la portería contraria, ahora soy una jugadora mucho más completa. Pero siendo sincera, el área contraria es mi sitio favorito en el campo.
¿Es el Luci una familia?
—Es un equipo. Pocas palabras tienen una definición que me guste más que esa.
¿Está el fútbol sala femenino en alza a nivel Nacional?
—Una cosa es que hayamos avanzado mucho en estos años, como ya he ido comentando y otra diferente es afirmar que está en alza. Pienso que en la actualidad ningún deporte femenino lo está. Y eso es una pena. Una mujer no puede dedicarse en exclusiva al futbol sala, salvo alguna excepción en los equipos más grandes, siempre tiene que tener una segunda/primera salida, estudiar o trabajar. Es indispensable hoy en día. Yo he jugado en Primera Nacional, lo máximo a lo que se podría aspirar en nuestro deporte, en un equipo humilde, y ya os he contado los malabares que he tenido que hacer para compaginarlo con mi trabajo. Y al igual que yo, todas mis compañeras, en sus distintos ámbitos laborales. Y en los contados casos en los que sea posible mantenerse del futbol sala, siempre estará la sombra de una posible lesión o un embarazo que te haga quedarte tirada. Es triste, pero es la realidad. Ojalá lleguemos algún día a estar en alza. Estamos en camino, pero solo es el principio.
¿Te planteaste alguna vez practicar algún deporte que no fuera el fútbol sala?
—Recuerdo cuando era una niña me gustaban todos los deportes. Además del fútbol de manera más asidua practiqué el atletismo, la natación o el pádel. Pero lo cierto es que mi pasión siempre fue el fútbol, y más concreto el sala.
¿Las más jóvenes te piden consejos?
—Alguna vez, pero no más que yo a ellas. En eso consiste, ¿no? En potenciar lo mejor de cada una y ayudar con ello a que el equipo crezca. En ocasiones, después de los partidos, me encuentro sorprendida por tener muchas niñas pequeñas con la camiseta del equipo chocándome la mano, algunas de ellas me llegan algo más de a la cintura, ¿tendré la suerte de poder jugar con ellas alguna vez? Es la pregunta que siempre me hago. Y no solo en el fútbol, sino también a la hora de alzar el deporte femenino. La hija de un compañero de trabajo, y amigo, viene frecuentemente con él a vernos jugar. Ella es atleta, tiene 12 años y su ímpetu y entrega son todo un ejemplo. Frecuentemente intercambiamos consejos. Vuelvo a repetir, en eso consiste, ¿no? En aprender unas de otras, en fomentar entre todas el crecimiento de las demás. El crecimiento del deporte femenino.
¿Alguna vez lloraste de impotencia en algún partido que se tenía que haber ganado y no se logró?
—Sí, lo cierto es que suelo tomarme las cosas muy a pecho. Recuerdo varias ocasiones, algunas en las que lloré por impotencia o frustración y otras por tristeza. Entre ellas, el partido en que se confirmó nuestro descenso el año que militamos en Segunda Nacional o en una ocasión que me gustaría destacar, los Play Off de 2016. Ese año, quedamos segundas en la Liga de Andalucía Occidental, por lo que nos clasificamos para la fase de ascenso que se suponía sería en una localidad céntrica y terminó siendo en un pueblo de Almería. Había una encuesta en la página de la Federación para que se votara a los equipos que competíamos en función de cuál sería el ganador. Nos enfrentábamos al que reunía el 80% de los votos. Nosotras éramos el 1%. Viajamos hasta allí, por motivos de lesiones y laborales, solo 6 jugadoras, contábamos solo con un cambio. El partido, sin lugar a dudas, fue uno de los más duros que hemos vivido, defender con garra y entrega al máximo. El pabellón, lleno, al ver nuestro derroche de esfuerzo nos animaba. Fuimos abajo en el marcador todo el partido para terminar empatando 2 a 2 en los últimos segundos. Perdimos en los penaltis, el 1% perdió en los penaltis, contra el equipo favorito, que tenía 12 jugadoras en el banquillo, y 4 más en las gradas. La sensación de ese partido es algo que no se nos ha olvidado en años a las jugadoras que lo vivimos. Fue épico. Y aunque no terminó del todo bien, no se pudo dar más.
¿Un deseo en la temporada 2020-2021?
—Salud. Es lo mejor que se puede desear en estos momentos. Salud para todos. Que podamos retomar pronto, y de verdad, la nueva normalidad. Que podamos seguir compitiendo. Que no perdamos la ilusión.
Algo más que te gustaría añadir:
—Poco más. Agradecer a mi familia, incluidos los que ya no están, equipo y amigos/as haber confiado en mí y haberme acompañado en toda esta trayectoria. Y a vosotros, por la entrevista.