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Hierro: codicia entre rocas volcánicas

Los hermanos Coira cierran el círculo de su exitosa serie con una prolongación del suspense original, pero sobre todo del papel cautivador de sus personajes

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Los hermanos Coira lograron el año pasado un merecido reconocimiento, de crítica y público, con una serie pequeña, modesta y honesta, apoyada en una buena historia y en un gran elenco, pero, sobre todo, desarrollada de una forma reconocible, rebosante de autenticidad, con un sentido narrativo enriquecido por su enorme capacidad para absorber la propia esencia de la isla canaria en la que se desarrolla la acción y que da nombre a la misma serie, Hierro.

Aquel éxito empujó a una forzada segunda temporada de la que han salido más que airosos al aprovechar de nuevo los recursos dramáticos y estilísticos que sobresalían en la primera temporada, sin caer en la redundancia ni en la autocomplacencia, y enfocando su mirada en esta ocasión en el mundo de la codicia, como el elemento desencadenante de una nueva e inesperada sacudida dentro del particular universo de una islita, casi un pueblo alejado del mundo, en el que todos se conocen, acostumbrado a sus tradiciones, a su ritmo y estilo de vida, sin más alteraciones que las de una tormenta o las visitas turísticas.

La collera artística al frente de Hierro lo entiende así, de ahí que hayan decidido prolongar las posibilidades de una trama secundaria presente en la primera temporada antes que empezar de cero, retroalimentada por una variante, ésta sí un poco más artificial, para potenciar el aire de suspense en el que se desenvuelven sus protagonistas principales, para los que enfrentarse a un crimen resulta casi una anomalía en mitad de unas vidas en las que cobran la misma importancia el cultivo de una platanera o el cuidado de un hijo enfermo.


La serie, de hecho, se crece a partir de la capacidad de Candela Peña y Darío Grandineti de dotar de personalidad propia a sus personajes, de hacerlos en cierta medida memorables, pero también de un amplio grupo de secundarios que ejercen una enorme influencia sobre el sentido de la historia, sobre las circunstancias que rodean a un misterio o una intriga criminal, para contribuir al papel cautivador de una serie que lo es gracias a buena parte de ellos, incluida la propia isla, un personaje más desde la aridez y la aspereza de su roca volcánica, como un destino inevitable, un aliado dramático y romántico que huye del envoltorio turístico para dar significación a la renovada e interesante propuesta de esta segunda y definitiva Hierro.

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