Nuestra sanidad presume de ser una de las mejores del mundo. No sólo por ser gratuita con un sistema solidario, sino también por contar con excelentes profesionales. Tenemos la esperanza de vida más alta de Europa y una de las mejores del mundo. La esperanza de vida en el 2019 era de 84 años, pero el maldito Covid-19 la bajó a 82,4 años. Basado en esto está claro que esa afirmación es muy cierta. ¿Pero es oro todo lo que reluce? La inversión en salud en España es del 6% del PIB, mientras que en Europa la media es del 7%. Ya tenemos ahí la primera fisura que lleva mucho tiempo sin tratamiento. Los contratos de los profesionales son precarios y en muchos casos se abusa de la entrega y vocación del sanitario. Así no se entiende que haya sanitarios con contratos temporales desde hace más de 20 años y que algunos con 60 años de edad sigan encadenando contratos. No hay ninguna empresa privada en España, o al menos yo no la conozco, que siga haciendo contratos temporales a sus trabajadores durante tantos años, sin ser nunca fijos. Pues la sanidad española lo hace impunemente, así tiene mano de obra barata y atemoriza a sus trabajadores o los utiliza a su antojo.
Antes de la pandemia, el 36% de los médicos de la sanidad pública tenía un contrato temporal y la mitad de ellos llevaba ya 6 años y seguía sin conseguir la plaza. El que les escribe trabajó 14 años en la sanidad pública, supliendo a compañeros, acudiendo hasta sin estar contratado porque el centro de salud se quedaba sin médico, en múltiples ocasiones con vacaciones remuneradas, no disfrutadas y con muchas horas de atención continuada (una forma de pagar dinero sin cotizar). Sin encadenar ni una sola baja porque no firmabas el siguiente contrato. Esto no es ya una fisura, es una hemorragia de despropósitos que ensucia esa fama de buena sanidad. ¿Le firmaría un banco una hipoteca al que tiene contrato mes a mes?, ni el propio Groucho Marx lo haría como parte contratante de la primera parte…
Las consecuencias también la sufren ustedes, pues ya habrán cambiado sin saberlo varias veces de médico y se deteriora esa relación médico-paciente. Dicho de otro modo, el voy a ir a ver a D. José se está perdiendo, porque se perdió hasta D. José en contratos por toda la provincia. La pandemia además ha puesto en evidencia la falta de médicos. Unos emigraron por las mejores condiciones laborales de nuestros países vecinos, otros se fueron a la privada cansados de ser un juguete en manos de una “administración juguetona”. A todo esto sumamos, o mejor dicho restamos, que los cargos de responsabilidad caen en manos de políticos y no de profesionales de la medicina que seguro están mucho más cualificados para este menester.
Otro fallo en nuestra sanidad es que no incluya la atención dental, cayendo todo en manos de la privada. Este aspecto pienso que es bastante mejorable. Los médicos en su formación tienen pocas asignaturas relacionadas con la atención primaria y se enfrentan a una realidad que no se limita solo a los libros. La medicina debe tener más fundamentos prácticos en centros de salud para mejorar al propio médico en ciernes. Igualmente, pido una colaboración entre hospitales y centros de salud donde muchas veces se desprestigia gratuitamente la labor de uno u otro sin atender a las circunstancias que imperan en ese momento.
He sacado un poco las “vergüenzas” de nuestra sanidad, quedan muchos aspectos en el tintero: la inversión en formación y reciclaje de los sanitarios, la atención de consulta telefónica desmedida con perjuicio de la presencial, las listas de espera, el poco tiempo para atender a cada paciente, la productividad para engañar a médicos y pacientes.
En fin, como bien dice mi padre los cambios suelen ser a peor y yo agrego que en sanidad y educación todos los gobiernos hacen cambios, así que vayan atando cabos.