Se cumplen en este año cincuenta de la inauguración del Hotel “Los Tres Amigos”. En los tiempos actuales, que tanta importancia se da a la demanda turística, a la oferta de plazas de hospedaje, a la promoción del patrimonio y de los recursos, a las publicaciones… nos viene nostálgicamente a la memoria aquel noble edificio –de elegante sencillez-, aquellas instalaciones lujosas para la época, aquella decoración interior -simple y de buen gusto-, que eran orgullo para esta ciudad. Los que nos visitaban se sentían cómodos y los nativos presumíamos de aquel servicio que no tenía comparación con los de otras poblaciones como la nuestra. Allí nacieron idilios, allí se dio culto a la convivencia. Por la abundancia de datos recogidos e investigados voy a dividir este trabajito en dos partes. Pero no tema el lector, porque intentaré abreviar lo justo para hacer más atractiva la lectura. Hoy voy a tratar del período de gestación, erección y apertura, dejando para la segunda entrega la etapa de funcionamiento, reforma y demolición. El Hotel “Los Tres Amigos” fue algo fugaz, una escaramuza más en la idiosincrasia fronteriza de nuestra ciudad.
Fue en 1959. Luis Abril y Lozano reunió a la familia en su onomástica (21 de junio), como era habitual, y les participó una vieja idea que rondaba su pensamiento desde hacía algunos años: Alcalá necesitaba un hotel digno, en donde atender a los visitantes. El denominado “del Comercio”, en la Tejuela, se estaba derribando en aquella década a causa de una ruina progresiva, bien palpable. El hospedaje, en general, era bastante modesto y se limitaba a unas cuantas pensiones distribuidas por el casco urbano, con más buena voluntad que otra cosa. Aplaudieron los hijos la iniciativa y dieron al respetado padre todo el apoyo necesario y posible. Don Luis había solicitado al Ayuntamiento, el 2 de mayo de aquel año, alineación para construir una edificación en la finca denominada “Huerta de Capuchinos”, con destino a hotel “de cuyo servicio está tan necesitada la ciudad”. Se acompañaba un croquis con la ubicación exacta: se levantaría en el ángulo noroeste de la finca, con cara al paseo de los Álamos y a la carretera de Badajoz-Granada, incluyendo una vieja noria próxima al arcén. El lugar era, pues, muy acertado, porque confluían en la elección tres factores estratégicos: la cercanía al casco histórico, la proximidad a la zona de expansión urbana, y la inmediatez de la principal vía de comunicación. La Comisión Permanente, con fecha 20 del mismo mes, aprobó la solicitud “dejando a salvo la alineación” que debía seguirse en la zona de la carretera, por corresponder a Obras Públicas tal decisión.
No hubo demora por parte del promotor: El 4 de agosto presentó una nueva instancia. Siguiendo las indicaciones municipales se acompañaba ahora el proyecto del arquitecto José Fernández-Fígares, aclarándose que la dirección técnica estaría en manos del perito aparejador municipal, Federico Muñoz Fernández. El querido y recordado técnico respaldaba el escrito con un informe en el que expresaba que no había inconveniente en la concesión de la licencia.
La preceptiva memoria del dossier es una fuente informativa precisa para completar nuestros recuerdos. Creo que con un extracto es más que suficiente. Entre las intenciones se señalan lo de solucionar “a lo menos en parte el problema de un alojamiento decoroso de viajeros… con un mínimo de condiciones de confort y sanidad para la concurrencia de personas afectas a los negocios y actividades de tipo liberal”. “También… se establecen en forma auxiliar… lugares de reuniones en donde se desarrollan círculos de amistad, recreo y relación… instalaciones para celebración de fiestas… de comedor y visitas, una cafetería con terrazas y amplio lugar abierto para el servicio de reuniones… dos viviendas para familias del personal directivo…” Sigue una descripción del futuro edificio. En la planta baja, a más altura de la calzada, el recibo del hotel, vestíbulo, dirección, cabina telefónica, guardarropas, sala de visitas y servicios, en comunicación con la cafetería. En esta misma planta, un comedor para doscientas personas y los servicios generales de oficio, cocina, ropería, bien comunicados y enlazados. A estas estancias se accedía también por puertas de servicio independientes. En las plantas superiores estaban las “habitaciones de dormir”, los aseos y los servicios de camareras, con comunicación vertical por ascensor y amplia escalera. En cada planta- dormitorio, de trece habitaciones, se proyectaron tres cuartos de baño completos, dos duchas y dos retretes. Así pues, el número total de habitaciones era de veintiséis, con una capacidad de cincuenta y dos personas. La planta superior estaba destinada a dos viviendas para el personal. La terraza externa sería cercada con reja y poyete y el acceso al hotel iba independiente del de la cafetería. El exterior estaría tratado en forma de sillarejo y pintura al temple. El proyecto fue visado por el Colegio de Arquitectos de Granada (n.º 6.543).
El 5 de agosto la Comisión Permanente concedió la licencia oportuna. Sin embargo se recordaba al Sr. Abril que habría de guardar la alineación señalada y las condiciones fijadas por Obras Públicas para el lateral occidental. Igualmente se requirió en un plazo de veinte días el presupuesto total de la obra, que no aparecía en el proyecto, para determinar el arbitrio municipal que correspondiera. Finalmente se recordaba la obligación de presentar el documento en la Jefatura Provincial de Sanidad. Hay también en el expediente un informe del ingeniero jefe de Obras Públicas, encargado de la N-432, indicando que la alineación distante de 15,50 metros del eje de la carretera se vería afectada por los proyectos de modificación de la travesía por esta ciudad. Por su parte, el aparejador municipal, señor Muñoz, informaba el 3 de septiembre que el plan a ejecutar costaría un millón dieciocho mil doscientas pesetas (1.018.200,-) incluido el valor del suelo (600 ptas./metro cuadrado). Al año siguiente (1960, 5 de mayo) el citado aparejador invitaba a los señores de la Comisión de Obras a inspeccionar lo que se estaba haciendo en cuanto al replanteo de la alineación. Dicha Comisión en su reunión de 25 de mayo solicitaba un croquis del señor Muñoz, para mejor entendimiento. El nuevo esbozo se remitió a la Permanente que, reunida el 5 de octubre, acordó la nueva ubicación. Las obras se desarrollaron ya con presteza y calidad.
El acta de 4 de mayo de 1963 es muy estimable para entender el proceso constructivo. El alcalde, José Garnica Salazar, pidió que se diera a conocer la carta de Luis Abril y Lozano, en la que anunciaba la próxima inauguración del Hotel. He de indicar que se perciben en el escrito y en la respuesta municipal ciertas desavenencias –que conocimos los de aquellos años-, siempre tratadas con un respeto mutuo y una gran lección de saber estar. Tanto don Luis como don José fueron en la historia local dos importantes puntales en la vida pública. Hoy nos toca sonreír ante aquellos desencuentros, que posiblemente fueran flecos de los antiguos enfrentamientos entre conservadores y liberales. Agradecía el promotor las facilidades y ayudas concedidas a la obra, recordando que no pretendía otro objetivo más que el interés por el pueblo y dar satisfacción a una necesidad patente. Recordaba, sin embargo, que había pedido la demolición del muro lindero al paseo, y que el Ayuntamiento había accedido, condicionándolo a la cesión del terreno existente entre la pared y el nuevo edificio. No aceptó la propuesta el señor Abril, por considerarlo desventajoso y transformó el muro en verja, para mayor decoro de la zona. Y sigue la carta con el problema de la apertura de una puerta al paseo, que habría de traer más secuelas. Al parecer, cuando se planteó la nueva alineación los técnicos erraron en los cálculos de la portezuela norte de entrada, destinada al abastecimiento de gasoil y agua. El señor Abril trasladó la puerta, más pequeña, hacia la esquina, y el Ayuntamiento le ordenó el cierre. Y así se hizo. En el escrito nuevamente se recuerda que las relaciones del remitente con el Ayuntamiento siempre se desarrollaron dentro de los más estrictos términos de caballerosidad, y bastaba de ejemplo el permiso que le había concedido hacía poco tiempo de permitir la apertura de una zanja que cruzaba la huerta de Capuchinos, con la consiguiente servidumbre y la imposibilidad de sembrar, por haber estado mucho tiempo abierta. Igualmente la apertura de los darros de la acera de la carretera de Granada. Y, finalmente, su abierta actitud en el tema de los desagües del cuartel de la Guardia Civil.
La Comisión Permanente contestó agradeciendo las palabras del Sr. Abril y lamentando que no se hubiera interpretado adecuadamente lo del asunto de la puerta al paseo, puesto que no se había dado licencia para ello porque no se había pedido. Ciertamente, en el proyecto figuraba un acceso para servicios que daba a la propiedad del promotor y que por ello no se puso reparo. Finalizaba el acuerdo afirmando que en la Corporación Municipal no había ánimos de poner trabas o dificultades para la construcción del hotel; que fue muy bien acogida aquella iniciativa; que estaba dispuesta a continuar dando las facilidades oportunas, como lo probaban algunos hechos: 1) No poner obstáculos al emplazamiento; 2) La construcción de la red de saneamiento en el lateral de la carretera, cuando aún no estaba hecho el proyecto; 3) El enganche en la red de aguas como el promotor había deseado; 4) La autorización para derribar la tapia; 5) El permiso para colocar una verja, y 6) La tala de los árboles del paseo que obstaculizaban la obra.
Igualmente la Corporación lamentaba no haber expresado en su momento el agradecimiento al señor Abril por las facilidades que dio en lo de la zanja para la red de saneamiento, pensando que lo había hecho la empresa o la Dirección General de Arquitectura. En cuanto a lo del cuartel se dice que no correspondía a la época de aquella Corporación. Finalizaba el acuerdo testimoniando a don Luis su reconocimiento por la desinteresada construcción de un edificio que venía a llenar una gran necesidad de nuestro pueblo, a la vez que le daba mayor realce, situándolo el propio tiempo en la categoría que merecía.
En la sesión de 14 de junio de 1963, la Comisión Permanente concedió licencia de apertura del hotel y la cafetería, solicitada por Gregorio Abril Fernández-Fígares. El acuerdo fue unánime y contaba con el informe favorable del jefe local de Sanidad. No he podido saber con exactitud la fecha de la apertura. Sé que hubo una copa y la asistencia fue masiva, estando presentes los técnicos, la familia, los amigos… Y hablando de amigos, tampoco he averiguado lo del nombre. Siempre fue un enigma y hubo múltiples interpretaciones, pero ninguna confirmada. Estimo que la inauguración pudo coincidir con la onomástica de don Luis, el 21 de junio, pues así se había gestado e iniciado la realización de aquella feliz idea.
Y para terminar en esta ocasión, una cita muy especial de los primeros profesionales de la hostelería que cubrieron el servicio de aquel extraordinario establecimiento. Llegaron a nuestra ciudad Joaquín Martínez Moraga y José Olea Molina, procedentes de Jaén, estableciéndose con sus familias en Alcalá y siendo hoy sus herederos unos más entre nosotros.