La Audiencia Provincial de Almería ha condenado al empleado de una farmacia que entre enero de 2013 y marzo de 2015 se quedó con más de 56.000 euros de los productos que vendía desde su caja y que, en unas ocasiones, dejaba de reflejar en el ticket de compra, mientras que en otras, pasaba por el lector artículos de inferior valor a los vendidos, con lo que se guardaba la diferencia.
El fallo, consultado por Europa Press y contra el que cabe recurso ante la Audiencia Provincial, impone al acusado dos años de prisión por un delito de apropiación indebida así como una multa por varios meses a razón de diez euros diarios, toda vez que insta a la devolución de 56.583,33 euros, más los intereses legales, a la propietaria de la farmacia.
El tribunal dio por probada la conducta del acusado, que fue despedido por la dueña del establecimiento tras comprobar los distintos métodos que empleaba para quedarse con parte del dinero que ingresaba, de modo que incluso cuadraba su caja al final de la jornada "erróneamente" a conciencia para quedarse también con el dinero sobrante.
En esta línea, destaca el tribunal los testimonios "ricos en detalles" y contundentes, que fueron respaldados con pruebas adicionales, tanto de la propia dueña de la farmacia como del detective privado que esta contrató para demostrar las prácticas fraudulentas del acusado, quien fue captado además por un circuito cerrado de televisión que se instaló en la tienda.
Según las averiguaciones del detective, que actuó durante un mes y medio, el acusado "vendía tres cosas y pasaba por caja solo una" o "se equivocaba a propósito" en el arqueo de la caja, poniendo el ticket en el mostrador y apuntando todo pero reflejando una suma inferior a la real. Asimismo, "hacía arqueos a deshoras y se metía el dinero de la caja en el bolsillo" de la bata.
El detective pudo recuperar además algunas de las notas que el acusado tiraba a su papelera, en la que reflejaba sus cuentas. Junto con esto, puso dinero marcado en la caja y detectó que el acusado "se lo llevaba" al tiempo que mandó a dos personas a comprar, con lo que comprobó que el empleado cobraba el total "pero solo reflejaba una parte en la venta" en el ticket.
La propia dueña de la farmacia, que había detectado desde el principio que no cuadraban sus cifras gracias a un programa al que solo tenía acceso ella por el que controlaba el stock de productos, apuntó que tras cotejar los hechos, despidió al acusado con una carta en la que explicaba todo lo que hacía, ante la que este no le pidió "explicación alguna" ni desmintió su contenido.
Los documentos aportados por la afectada, que estimó en unos 89.500 euros el dinero sustraído, mostraban además que las ventas del acusado eran "notablemente inferiores" a las de la mayor parte del resto de empleados.
Durante el mes y medio de actuación del detective, el acusado se hizo con 3.395 euros mediante detracciones que tuvieron lugar en 22 días, lo que supuso un promedio diario de 154,31 euros, si bien el tribunal aboga por realizar un promedio mensual de 2.263,33 euros para calcular la suma total que habría sido detraída, dado que no todos los días se daban descuadres de caja.
Estima así la sentencia que el acusado, aprovechándose de la confianza de su empleadora para desempeñar el cargo, distraía diversas cantidades de dinero de la caja para lo que se valía de artificios como hacer constar en el sistema que vendía menos productos o productos de inferior valor de los que realmente entregaba a los clientes, así como realizar mal las cuentas para quedarse con la diferencia; todo ello con el propósito de lucrarse.