De este asentamiento rondeño destaca su amplia secuencia cronológica, que parte del III milenio a.C. y llega hasta la época tardorromana, contando incluso con algún elemento nazarí, lo que hace de este espacio un sitio excepcional para la investigación, especialmente de la romanización en el interior de la Bética.
En este sentido, cabe señalar que se trata de un poblado privilegiado por su rápida consideración de municipio romano, así como por la presencia de un importante edificio público, un teatro, construido poco después de la conquista en siglo I a.C. y declarado ya en 1931 monumento histórico-artístico nacional.
Del teatro, uno de los más antiguos de Hispania, se conserva el graderío, que presenta catorce gradas consecutivas. Frente a éste se ubica la orchestra o espacio semicircular reservado para las autoridades, que está conformado por piedras calizas rosas locales. De este edificio también sobresale el gran frente de la escena, el denominado fronscaenium, que siguiendo la tradición griega presentaba tres puertas.
Otro valor añadido del yacimiento es su buen estado de conservación, que se debe a que el lugar no ha sido ocupado con intensidad desde la época romana, por lo que las excavaciones arqueológicas realizadas hasta el momento han sido muy fructíferas.
En estas intervenciones se han podido documentar también unas termas de gran extensión, cuya cronología se centra en el siglo I d.C., posiblemente asociadas al foro de la ciudad, las cuales cuentan con tres piscinas escalonadas. Asimismo, se ha constatado parte del sistema de calefacción del tepidarium (cámara de agua templada).
De la ciudad romana de Acinipo se conservan igualmente algunos lienzos de muro de cierta entidad donde se pueden observar su fisonomía y fábrica, así como restos de torres con tendencia circular o cuadrada. Sobre los accesos a la ciudad, se baraja la posibilidad de que existieran dos puertas, una al norte y otra ubicada al sur.
Por otro lado, también se han localizado extramuros dos necrópolis, al noreste y al sur del recinto. En esta última, tras un análisis exhaustivo, se han detectado tanto inhumaciones como cremaciones y se han hallado urnas de cerámica y de piedra. En esta misma necrópolis, cuya cronología arrancaría en el siglo II a.C. y alcanzaría el cambio de era, destacan los ajuares de los enterramientos de inhumación, compuestos por espejos y pinzas de bronce, agujas de hueso, cuentas vítreas y recipientes cerámicos, así como ungüentarios, lucernas, platos cerámicos pintados y vasos de paredes finas.