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19/05/2024  

El cementerio de los ingleses

Poco debate y mucho barro

Era obvio que, mientras no se desmarcara de VOX, el candidato del PP no iba a tener opción de negociar con ningún partido democrático

El debate de investidura está siendo el perfecto botón de muestra de la etapa de bajeza parlamentaria que atraviesa nuestro país. Ya desde las pasadas elecciones, estamos encontrando movimientos esperpénticos que buscan más el ruido que la estabilidad, persiguen la reacción emocional más que la razón y que, sobre todo, estan haciendo perder el tiempo al país, a la sociedad y a las instituciones que salgan como resultado de los votos que emitimos hace más de dos meses.

De entrada, los que se llenan la boca con España, la Corona y el Rey, parecen haber tomado el pelo a Felipe VI, que encargó la investidura al candidato más votado, Núñez Feijóo. Este, carente como se sabía de los apoyos necesarios, no se ha llegado a reunir con nadie para buscar que los números cuadren. Era obvio que, mientras no se desmarcara de VOX, el candidato del PP no iba a tener opción de negociar con ningún partido democrático, pero convencer al Jefe del Estado de que vas a intentarlo y no hacer ni el intento de eso mismo es una tomadura de pelo. Del mismo modo que Feijóo y los suyos lo han hecho con esa falacia ya manida de la lista más votada. Como ya saben ustedes, nuestro sistema es parlamentarista y no consiste en que salga presidente el más votado sino el que logre reunir una mayoría parlamentaria suficiente para gobernar. Suena bien, hasta representativo, decir que eres el candidato que ha recibido un apoyo mayoritario de los españoles; sin embargo, también es un argumento falaz a todas luces sabiendo que la mayoría que necesitas reunir es, justamente, la que se opone a que seas presidente de la mano de la ultraderecha. Sí, es la mayoría absoluta del Parlamento la que no quiere un gobierno de derechas.

Feijóo sabe que tiene las horas contadas si no logra ser presidente, como parece presumible que no va a ser. La guadaña de Ayuso, como ya pasó con Casado, pende sobre su cabeza y necesita habitar La Moncloa para seguir vivo, políticamente hablando. Eso le ha llevado a proponer al PSOE alternarse el Gobierno, como se hacía en otros tiempos, para lograr sus apoyos; a hacer llamadas al transfuguismo, agitando el fantasma de aquel tamayazo que privó a los de Ferraz de presidir la Comunidad de Madrid en 2003; a coquetear con esos mismos nacionalistas a quienes llamó «golpistas»; a tratar de disfrazar de agresión el varapalo dialéctico y continuo que recibió de Óscar Puente hace un par de días como quien dice. Incluso, ha llegado a decir que tendría que retrasar su victoria porque no quería pagar el precio de los apoyos que necesita para gobernar. Algo así como decir «no, si podría ser presidente, lo que pasa es que no quiero». Yo digo lo mismo cuando me preguntan cuándo voy a dejar de fumar.

En resumen, poco debate y mucho barro. Por desgracia para el país, que merece una derecha democrática y con propuestas políticas de verdad como la europea, los conservadores y neoliberales se han instalado en el discurso del fango. Frente a las propuestas, fango. Frente a los resultados económicos, fango. Frente a los datos de empleo, fango. Y así seguimos, con mucho barro que limpiar y con un Gobierno en funciones que no tiene capacidad de movimientos para limpiarlo. No, al menos, mientras no dejemos de perder el tiempo en sainetes estériles, se forme un gobierno y se pueda trabajar. Hombre ya.

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