Caen dos gotas de lluvia salada y ya corremos –todos-como si nos fuera la vida en ello, excepto él , que se ha sentado a fumar un pitillo, viéndonos pasar , las manos presas sobre las de nuestros hijos, los paraguas en vilo sobre nuestras cabezas y esa prisa, que en otoño se convierte en priesa, que nos agazapa y enmudece.
Cuando , a la vuelta , la certidumbre de dejar a los más pequeños en el colegio, me devuelve la vista, lo veo bien, sentado en el banco de madera, que adolece de madres ufanas de las dos de la tarde, acompañadas con carritos y bebés sonrosados , y que, ahora, en cambio, nos es más que mueca triste de un día ceniciento , que se ha levantado con aliento de mar y resaca de nubes negras.
Hoy , es día de paseos , para ellos , los cometas, porque con carrito de supermercado en aras de su pobreza o los cartones recogidos o la mochila cargada y presta, se balancean al vaivén de las gotas , que mojan su casa , que no es más que un hueco de acera o una vieja y receptiva casapuerta. Ese cigarrillo que aprieta con manos secas, protegiéndolo como solo lo hacen aquellos que saben lo que pierden, se consume -poco a poco- en largas pedaladas de aspiraciones sentidas, evaporando –quizás- sueños que regresan con esas gotas aciagas, que ni mojan , ni fu , ni fa, más o menos, como la vida perra , que ni para perro de compañía da, y que solo se trata de buscar sitio , donde recoger limosnas y de tener bula impopular, de cobijarse, donde te dejen o mejor te parezca.
No he visto el cartucho de Don Simón que disfraza las penas, que siempre se asienta a su vera, ni las monedillas doradas o cobrizas , que invitan a participar en el evento de darle algo de calderilla al desparasitado de la sociedad, ese, que no sale en las noticias cuando cruza el estrecho , porque nació aquí y se vino abajo porque alguien, quizás él mismo, cortó la cuerda de su cometa y aunque al principio sobrevoló la faz de la tierra, altiva , libre y fuerte, como sólo pueden serlo las inconscientes cometas, luego llegó la tempestad y el oleaje y la ventolera, y lo dejó seco, tirado y lastrado, cometa muerta, en una arena de playa que no era blanca, ni suave, sino gris marengo y piedra, calzada seca o calzada mojada, pero sufrida espera , de aquel que no tiene casa ,ni vida ,ni perrito que le ladre , ni nadie que le quiera.
Con todo, no me da pena, ni incertidumbre , ni desesperanza, no me da más que un pelín de tristeza, esa que mece suave las entrañas y las descompone , porque lo veo regio, imponente y seguro , en tantas inseguridades como atesora, cubierto de ropa vieja , con mirada serena, vistiéndose de horizonte o de luna llena. Sigo mis pasos y mi rumbo y no miro atrás, como hacen todos, porque seguimos nuestra vida, regias cometas , atadas y bien atadas a nuestras vidas, a nuestros trabajos, a nuestras idas y venidas , creyéndonos poderosos y altivos, fuertes y libres, sin saber que hay veces que viene el vendaval, aunque no quieras, y que las cosas cambian de un día para otro, porque alguien en las noticias celestiales , dijo que venía un huracán , directo, a la puerta de entrada de tu vida. Quizás mi amigo , el vetusto cometa, que saluda con un buenos días que le sale del alma , nunca recobre la cuerda que una vez lo uniera al cordón umbilical de la sociedad , que ahora lo obvia y desprecia, puede que nunca retorne a la seguridad de un hogar, ni tenga en propiedad un baño al que asistir puntual , como si fuera misa de ocho … Pero no importa, porque en las mañanas que se perla el sol de nubes azules y las gotas de lluvia platean las calles, él se levanta temprano y recoge los cartones que le sirven de cama, mete con dulzura el Don Simón en la ajada mochila y se sienta en un banco de madera, mientras se fuma un cigarrillo , como si le fuera la vida en ello, a pedaladas cortas de aspirar nicotina, vistiendo su mirada de horizonte o de luna llena.
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