Café, churros y champagne
Rondan los ochenta años la mayoría, son médicos, economistas, sacerdotes y desde hace muchos años, contertulios
Cada sábado, haga frío, calor, llueva o truene, minutos antes de las ocho y media de la mañana, la calle Nueva de la capital saluda a un nutrido grupo de ilustres jienenses. Al abrigo de la cafetería “Los Pitufos”, con dos sobrias raciones de churros y más descafeinados que cafés con leche, tiene lugar una de las tertulias más longevas de la ciudad, por los años que lleva celebrándose y por la edad de sus contertulios. “Sólo existen dos requisitos para participar: ser del Real Madrid y hablar de política”, bromean al comienzo de la reunión.
Podría decirse que el médico internista y escritor José María Sillero Fernández de Cañete, con 82 años, ejerce de maestro de ceremonias, en lo que no deja de ser una tertulia de amigos, sobre Jaén, la ciudad en la que han vivido y en la que desarrollaron sus carreras profesionales, a pesar de tener tentadoras ofertas lejos de la capital. José Luis Villagrán Escobar, con 85 años, economista y exgerente del Hospital Princesa de España; Gabriel Arroyo Guerrero, con 85 años, radiólogo y jefe del Servicio del Complejo Hospitalario; Manuel Quesada Ayora, con 85 años, otorrinolaringólogo; Rafael Maza Montero, con 75 años, pediatra; Guillermo Castillo Fernández, con 90 años, jefe del Servicio de Anestesia del Princesa de España; Ramón Sánchez-Palencia Relaño, con 84 años, oftalmólogo; Miguel Funes Gálvez, con 84 años, sacerdote; y Manuel Larrotcha Torres, dermatólogo, completan cada sábado la reunión. A su avanzada edad, dos faltas de asistencia consecutivas hacen saltar las alarmas. A mitad de la conversación, Ramón Sánchez recibe una llamada a su teléfono y sale a la calle apresurado. A su regreso comunica una feliz noticia a sus compañeros: “Manuel no ha venido porque está resfriado”. Susurros de aprobación y rostros aliviados dan paso a nuevos asuntos en la tertulia.
Entrelazados con la actualidad, tanto nacional como local, afloran recuerdos de otro Jaén, el de antaño, de tiempos más difíciles pero muy felices para cada uno de los tertulianos.
La crisis del PSOE ya está casi olvidada y el futuro del país, de la Unión Europea centran las discusiones, emulando a aquellas primeras tertulias, invención española, del Siglo de Oro, que nacieron al abrigo de las academias literarias. Pero fue a principios del siglo XX cuando más populares se hicieron, con lugares emblemáticos como las del Café Novelty en Salamanca o el Café Gijón, la Cervecería de Correos, donde comenzaron a reunirse los poetas de la Generación del 27 o el Café de Lyon, en Madrid.
En Jaén, el Café Marfil, el Café Ideal, el Bar Sanatorio, la Peña Flamenca o El Gorrión, entre otros muchos, fueron lugar de reunión y de tertulia diaria, como la que mantienen en “Los Pitufos” cada sábado algunas de las cabezas más preclaras de la ciudad. Escuchar sus razonamientos sobre la conveniencia o no de un sistema de transporte como el tranvía, sobre la necesidad de infraestructuras básicas para la ciudad con argumentos cargados de experiencia, de sabiduría, de decepciones, deja el mediocre, manido y victimista discurso de los políticos locales en clara evidencia. Tanto, como la certeza que tienen todos de que Jaén cada vez está más sucia, es más incómoda y necesita mucha atención y trabajo. Y así, cada sábado, los tertulianos más veteranos de Jaén predican en el desierto las obviedades de otro Jaén. Al final de cada reunión alguien dice: “¡Niña, el champagne!” Y la joven camarera acude con el agua con gas. Amén.
Podría decirse que el médico internista y escritor José María Sillero Fernández de Cañete, con 82 años, ejerce de maestro de ceremonias, en lo que no deja de ser una tertulia de amigos, sobre Jaén, la ciudad en la que han vivido y en la que desarrollaron sus carreras profesionales, a pesar de tener tentadoras ofertas lejos de la capital. José Luis Villagrán Escobar, con 85 años, economista y exgerente del Hospital Princesa de España; Gabriel Arroyo Guerrero, con 85 años, radiólogo y jefe del Servicio del Complejo Hospitalario; Manuel Quesada Ayora, con 85 años, otorrinolaringólogo; Rafael Maza Montero, con 75 años, pediatra; Guillermo Castillo Fernández, con 90 años, jefe del Servicio de Anestesia del Princesa de España; Ramón Sánchez-Palencia Relaño, con 84 años, oftalmólogo; Miguel Funes Gálvez, con 84 años, sacerdote; y Manuel Larrotcha Torres, dermatólogo, completan cada sábado la reunión. A su avanzada edad, dos faltas de asistencia consecutivas hacen saltar las alarmas. A mitad de la conversación, Ramón Sánchez recibe una llamada a su teléfono y sale a la calle apresurado. A su regreso comunica una feliz noticia a sus compañeros: “Manuel no ha venido porque está resfriado”. Susurros de aprobación y rostros aliviados dan paso a nuevos asuntos en la tertulia.
Entrelazados con la actualidad, tanto nacional como local, afloran recuerdos de otro Jaén, el de antaño, de tiempos más difíciles pero muy felices para cada uno de los tertulianos.
La crisis del PSOE ya está casi olvidada y el futuro del país, de la Unión Europea centran las discusiones, emulando a aquellas primeras tertulias, invención española, del Siglo de Oro, que nacieron al abrigo de las academias literarias. Pero fue a principios del siglo XX cuando más populares se hicieron, con lugares emblemáticos como las del Café Novelty en Salamanca o el Café Gijón, la Cervecería de Correos, donde comenzaron a reunirse los poetas de la Generación del 27 o el Café de Lyon, en Madrid.
En Jaén, el Café Marfil, el Café Ideal, el Bar Sanatorio, la Peña Flamenca o El Gorrión, entre otros muchos, fueron lugar de reunión y de tertulia diaria, como la que mantienen en “Los Pitufos” cada sábado algunas de las cabezas más preclaras de la ciudad. Escuchar sus razonamientos sobre la conveniencia o no de un sistema de transporte como el tranvía, sobre la necesidad de infraestructuras básicas para la ciudad con argumentos cargados de experiencia, de sabiduría, de decepciones, deja el mediocre, manido y victimista discurso de los políticos locales en clara evidencia. Tanto, como la certeza que tienen todos de que Jaén cada vez está más sucia, es más incómoda y necesita mucha atención y trabajo. Y así, cada sábado, los tertulianos más veteranos de Jaén predican en el desierto las obviedades de otro Jaén. Al final de cada reunión alguien dice: “¡Niña, el champagne!” Y la joven camarera acude con el agua con gas. Amén.
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