La comitiva procesional recorría, con un tiempo que no cernía serias amenazas, ese recorrido lleno de vistosidad y genuino carácter, a través de la calle Real, Rosario y Veracruz, para desembocar finalmente en ese momento culminante de la Semana Santa alcalaína, que es la gran puesta en escena en la Carrera de las Mercedes. Generosos baños de sol regalaron vistosidad a las añejas escenas que año a año, reviven los diferentes momentos de esa alocada correría satírico-dramática de Judas, el rubio Juíllas, que pasea su traición y su desdicha luego entre el abarrotado teatro del Llanillo. Levantó, como siempre, emocionados aplausos y vivas, el querido paso de Jesús Nazareno.
No correrían, sin embargo, la misma suerte las cofradías y hermandades cuya salida tenía lugar en la tarde del Viernes Santo. Bajo amenazantes nubarrones había bajado desde la iglesia de San Juan el paso del Santísimo Cristo de la Salud, descendiendo desde la Placeta por la calle Veracruz. Media hora más tarde, desde su templo, hacía su salida la Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias. Se había congregado un numeroso público para asistir a ese momento tan emotivo de la Semana Santa alcalaína, como es el encuentro entre la imagen del Cristo y de la Virgen, en la intersección de la calle Veracruz y Angustias. Y este año no íbamos a quedarnos sin ese encuentro singular. Pero no dió tiempo a nada más. Eran apenas las nueve de la noche cuando una inclemente lluvia arruinó la salida de ambas imágenes, obligando al regreso de la Virgen a su cercano templo y la del Cristo, parapetado en plásticos, hacia el suyo.