Bien preparados profesionalmente y sin ninguna experiencia laboral en lo suyo, miles de jóvenes españoles han tenido que irse al extranjero a buscar su primer trabajo, junto a otros muchos miles de profesionales con experiencia, jóvenes y no tan jóvenes.
Para muchos, esto es una prueba de que en la práctica una buena preparación, incluso acompañada de la experiencia, no da ventajas en el mercado laboral.
Pero hubo una época, no tan lejana, en la que casi nadie pensaba así, una época en la que los padres querían que sus hijos estudiasen y se preparasen profesionalmente para garantizarse un mayor éxito en su vida laboral.
¿Ha dejado de ser cierto el binomio preparación-empleo?, ¿habría que cambiar esta forma de ver este asunto?
El reciente colapso del mercado laboral afectó a todas las edades, pero al parecer más a los jóvenes, especializados o no, lo cual no significa que la preparación carezca de importancia a la hora de encontrar un empleo.
Tras la crisis económica, en el empleo juvenil han influido (y aún lo hacen) dos importantes hechos, por un lado que en últimos años creció muchísimo el número de jóvenes más preparados (especialmente titulados superiores), y por otro lado que paralelamente también aumentó (aún más si cabe) el de los estaban escasamente preparados.
En los años previos al estallido de la burbuja inmobiliaria muchos jóvenes no necesitaban buscar empleo, cómodos en economías familiares aparentemente pujantes y con un fácil acceso a estudios superiores se volcaron esencialmente en mejorar su cualificación profesional para lograr buenos puestos de trabajo, un objetivo a medio y largo plazo.
A la vez, otro importante sector juvenil desmotivado ante unos estudios que prometían mejorar su futuro a medio y largo plazo, prefirió acceder a corto plazo a los empleos relativamente bien remunerados pero apenas especializados que ofertaba un sector inmobiliario que parecía sin fin. Pero cuando este se colapsó generó el elevadísimo número de jóvenes (hoy ya no lo son tanto) que faltos de preparación no encuentran hoy día un puesto de trabajo, si exceptuamos a los que emplea el sector de servicios, generalmente mal remunerados y con unas condiciones laborales penosas.
Muchos culpan al sistema que en su día no potenció unos estudios de capacitación profesional a corto y medio plazo que captasen el interés de muchos jóvenes, dejándoles por el contrario a su suerte en un mercado laboral creado por los intereses especulativos, un espejismo que como tal terminó por desaparecer.
No estoy totalmente de acuerdo con este reparto de las culpas, simplemente los jóvenes de entonces, como los de hoy día, emularon a unos mayores que no les dábamos precisamente un buen ejemplo, viviendo por encima de nuestras posibilidades en el mismo espejismo que ellos (hablo generalizando por supuesto).