Desde la mitología clásica hasta la edad moderna, e incluso aún en la contemporánea, la figura de la amazona se ha utilizado para representar y referir a la mujer guerrera. Las connotaciones que sugiere el término suelen aludir a la valentía, el coraje y la fuerza, pero pocas veces a la sabiduría, la inocencia o el amor. Tras una ingente cantidad de películas de género superheróico protagonizadas exclusivamente por hombres imperfectos, Wonder Woman (2017) se alza como la primera película protagonizada por una heroína femenina que, además de por su poder, destaca por la pureza de sus intenciones y acciones, hecho tan necesario y trascendente para el género como para la sociedad que lo recibe.
Diana (Gal Gadot) se nos presenta como un personaje maravilloso que se mueve y actúa guiada por su inocencia y valentía desmedidas, algo que congenia muy bien con las características que más despuntan en el Universo Cinematográfico DC (DCEU), que concibe aquí otra película totalmente libre e independiente —cualidades que también posee Diana— respecto a sus predecesoras y antecesoras. Patty Jenkins, directora de la película, narra el origen de Wonder Woman con una coherencia argumental inusitada en el DCEU, aunque continua respetando los aspectos formales y el acabado visual tan espectacular que ofrecen siempre las películas del estudio.
Si bien es cierto que el personaje al que interpreta Gadot se antoja algo desdibujado e incluso a veces desubicado, podríamos achacar esta falta de concreción al arco de presentación que han escrito para ella, un origen en el que Diana debe deconstruir sus ideales mitológicos para adaptarse al mundo de los humanos, entender a estos, perdonarlos por sus errores y luchar por salvarlos, por lo que, en esencia, necesita compartir protagonismo con personajes masculinos que le guíen en el inicio de su camino, como es el caso de Steve Trevor (Chris Pine), con el que se compenetra emocionalmente hasta traspasar la pantalla.
Destaca, en esa pasión irrefrenable, el romanticismo que Patty Jenkins imprime a su obra, tanto en la forma en que Diana defiende a escudo y espada ideales que, por la condición corruptible de la humanidad, han quedado totalmente descontextualizados; como cuando los sentimientos entre ella y Steve afloran como consecuencia directa de los hechos que se narran. Diana aprende a través de Steve que, a pesar de todo el mal que asola nuestro mundo, sigue habiendo esperanza para los hombres y que algunos de ellos lo sacrifican todo, en un acto de pura bondad, para conseguir que el bien nunca ceda ante el mal. Y es gracias a este halo de romanticismo que rodea a Wonder Woman, que esta se alza como la heroína definitiva que el mundo —e incluyo aquí al resto de héroes que DC nos ha presentado hasta el momento— necesita; una mujer que, aún consciente de los problemas que asolan el mundo de los hombres, no cesará en su empeño por conseguir resolverlos a través de la lucha por la igualdad, la comprensión y el triunfo del amor.
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