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Un hasta luego y no un adiós

Las familias de acogida de los niños saharauis que han pasado dos meses en la ciudad tuvieron que despedirse ayer de ellos puesto que partían hacia Argelia

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  • Los pequeños saharauis han afrontado la partida con más entereza que los portuenses. -
Lágrimas contenidas, rabia, sentimientos a flor de piel y una despedida a medias, porque el adiós es muy hosco, seco y radical es lo que se pudo ver ayer en la partida del resto de los niños saharauis, un grupo bastante nutrido que ha estado con sus familias de acogida durante dos largos meses, que para muchos han sido un suspiro, muy cortos.

A las dos y media de la tarde fueron citados por la entidad Amal Esperanza, que un año más ha hecho posible que estos niños hayan podido pasar unas vacaciones como se merecen, con ratos de alegría, con familias que los pueden sacar adelante y no los tienen que mandar a trabajar (como las suyas propias)y que han recibido, al igual que han dado, muchos valores. Sorprendente es la entereza con la que afrontan su destino, volver a los campamentos de Tinduf, en Argelia, ya que, en el momento de la partida, no fueron ellos los que derramaron sus lágrimas, como sí lo hicieron sus familias de acogida, sus padres y hermanos. Estuvieron disfrutando de los últimos momentos con los portuenses, aferrándose quizás a los últimos acontecimientos vividos, mientras y tras el cristal del autobús que los llevaba a Málaga (y de ahí a su tierra natal), los que se quedaban en El Puerto ya les echaban de menos.

La familia Portela este año es el primero que adopta a un niño saharaui, concretamente una niña, y casualmente, de la misma edad que una de sus dos hijas. Este matrimonio se decidió este año a adoptar puesto que sus hijas con anterioridad eran muy pequeñas, y confiesan que ha sido “una experiencia fabulosa, para ella y para mis hijas. Queríamos que conocieran la realidad de otros pueblos y ahora están mucho más sensibilizadas con todo lo que ocurre. Además han aprendido valores y nos ha demostrado ser una niña muy cariñosa y estupenda”.
Admiten que no ha habido problema con el lenguaje, puesto que la niña que han tenido acogida el año pasado estuvo en Italia y se defendía algo en un idioma distinto al suyo.

Y a la hora de la vivencia, tienen claro que repetirán, puesto que este año la experiencia ha sido maravillosa. La saharaui que ha compartido con este matrimonio dos meses ha sido muy sencilla, comprensiva y “no ha pedido nada por encima de sus posibilidades, ni regalos”. De todas formas, le han dado lo mismo que a sus hijas, pero le han inculcado a vivir dentro de sus posibilidades. A pesar de que no han querido llenarse de regalos a lo largo de su estancia aquí, porque la vuelta a su país de origen podría ser más traumático, en su viaje de regreso sí le han mandado ropa para ella y su familia, puesto que el invierno en Argelia es bastante complicado de pasar.

Julio Acale, el concejal de Izquierda Unida, también se vio inmerso en el momento de las despedidas, puesto que su familia, su mujer y sus cuatro hijos, han compartido dos meses con un niño de nueve años llamado Sidi, un chaval que afortunadamente tiene posibilidad de volver el año próximo por su edad, no como otros que han compartido estancia este año con familias portuenses y por tener cumplidos los doce años no podrán regresar de vacaciones.

Sidi es el primer año que vive esta experiencia, e igualmente Julio Acale admite que está encantado, al igual que para su familia ha sido uno más desde el principio. Sólo había que ver el rostro de alguna de sus hijas, empapado en lágrimas, para saber que este pequeño ha calado lo suficiente en esta familia. Por supuesto, y como bien indica, se queda una sensación extraña en el cuerpo a su partida, pero siempre queda el saber que se le puede visitar y que Sidi puede volver. Ya Julio Acale piensa incluso en ir a visitar los campamentos de refugiados en Tinduf en febrero, ya que Amal Esperanza hace una convivencia para que, precisamente las familias de acogida o las que se lo estén pensando, puedan conocer el lugar del que vienen los niños.

Al igual que Sidi, todos los niños que partieron, y en eso coinciden todas las familias, están llenos de valores que los portuenses deberían aprender, ya que, viviendo en una sociedad materialista y consumista, no los conocen.

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