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La tribuna de Viva Sevilla

50 cumpleaños del Parque Nacional de Doñana

Xim Cerdá, director de la Estación Biológica de Doñana (CSIC), analiza la situación del Parque Nacional al cumplirse su L aniversario.

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Siempre es una buena noticia poder celebrar los cincuenta años de algo, quiere decir que ha tenido continuidad y que sigue vivo. De estos cincuenta años del Parque Nacional de Doñana a buen seguro que nos alegramos todos: los gestores que se ocupan de su administración, los investigadores que intentamos desentrañar y explicar los secretos de sus ecosistemas, las organizaciones ecologistas que tantos años llevan defendiéndolo, y los ciudadanos para los que su nombre es emblemático. Porque en el mundo hay algunos parques nacionales cuyo nombre no necesita más explicación: Kruger, Galápagos, Yellowstone… y también Doñana.

Para los que trabajamos en Doñana, es una suerte, porque nos basta con decir su nombre a modo de carta de presentación. Sí, la “marca Doñana” se vende sola. Y es así gracias al buen hacer de muchos que, a lo largo de estos cincuenta años, la hicieron nacer y crecer adecuadamente.

En sus inicios, la Estación Biológica de Doñana (centro de investigación perteneciente al CSIC) y el Parque Nacional tenían un mismo director, así fue con nuestro fundador, José Antonio Valverde, la persona que convenció a las autoridades españolas de aquel tiempo y a los investigadores extranjeros que había que conservar Doñana. Gracias a su mediación, la organización conservacionista WWF compró en 1964 unos terrenos que cedió al CSIC (¡gracias amigos de WWF!), la actual Reserva Biológica de Doñana, que fue el embrión del Parque Nacional de Doñana declarado unos años más tarde.


Yo creo que es una suerte para un parque nacional tener a un centro de investigación en su territorio y Doñana es el único parque nacional que lo tiene. Pero también es una suerte para nosotros -como centro de investigación-, poder desarrollar ésta en un parque nacional y contribuir con nuestra ciencia a la conservación del mismo. Este tándem debería funcionar bien para que los científicos con nuestros estudios detectemos las posibles amenazas que se ciernen sobre Doñana y transmitamos la información a los gestores que deben ocuparse de su protección.

En el pasado ya hubo una catástrofe, el vertido tóxico de Aznalcóllar, que se superó siguiendo los consejos de un panel de expertos liderado por el entonces director de la Estación Biológica de Doñana, Miguel Ferrer. Más recientemente, la Junta de Andalucía también formó un panel de expertos para la restauración de Doñana tras el incendio. Es importante que los gestores se ayuden, en su toma de decisiones, del conocimiento científico de los investigadores.

Porque Doñana sufre numerosas amenazas: ya hace tiempo que se viene hablando del proyecto de almacén subterráneo de gas natural o de la falta de agua. Sin duda, el principal problema de Doñana es la sobreexplotación del acuífero por tantos pozos ilegales para regar los cultivos de la comarca. Y hay más amenazas, también ligadas a la sobreexplotación de los recursos: hay que llevar cuidado con el uso de un espacio protegido por el ganado, debemos saber muy bien cuánto ganado puede soportar sin destruir el ecosistema; y algo similar con las colmenas, porque la abeja doméstica podría acabar con la enorme riqueza de abejas salvajes de Doñana.

Comparto con el antiguo director de la Estación Biológica de Doñana, Javier Castroviejo,  su opinión de que Doñana está en riesgo, y el agua es el principal problema que tiene. Sin embargo, confío en que esté equivocado cuando dice que “Doñana entró en un punto sin retorno hace tiempo”. Prefiero ser optimista y pensar más bien lo que afirma el escritor Caballero Bonald en su texto tantas veces citado: “Doñana es indestructible. A pesar de tantos síntomas de menoscabo, la ‘tierra-madre’ acaba siempre castigando al que la ultraja”. Sí, esperemos que Doñana resulte indestructible, pero no debemos bajar la guardia, todos debemos hacer lo posible por defenderlo, y nosotros, los investigadores, seguiremos estudiándolo para seguir contribuyendo a su mejor conservación.

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