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El Loco de la salina

Carta a Caperucita Roja

Pero algunos cuerdos de ahí fuera han pensado que en tu cuento se producen muchas cosas sin sentido y que los niños se van a traumatizar con tus aventuras.

Publicado: 15/04/2019 ·
00:28
· Actualizado: 15/04/2019 · 14:38
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Autor

Paco Melero

Licenciado en Filología Hispánica y con un punto de locura por la Lengua Latina y su evolución hasta nuestros días.

El Loco de la salina

Tengo una pregunta que a veces me tortura: estoy loco yo o los locos son los demás. Albert Einstein

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Querida Caperucita: Perdona que te moleste a estas alturas, pero desde este manicomio quiero expresarte mi más sincera condolencia por lo que te está ocurriendo a ti y a tus eternos compañeros de cuentos infantiles. Estos tiempos modernos están decididos a quitarte de la circulación, a que desaparezcas de los cuentos de siempre y de la imaginación de los niños. Tu bonita historia, llena de cosas increíbles, de lobos, de abuelitas, de pan, leche y miel…, se va a terminar. Es cierto que los tiempos cambian, las personas de carne y hueso, también; y tú no ibas a ser menos, porque al fin y al cabo eres de papel.

Ya sé que has permanecido en nuestra imaginación desde nuestra más tierna infancia y que siempre nos llamó poderosamente la atención esa caperuza roja que llevabas puesta y esa valentía tuya por atravesar un bosque sabiendo que por allí iba a estar un lobo deseando comerte. Pero algunos cuerdos de ahí fuera han pensado que en tu cuento se producen muchas cosas sin sentido y que los niños se van a traumatizar con tus aventuras. Las abuelitas son alimento de primer orden, como si los lobos carecieran de delicadeza y fueran por ahí comiendo carne octogenaria; tú misma confundiste a la abuelita con el lobo e incluso le preguntaste por qué tenía las orejas tan grandes, y los ojos, y los dientes…¿Es que no estaba claro que el lobo se había disfrazado de abuelita? Le abren la barriga al lobo y le sacan a la abuelita, así sin anestesia…Son cosas que tienen que terminar.

Bueno, te cuento todo esto, porque nos hemos enterado en el manicomio de que una escuela de Barcelona ha analizado bajo la perspectiva de género más de 600 libros que tienen en su biblioteca. Y, cuando le preguntan sobre ti, responden que tu historia es muy negativa, que tiene contenidos machistas y racistas, que está fuera de lugar, que es negativa…En fin, que, si te vi, no me acuerdo y que de golpe van a tener que cerrar la biblioteca. Y nos hemos quedado de piedra. Como no teníamos nada que hacer, también nosotros hemos analizado los cuentos que tenemos aquí en el manicomio. Y fíjate, Caperucita, que al final hemos visto que también nosotros nos quedamos sin cuentos.

El de Blancanieves, porque podría convertirse en un juguete erótico para los enanitos sádicos, y el horno no está para bollos; el de la Cenicienta, porque no se puede ir por ahí perdiendo las zapatillas, y menos si son de cristal; el de la Bella y la Bestia, sin comentario; el de la Bella Durmiente, porque a ver si la gente va a creer que las muchachas se pasan el día dormidas y sin hacer nada; el del Patito Feo, porque también hay Patitas, aunque sean feas…Podría seguir, pero para qué cansarte.

En nuestra infancia nunca nos planteamos cosas tan evidentes como que tu mamá tenía el cerebro más chico que un mosquito pisoteado, porque ¡mira que mandarte a ver a la abuelita al quito pino, al final de un peligroso bosque, con lo peligrosos que son los bosques! Y esa es otra. ¡Mira que la abuelita dónde se fue a vivir sola! ¿No había un pisito más céntrico? Nunca nos planteamos el por qué tu mamá te envió a llevarle a la abuela el pan y la leche con la que estaba cayendo. Tampoco nos planteamos de pequeños la crueldad del lobo, que además de comerse a tu abuelita, quería comerse también a ti, así por la cara. Siento tu destino. Cuentos como el tuyo nos dejaron una honda huella que no hemos terminado de superar. Ahora comprendemos por qué estamos aquí dentro, pero lo que no acabamos de entender es que algunos y algunas estén tan panchos y panchas ahí fuera. Un abrazo.

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