Ahora se echan en falta a las ocho de la mañana los miles de corredores, andadores y el pleno del mundo del deporte amateur -uniformado- que inundaron los paseos y avenidas de toda España. La presión del confinamiento llevó a las calles - en forma deportiva- a una multitud que jamás estaba acostumbrada a hacerlo. Ahora las aglomeraciones se hacen en torno a las terrazas, pero no sabemos si son los mismos, ni lo conoceremos nunca. Debería hacerse una “equipo de rastreadores” -como las que investigan la expansión del coronavirus- para conocer la verdad. Fue todo tan raro como las protestas en la madrileña calle de Núñez de Balboa, que concluyeron cuando abrieron las mismas puñeteras terrazas, signo de la vieja España y de la “nueva normalidad” igualmente. En eso se apunta que el cambio carece, de momento, de mucho fondo.
La Comisión de Reconstrucción del Congreso de los Diputados terminó muy tarde y sin acuerdo general el viernes ya de noche. Sin aviones y sin trenes, los diputados se fueron también a las terrazas. ¿A dónde mejor, tras semanas de debates y con el calor asfixiante del verano madrileño? Se aprobaron los acuerdos, pero no hubo unanimidad porque populares y nacionalistas, por intereses distintos, se apartaron del texto general. Ciudadanos, la nueva fuerza responsable, apoyó, más que negó, las resoluciones, labrándose un nuevo camino hacia el centro de nunca jamás o al de irás y no volverás. Se irá sabiendo con el tiempo. Compás de espera, por tanto, en este asunto, al menos hasta que llegue la hora de la verdad, la hora de los Presupuestos Generales del Estado.
El foco central se centró en los jardines de la Moncloa. Fue un nuevo acuerdo, pero esta vez rodeado de olivos y pinsapos centenarios. El verde mola. Allí, sindicatos y patronales firmaron los Nuevos Pactos de la Moncloa. Los partidos se negaron, pero las fuerzas sociales han demostrado mucha mayor responsabilidad, porque son harto conscientes de la dificultad de la remontada desde el foso económico y social en que ha situado a las empresas y a los trabajadores el parón casi absoluto que supuso la pandemia. Con todas las miradas puestas en Bruselas, el compás de espera hasta que concluyan las vascas y gallegas, se llama fondos europeos, más precisos que nunca.