Lo que ha declarado Pablo Iglesias, equiparando la situación de Carles Puigdemont, fugado y del que el poder judicial español tiene solicitada su extradición, con el exilio republicano es una metedura de pata de las que hacen época. Por un puñado más de votos en Cataluña -cosa harto dudosa que consiga, por lo irreductible del voto soberanista o independentista- no se puede tirar por la borda los fundamentos de la democracia española. Si el razonamiento de Pablo Iglesias se llevara a las últimas consecuencias se deduciría que el gobierno del que es vicepresidente segundo permite exiliados y presos políticos. La siguiente consecuencia debería ser su dimisión irrevocable e inexcusable, por dignidad democrática.
Naturalmente, cuando su propio partido lo ha tenido que matizar y aclarar significa que se trató de una mera maniobra electoral mal calculada, por la frivolidad que encierra. Todas las asociaciones memorialistas lo acusan de banalizar el exilio republicano, en el sentido que le se le dio a la banalidad del mal en el nazismo. La impulsora de este concepto fue la alemana/norteamericana Hannah Arendt, huida del nazismo, que escribió Eichmann desde Jerusalén, con el subtítulo de Sobre la banalidad del mal, entendiendo por banalidad del mal el que existieron en ese tiempo en Alemania - se podría aplicar a cualquier dictadura- personas capaces de cometer grandes barbaridades y atrocidades siendo, en apariencia en su vida corriente, perfectamente normales.
Pablo Iglesias sin duda ha banalizado el exilio republicano. Un periodo de guerra, cárcel, campos de concentración, exterminio, huida furtiva en barcos repletos, persecución en caliente en algunos países de falsa acogida, por colaboracionistas con el franquismo, no se puede equiparar con la vida muelle de un eurodiputado en el Parlamento Europeo, con una gran residencia en Waterloo, que recibe centenares de donaciones oficiosas, oficiales y libres para organizar su vida, aunque esté perseguido por la justicia española. Es posible que la justicia española haya podido equivocarse y que puede ser enmendada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo o el Europeo de Luxemburgo, pero eso no exime a Puigdemont del cumplimiento de la legalidad, que puede ser enmendada por los mismos cauces legales. Harina de otro costal es la repentina conversión a la fe republicana y del exilio de medios y personas de la más rancia derecha que lo hacen simplemente por atacar a Iglesias.