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Arde Troya

Arde Troya. Malversar con la ciudad

No ha podido ser: PSOE y Unidas Podemos perdieron esta mañana la votación con la que pretendían una consulta popular

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No ha podido ser: PSOE y Unidas Podemos perdieron esta mañana la votación con la que pretendían una consulta popular sobre el mamotreto que Paco de la Torre quiere perpetrar en el puerto de Málaga.

De la Torre no quiere que los malagueños nos pronunciemos en un referendo porque sabe que, seguramente, lo perdería. Así que, en tiempos en los que podemos hacer casi cualquier cosa con nuestros teléfonos móviles, hay quien prefiere no conocer la opinión de los ciudadanos, para poder así campar a sus anchas. Y que me perdonen los que me insisten en que Paco es un demócrata convencido aunque venga de los últimos coletazos del franquismo, que lo colocó a dedo como presidente de la Diputación, allá por los primeros 70, cuando el ahora alcalde coqueteaba con la hija del Gobernador Civil de turno.

Así pues, tendrá que ser el Consejo de Ministros el que se pronuncie sobre esta aberración urbanística que quieren desarrollar sobre un muelle que ha reducido ya su vida útil a la cuarta parte por la mala calidad de los elementos constructivos con los que fue construido.

Le toca ahora a PSOE y Unidas Podemos ser consecuentes, además socios en el Ejecutivo, y no aprobar en La Moncloa lo que sus propios dirigentes locales cuestionan en Málaga.

Escribía Guillermo Busutil días atrás que “el paisaje es la conciencia de lo que somos”: de forma que es fácil concluir que muchos de nuestros concejales no tengan conciencia alguna de lo que son. Incluso es muy posible, que como vemos a diario con el asunto de las vacunas, solo vayan a sus mezquinas conveniencias y no al interés general, para el que fueron elegidos, y que en este caso es el propio paisaje como patrimonio de todos.

Termino. La apropiación de los bienes públicos que alguien tiene a su cargo —o a su disposición— por razón de sus funciones, tiene un nombre: malversación. Si entendemos que se están apropiando de un bien público como es nuestro patrimonio paisajístico para que un privado lo modifique a antojo, es fácil entender que están malversando con nuestra ciudad.

Ya es hora que abramos los ojos y nos rebelemos contra aquella máxima de Augusto Monterroso y que, cuando despertemos de este mal sueño, el dinosaurio franquista no esté todavía allí; o, al menos, no esté su forma de hacer urbanismo a la carta para quien ponga dinero a costa del interés público.

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