La fábrica de botellas echa el cierre tras 114 años de historia
Decepción y tristeza entre los familiares de los trabajadores de la singular industria
Las calaveras grabadas en una de las últimas botellas de la línea escenificaron ayer la desaparición de la actividad del vidrio desde 1896
“Por todos los que luchasteis por ella que Dios os lo premie. Y para los que la dejasteis morir, que os lo demande. Nunca te olvidaremos. Nuestra fábrica de botellas”. Este letrero y tres velas encendidas en recuerdo de los hornos en la portería de la factoría jerezana describían ayer a la perfección el estado de ánimo que vivía la plantilla el día del cierre. Como si se hubiera planeado, la jornada “triste” y “apenada” que los trabajadores tenían por delante amaneció más lluviosa y oscura que nunca.
Era como si el pueblo de Jerez se negara a decir adiós a un pedazo demasiado grande de su industria y así lo hicieron saber el goteo de familiares de los empleados, que desde las seis de la madrugada se fueron acercando a la ronda de los alunados para transmitir su apoyo y su particular homenaje en estos complicados momentos.
A las siete de la mañana se cortaba el gas del último horno que quedaba en activo en la fábrica, produciéndose a las 9 horas y 7 minutos las últimas botellas de vidrio. El apagón, que no culminará del todo hasta “dentro de dos o tres días”, dejaba atrás a 114 años de historia y por ello el comité de empresa no dudó horas después en escenificar el cierre presentado una colección de botellas de la última partida y grabando una de ellas con diversas calaveras aludiendo a la muerte de la singular industria jerezana.
“Es un día triste y aciago”
Las últimas palabras de Antonio Alba como presidente del comité de empresa (se prejubilará en enero con otros 43 compañeros más) y mostrando el vidrio describían la jornada como un día “triste” y “aciago” para los jerezanos, así como la “rabia contenida” al ser testigos de que “se nos escapa de nuestras manos algo de nosotros”.
Lo hacía entre el llanto inconsolable de varias mujeres de los trabajadores, que ayer todavía no se podían creer lo ocurrido, pero con mensajes de aliento para la plantilla. “Aunque no lo hayamos podido conseguir, vamos a luchar" porque los 40 puestos que se quedan se conviertan en 100 o más”. Pero antes de entonar un “hasta pronto”, porque Alba ayer no tenía palabras “para expresar la rabia” volvía a reprochar a la multinacional francesa que les haya “robado” el trabajo de tantos años aún obviando la rentabilidad de la factoría.
Era el último comunicado en los aparcamientos donde casi a diario y durante 83 días de lucha se dirigía a los 250 trabajadores para analizar los últimos avances y retroceso del conflicto y justo en la pared en la que se apoyaba Alba podía leerse otra de las muchas pintadas que estos días decoran las instalaciones. Esta vez le tocaba a él: “Antonio Alba, si morimos, morimos todos con tu honradez”.
Mientras tanto, en el interior de la fábrica por primera vez las conversaciones de los trabajadores podían escucharse sin apenas forzar la voz. Las máquinas estaban paradas y en el suelo sólo quedaban restos de vidrio. Y es que aunque desde las seis de la mañana toda la plantilla acudió ayer a trabajar, una vez apagado el horno y retirada las últimas botellas, los empleados iban abandonando el recinto sin el mono azul, dejando dentro a los encargados de desmontar parte de la maquinaria y a un retén que se quedaría toda la tarde y continuará de guardia en los próximos días hasta que el horno se apague definitivamente.
Desmontando hasta el martes
Hasta el martes, habrá vida en el interior de la fábrica, pero sólo la de un grupo de empleados, que ayer reconocían sentirse “muy solos” dedicados a la tarea del desmontaje de un recinto repleto de pintadas, en las que se avisaba que “la vieja guardia nunca muere”, y sobre todo, se recriminaba a la directiva la decisión tomada. A partir de ahí, tras el parón de diciembre, las prejubilaciones (44), los traslados a la planta de Alcalá de Guadaira de Sevilla (26) y las recolocaciones en el nuevo centro logístico (40), serán efectivos a partir del mes de enero. Será el primer mes del año y marcará un punto de inflexión en el que el solar de 120.000 metros cuadrados tendrá que sufrir algunas remodelaciones para la nueva actividad. Sin embargo, el “futuro” para los 40 trabajadores que se quedan en Jerez dedicados a reparar moldes, entre otras funciones, todavía podía esperar, ayer era inevitable mirar a un paisaje cuanto menos desolador. Por primera vez no saldría más humo de las tres chimeneas. Los tres hornos, el clausurado en 1986 como consecuencia de un ERE pactado con el comité, junto con el segundo que la empresa cerraría en 2003 con el mismo procedimiento, y el tercer y último que le quedaba a Jerez operativo, volvían a estar al mismo nivel. Era como si retrocedieran al día 4 de mayo de 1896, pero minutos antes de ser encendidos. Era la imagen que la plantilla de la fábrica y los propios jerezanos no querían haber vuelto a ver nunca y para la que el pasado 4 de septiembre iniciaron una campaña de reacción que se ha prolongado durante tres meses con protestas a las que se fueron sumando cada vez más ciudadanos de Jerez. Paralelamente, aumentaban las convocatorias y Jerez se iba vistiendo de azul a base de banderas con un claro lema “No al cierre de Vicasa”, que a medida que avanzaban las semanas se convertía un símbolo casi obligado en los balcones y los distintos actos que se celebraban en Jerez, inclusive los partidos de fútbol de Primera División en los que debutaba el Xerez. La mejor prueba de que el pueblo no se resignaba a este cerrojazo llegaba el 29 de diciembre con una movilización en la que 12.000 personas gritaron un “no” rotundo y en mayúsculas contra el anuncio de la multinacional.
Y es que los sábados de los últimos tres meses han sido para y por los trabajadores de la fábrica de botellas con las protestas más originales que se recuerdan hasta ahora: un abrazo solidario de miles de personas al recinto de la fábrica, una caravana por la ciudad, una sentada en Madre de Dios, una cacerolada en el Minotauro, un mosaico frente al González Hontoria y una marcha a Madrid para comunicar personalmente su negativa , sin contar con las cuatro jornadas de huelga general. Lejos de pensar que todo ese esfuerzo ha sido en vano, ayer una vez más los abrazos y los llantos en la portería, dejaban entrever alguna tímida sonrisa. La de la dignidad por haber luchado hasta el final.
“Jerez aún no sabe lo que ha perdido”
Carmen Rodríguez y su marido, se trasladaron a Jerez hace casi treinta años cuando a él lo destinaron a la fábrica de botellas. Ahora, tras estar uno en el paro, a sus 54 años se ha quedado fuera del plan de prejubilaciones “por tan sólo meses”, con lo que será uno de los empleados que tendrá que irse a la planta de Sevilla. Sin embargo, las lágrimas de Carmen ayer no eran por estas razones, sino porque, como dijo entre llantos, “hemos luchado mucho por ella (por la fábrica) y que Jerez no se ha dado cuenta todavía de lo que va a perder; son muchos puestos de trabajo, mucha lucha desde el primer día, codo a codo”.
Como muchos familiares de los trabajadores, Carmen no ha faltado a ninguna de las manifestaciones que se han convocado a lo largo de estos tres últimos meses.
“No nos van a desunir”
Como señaló, tantos días de sacrificio, de preocupación y de incertidumbre han fructificado en otra familia más, la de la fábrica de botellas de Jerez, “y no nos van a desunir. Todos vamos a seguir unidos, lo que pasa es unos hemos salido de una forma y otros de otra, pero vamos a seguir luchando”, reconoció.
Por delante, tras afrontar su segundo traslado, tiene una etapa complicada. “Mi marido y yo tendremos que empezar de cero, cuando ya una aquí tiene sus arraigos, porque después de 27 años ya me considero jerezana. Y la empresa nos decía que no iba a ser traumático”, lamenta.
Era como si el pueblo de Jerez se negara a decir adiós a un pedazo demasiado grande de su industria y así lo hicieron saber el goteo de familiares de los empleados, que desde las seis de la madrugada se fueron acercando a la ronda de los alunados para transmitir su apoyo y su particular homenaje en estos complicados momentos.
A las siete de la mañana se cortaba el gas del último horno que quedaba en activo en la fábrica, produciéndose a las 9 horas y 7 minutos las últimas botellas de vidrio. El apagón, que no culminará del todo hasta “dentro de dos o tres días”, dejaba atrás a 114 años de historia y por ello el comité de empresa no dudó horas después en escenificar el cierre presentado una colección de botellas de la última partida y grabando una de ellas con diversas calaveras aludiendo a la muerte de la singular industria jerezana.
“Es un día triste y aciago”
Las últimas palabras de Antonio Alba como presidente del comité de empresa (se prejubilará en enero con otros 43 compañeros más) y mostrando el vidrio describían la jornada como un día “triste” y “aciago” para los jerezanos, así como la “rabia contenida” al ser testigos de que “se nos escapa de nuestras manos algo de nosotros”.
Lo hacía entre el llanto inconsolable de varias mujeres de los trabajadores, que ayer todavía no se podían creer lo ocurrido, pero con mensajes de aliento para la plantilla. “Aunque no lo hayamos podido conseguir, vamos a luchar" porque los 40 puestos que se quedan se conviertan en 100 o más”. Pero antes de entonar un “hasta pronto”, porque Alba ayer no tenía palabras “para expresar la rabia” volvía a reprochar a la multinacional francesa que les haya “robado” el trabajo de tantos años aún obviando la rentabilidad de la factoría.
Era el último comunicado en los aparcamientos donde casi a diario y durante 83 días de lucha se dirigía a los 250 trabajadores para analizar los últimos avances y retroceso del conflicto y justo en la pared en la que se apoyaba Alba podía leerse otra de las muchas pintadas que estos días decoran las instalaciones. Esta vez le tocaba a él: “Antonio Alba, si morimos, morimos todos con tu honradez”.
Mientras tanto, en el interior de la fábrica por primera vez las conversaciones de los trabajadores podían escucharse sin apenas forzar la voz. Las máquinas estaban paradas y en el suelo sólo quedaban restos de vidrio. Y es que aunque desde las seis de la mañana toda la plantilla acudió ayer a trabajar, una vez apagado el horno y retirada las últimas botellas, los empleados iban abandonando el recinto sin el mono azul, dejando dentro a los encargados de desmontar parte de la maquinaria y a un retén que se quedaría toda la tarde y continuará de guardia en los próximos días hasta que el horno se apague definitivamente.
Desmontando hasta el martes
Hasta el martes, habrá vida en el interior de la fábrica, pero sólo la de un grupo de empleados, que ayer reconocían sentirse “muy solos” dedicados a la tarea del desmontaje de un recinto repleto de pintadas, en las que se avisaba que “la vieja guardia nunca muere”, y sobre todo, se recriminaba a la directiva la decisión tomada. A partir de ahí, tras el parón de diciembre, las prejubilaciones (44), los traslados a la planta de Alcalá de Guadaira de Sevilla (26) y las recolocaciones en el nuevo centro logístico (40), serán efectivos a partir del mes de enero. Será el primer mes del año y marcará un punto de inflexión en el que el solar de 120.000 metros cuadrados tendrá que sufrir algunas remodelaciones para la nueva actividad. Sin embargo, el “futuro” para los 40 trabajadores que se quedan en Jerez dedicados a reparar moldes, entre otras funciones, todavía podía esperar, ayer era inevitable mirar a un paisaje cuanto menos desolador. Por primera vez no saldría más humo de las tres chimeneas. Los tres hornos, el clausurado en 1986 como consecuencia de un ERE pactado con el comité, junto con el segundo que la empresa cerraría en 2003 con el mismo procedimiento, y el tercer y último que le quedaba a Jerez operativo, volvían a estar al mismo nivel. Era como si retrocedieran al día 4 de mayo de 1896, pero minutos antes de ser encendidos. Era la imagen que la plantilla de la fábrica y los propios jerezanos no querían haber vuelto a ver nunca y para la que el pasado 4 de septiembre iniciaron una campaña de reacción que se ha prolongado durante tres meses con protestas a las que se fueron sumando cada vez más ciudadanos de Jerez. Paralelamente, aumentaban las convocatorias y Jerez se iba vistiendo de azul a base de banderas con un claro lema “No al cierre de Vicasa”, que a medida que avanzaban las semanas se convertía un símbolo casi obligado en los balcones y los distintos actos que se celebraban en Jerez, inclusive los partidos de fútbol de Primera División en los que debutaba el Xerez. La mejor prueba de que el pueblo no se resignaba a este cerrojazo llegaba el 29 de diciembre con una movilización en la que 12.000 personas gritaron un “no” rotundo y en mayúsculas contra el anuncio de la multinacional.
Y es que los sábados de los últimos tres meses han sido para y por los trabajadores de la fábrica de botellas con las protestas más originales que se recuerdan hasta ahora: un abrazo solidario de miles de personas al recinto de la fábrica, una caravana por la ciudad, una sentada en Madre de Dios, una cacerolada en el Minotauro, un mosaico frente al González Hontoria y una marcha a Madrid para comunicar personalmente su negativa , sin contar con las cuatro jornadas de huelga general. Lejos de pensar que todo ese esfuerzo ha sido en vano, ayer una vez más los abrazos y los llantos en la portería, dejaban entrever alguna tímida sonrisa. La de la dignidad por haber luchado hasta el final.
“Jerez aún no sabe lo que ha perdido”
Carmen Rodríguez y su marido, se trasladaron a Jerez hace casi treinta años cuando a él lo destinaron a la fábrica de botellas. Ahora, tras estar uno en el paro, a sus 54 años se ha quedado fuera del plan de prejubilaciones “por tan sólo meses”, con lo que será uno de los empleados que tendrá que irse a la planta de Sevilla. Sin embargo, las lágrimas de Carmen ayer no eran por estas razones, sino porque, como dijo entre llantos, “hemos luchado mucho por ella (por la fábrica) y que Jerez no se ha dado cuenta todavía de lo que va a perder; son muchos puestos de trabajo, mucha lucha desde el primer día, codo a codo”.
Como muchos familiares de los trabajadores, Carmen no ha faltado a ninguna de las manifestaciones que se han convocado a lo largo de estos tres últimos meses.
“No nos van a desunir”
Como señaló, tantos días de sacrificio, de preocupación y de incertidumbre han fructificado en otra familia más, la de la fábrica de botellas de Jerez, “y no nos van a desunir. Todos vamos a seguir unidos, lo que pasa es unos hemos salido de una forma y otros de otra, pero vamos a seguir luchando”, reconoció.
Por delante, tras afrontar su segundo traslado, tiene una etapa complicada. “Mi marido y yo tendremos que empezar de cero, cuando ya una aquí tiene sus arraigos, porque después de 27 años ya me considero jerezana. Y la empresa nos decía que no iba a ser traumático”, lamenta.
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