Si la inflación desbocada y la incapacidad del Gobierno de Pedro Sánchez para atajarla no han sido motivos suficientes para que los españoles se rebelen, la supresión de la Filosofía como optativa en el nuevo currículo de Educación Secundaria Obligatoria tampoco lo hará. Todo pese a que, si el encarecimiento de los precios nos hace más pobres, la decisión del Ministerio de Educación (es un decir...) nos convierte en esclavos del dogmatismo.
El presidente del Gobierno se manifestó a favor de la asignatura en reiteradas ocasiones cuando ejercía de azote de Mariano Rajóy y encandilaba a las bases del PSOE. Su formación se sumó al resto con representación parlamentaria en 2018 para firmar un compromiso de reforzar la Ética en la ESO. Y ya ven. Donde dije digo... Otra vez.
Los docentes están que fuman en pipa. Pero los sindicatos educativos no han dicho esta boca es mía, enredados en su cruzada contra la educación concertada y la rebaja de la ratio. Como si reducir el número de escolares por aula fuera suficiente para garantizar una educación de calidad.
La batalla está perdida de antemano porque antes de la supresión de la Filosofía quedaron arrinconadas las asignaturas de Latín y Griego y quienes perpetraron esa barbaridad siguen con nómina a cargo del Estado, militando en partidos políticos sin espacio para la educación en sus programas electorales.
La partitocracia está pudriendo el sistema democrático español. El sectarismo lo corroe. De un lado al otro del espectro, los profesionales de la cosa pública aspiran a modelar a una opinión pública que se limite a dar like a sus eslóganes propagandísticos. Celebran el alcance de sus tuits encantados porque el seguidismo irreflexivo les sirve para continuar en el machito. No quieren ciudadanos, sino hooligans descerebrados. Comparten interés con las grandes empresas, que no ven ni tan siquiera animales de dos pies sin plumas en las colas de las tiendas y los supermercados, sino torrecillas de euros.
El Gobierno más progresista de la historia asesta un golpe terrible a las familias con menos recursos, por otro lado. La educación es un instrumento fundamental para corregir las desigualdades sociales. Quienes tengan suficientes para costearse una educación privada a la carta ganan. Los que dependen de lo público pierden. Los que parten de una posición privilegiada socioeconómica podrán conducir a sus hijos por una formación de calidad. Los que nacen y crecen en entornos vulnerables, sin libros, sin acceso a la cultura, sin referentes, no los encontrarán en las escuelas a menos que se crucen con profesores capaces de despertar su curiosidad por los saberes que permitieron al hombre abandonar la caverna. Fiamos el futuro a un puñado de hombres y mujeres que ni tan siquiera están respaldados por los currículos, que habrán de transmitir sus conocimientos al margen de los objetivos marcados por la Administración. La tiranía se abre paso. Vienen tiempos oscuros. Pobres generaciones futuras.