El Pontífice hizo esa petición en el discurso que dirigió al arzobispo Crisóstomos II, jefe de la Iglesia Ortodoxa Chipriota, con el que se reunió por segunda vez durante su visita a esta isla del Mediterráneo.
Benedicto XVI entregará hoy a los obispos de Oriente Medio el documento preparatorio del Sínodo sobre la situación de la iglesia en esta zona del mundo, que se celebrará del 10 al 24 de octubre en el Vaticano.
“Nadie puede quedar indiferente ante la necesidad de apoyar con todos los medios posibles a los cristianos de esta atormentada región, de manera que estas antiguas iglesias puedan vivir en paz y prosperidad”, afirmó el Papa.
Las iglesias católicas en Tierra Santa forman una maraña de pequeñas comunidades católicas, que sólo llegan al 1,8 por ciento de la población, según datos del Vaticano, y que conviven con otras ortodoxas y protestantes, así como con judíos y musulmanes.
Motivo de reflexión
El Obispo de Roma dijo que la situación de conflicto permanente en Oriente Medio es “sin duda” motivo de reflexión para los cristianos.
En esta segunda jornada, el Papa reiteró ante Crisóstomos II y el Santo Sínodo, máximo órgano de Gobierno de esta iglesia, la necesidad de llegar a la unidad "plena y visible" de las Iglesias de Oriente y Occidente, separadas tras los concilios de Efeso y Calcedonia y el cisma de 1054.
El Papa les exhortó a luchar por la paz y la reconciliación, y a construir para las futuras generaciones “una sociedad que se distinga por el respeto de los derechos de todos, incluyendo el derecho inalienable de libertad de conciencia y de culto”.
Obispos ortodoxos no asisten a la comida del Papa
Cinco miembros del Santo Sínodo de la Iglesia Ortodoxa Chipriota no asistieron ayer al almuerzo que el arzobispo Crisóstomos II ofreció al Papa Benedicto XVI en Nicosia, al no estar de acuerdo con la visita del jefe de la Iglesia Católica, al que tachan de ’hereje’.
Entre los que rechazaron la invitación a dicho acto se encuentra el arzobispo de Limasol, Anastasio, el más duro en las críticas al Obispo de Roma y que no le considera “digno” de pisar esta tierra, desde la que comenzaron a evangelizar san Pablo y san Bernabé y donde se convirtió al cristianismo el primer europeo con un importante cargo público, el procónsul romano Sergio Paulus.
Las críticas de cinco de los diecisiete miembros del Santo Sínodo se enmarcan en la misma línea que lo ocurrido cuando Juan Pablo II viajó a Atenas en 2001 y numerosos obispos ortodoxos le echaron en cara los daños que les causó la Iglesia de Roma a lo largo de los siglos. Crisóstomos II les amenazó con expulsar del Sínodo durante un año a los que se atrevieran a boicotear el viaje del Papa. Los miembros del Sínodo han estado en todos los actos oficiales