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"El líder de la secta me hizo creer que yo tenía un muerto dentro"

Una de las víctimas de la secta satánica relata cómo llegó hasta ella y las vejaciones que sufrió durante el tiempo que permaneció recluida en el chalé de Los Gallos. Al menos, otras tres personas pasaron por su misma experiencia

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Lo hizo todo por su hijo de 25 años. Buscaba desesperadamente una solución para la grave enfermedad que el joven padece y que la medicina convencional no ha conseguido curar. Animada por la buena experiencia que años atrás había tenido con un curandero, decidió recurrir de nuevo a esos otros supuestos métodos de curación. Era su último recurso. Entre las decenas de curanderos, videntes y brujos que se anunciaban en los periódicos y en internet, fue a toparse con Carlos Javier Rojas, quien le aseguraba una solución al problema en tres días. “Tenía una gran capacidad de persuasión y me convenció”, señala esta víctima de 47 años, natural de Sevilla.

Por seguridad, decidió ser ella la que se sometiera primero al tratamiento. Si era capaz de curarle sus problemas de espalda y cadera, llevaría luego a su hijo. Se suponía que, por los 3.600 euros que le costaba, debía estar sana en tres días, pero nada más lejos de la realidad. “Al principio le creí, porque tiene una gran capacidad de convicción. Me aseguraba que había curado a mucha gente, entre ellos algunos famosos”, cuenta esta mujer. De eso alardeaba bastante, hasta el punto de que en uno de sus anuncios que aún figuran en internet se puede leer: “Vidente, brujo Satán, poderes de nacimiento. Recupero a tu pareja en tres días. Curaciones mal de ojo. Trabajo, negocio, salud, dinero. No hay nada que se me resista. Pido máxima seriedad por favor ya que son trabajos muy fuertes. Soy conocido en el mundo como Satán. He trabajado con políticos y presidentes de fútbol con unos resultados fiables el cien por cien”.

Bien sea por esos supuestos buenos resultados o por la capacidad de persuasión del líder, esta víctima aceptó someterse al tratamiento. Durante un tiempo estuvo yendo y viniendo de Sevilla a Chiclana para asistir a diversos rituales en el chalé de Los Gallos. Pronto se dio cuenta de que algo raro estaba sucediendo, pero antes de que le diera tiempo a reaccionar, ya había probado de sus “pócimas mágicas” -probables drogas- y caído en sus redes. “Me dijo que yo tenía un muerto dentro y que si no dejaba que me ayudara no pasaría de las Navidades”, relata. Para seguir tratándola le pedía más y más dinero. “No me explico aún por qué pero llegué a darle todo lo que tenía”, dice la víctima, que vendió incluso su casa de Sevilla para pagarle.

Tras la venta de su vivienda se trasladó a la sede de la secta y fue allí donde comenzó su cautiverio. En ella residían otras tres víctimas más -dos mujeres, de 31 y 45 años, de Algeciras y Huelva, y un hombre, de 33, de San Fernando-. Cada uno había llegado con un problema diferente, pero ahora todos se encontraban en la misma situación, controlados día y noche y esclavizados. Apenas podían relacionarse entre ellos. “Sólo nos dejaba relacionarnos con el diablo. Nos había anulado completamente, supongo que con drogas, y nos tenía como esclavos. Nos decía que Satán quería a gente trabajadora”. Así les obligaba a realizar reformas en el domicilio o tareas del hogar. “No nos dejaba salir para nada más que para sacar dinero”, asegura.

Aunque tiene grandes lagunas de memoria, esta víctima no olvidará nunca las vejaciones a las que fue sometida ni los rituales satánicos a los que tuvo que asistir, en los que eran sacrificados animales con gran dureza. Al menos un gallo y un chivo, ambos de color negro, aparecieron enterrados en el jardín. A su juicio la que organizaba todos los rituales era la pareja de Carlos Javier, la otra cabecilla. Se trataba de Marisa Maidana, una joven paraguaya de 24 años, que, según fuentes policiales, tenía un expediente de expulsión de España pero éste no había sido ejecutado.

“Los rituales se hacían en una habitación completamente pintada de negro y en la que había una imagen. Allí nos metía a todos y teníamos que ver al diablo aparecerse. Yo no veía nada, por lo que era insultada. Algunos episodios no los recuerdo, supongo que porque me tenía drogada, pero mis compañeros me han contado cómo me maltrataba psicológicamente y no sé si también físicamente”, narra esta mujer.

Dependencia

Pese a todo lo anterior, una fuerza extraña le hacía depender de su captor, quien aseguraba ser el “verdadero hijo de Satán”. “Tuve varios momentos de lucidez, en los que me rebelaba y huía de allí. Pero él me llamaba y no sé si por miedo o por qué siempre volvía. Me amenazaba con que mi familia y yo moriríamos si no lo hacía. Decía que Satán iría a por mí con toda su fuerza”, cuenta. Aguantó durante un mes, hasta que hace unas semanas el líder le pidió que llevara a su hijo y eso le hizo decidirse a huir de manera definitiva y a denunciar los hechos ante la Guardia Civil. Era el principio de la Operación Creador.

Su paso por la secta satánica le ha costado no sólo el dinero, sino también la salud y hasta la familia. “Mi otra hija ha dejado de hablarme porque no entiende cómo me ha pasado esto. Ni siquiera yo lo sé. Necesito atención psicológica”. No tiene trabajo ni apenas dinero, lo justo para pagarse el alquiler de una vivienda. “Necesito encontrar un empleo para salir adelante”, dice desesperada esta mujer, a la que aún le aterra lo que pueda hacerle su captor cuando salga de la cárcel. “Tengo mucho miedo”, concluye esta víctima.

Este medio pudo contactar ayer con otro de los afectados, un joven de 33 años de San Fernando, quien prefirió guardar silencio sobre lo ocurrido. “Hemos pasado mucho y estoy en tratamiento psicológico. Además en mi trabajo no saben nada y no quiero que se enteren. Prefieron no hablar sobre este asunto porque me produce mucho daño”, se limitó a decir.

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