Mbappé eligió la vida cómoda, seguir en su zona de confort en París y renunciar a un gran desafío.
El Real Madrid tenía su palabra. En otra vida un apretón de manos incluso tenía un valor consuetudinario. Hoy, en la época de los gamers, los chicos de su generación, como Mbappé, prefieren vivir en ‘cárceles de oro’, inundados de dinero que no podrán gastar en la vida el resto de sus generaciones. Viven al día.
Qatar es un país poderoso e influyente. La reciente visita del emir Tamim bin Hamad Al Thani Emir a Madrid sirvió para familiarizar al ciudadano español con este país, que con la riqueza que le da sus reservas de gas, se convierte en uno de las figuras clave del tablero geopolítico mundial.
Kylian Mbappé decía que era del Real Madrid. Tenía incluso algún póster de sus jugadores en su habitación de crío. Es la única época en la vida que dicen la verdad. Ya de mayores, esa referencias son huecas, de discurso infantil. Lo malo, es que aún hay aficionados al fútbol ingenuos, inocentes, que creen en este tipo de argumentos para ilusionarse con un fichaje. Mbappé, como el resto, no son de ningún equipo. Son profesionales, a veces esclavos inclusos de terceros, y no son dueños de sus vidas.
El PSG ha bañado de oro a Mbappé. Y sobre todo a su familia. Y a su madre. Es legítimo. Un club de nuevo cuño necesita ganar una Champions con urgencia. Y no le sobran jugadores en este momento para abordar el reto. Preserva su patrimonio por tierra, mar y aire.
Mbappé es un artista de la industria del fútbol, que hay que ordenar con urgencia. Afortunadamente, la FIFA, a partir del año que viene, con su nuevo reglamento de traspasos, eliminará esta locura donde gana comisiones millonarias todo aquel que pasa por la negociación. Habrá un antes y un después de esta renovación. Los padres sólo cobrarán una comisión cerrada con un máximo de un 10 por ciento si son agentes. Si no, tendrán que esperar lo de toda la vida, que sus hijos sean generosos y compartan fortuna con sus padres.
El PSG es mucho PSG. La semana pasada Al-Khelaifi, en el trajín de viajes, reuniones, comidas y cenas que hubo en Madrid, en el restaurante Amazónico, ya anunció a todos los presidentes de clubes europeos que forman la ECA, que Mbappé seguía en París. La información corrió como la pólvora por Madrid y en las oficinas de Valdebebas comenzaron a sospechar ya que el fichaje se perdía.
Sacar a Mbappé del PSG era una quimera. Florentino Pérez lo intentó sabiendo que era un esfuerzo hercúleo. Y conociendo también que tendría palos en las ruedas difíciles de superar. Por eso, su discurso público siempre fue de respeto máximo a Al-Khekaifi. La dimensión del Madrid le hace pasar pagina rápido. El acuerdo de explotación del nuevo Bernabéu le sitúa en un paisaje económico favorable y descomunal para seguir con ese objetivo de asimilar su imagen a la de Disney en la industria del entretenimiento.
La expectación era máxima. El aficionado medio espera que no haya ningún pícaro del entorno de Mbappé que gane dinero con un documental sobre esta decisión.
El Madrid acaba con un culebrón que tenía al club en vilo. Ya puede centrarse rápido en la final de París ante el Liverpool. Y por otra parte, seguir con la reflexión de si es mejor fabricar cracks que comprarlos a precios fuera de mercado. Vinicius es un ejemplo. Buena captación, gran crecimiento y rendimiento top.
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Mbappé eligió la vida cómoda, seguir en su zona de confort y renunciar a un gran desafío
El Real Madrid tenía su palabra. En otra vida un apretón de manos incluso tenía un valor consuetudinario
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