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El Puerto

Lo que yo te diga... de la fiesta nacional

Luis Miguel Morales VS Quique Pedregal.

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  • PLAZA DE TOROS -

Luis Miguel Morales | Sin alma de jardinero y con más moral que escudos tierra aire, me meto de lleno en un jardín espinoso donde los haya, me pronuncio y me posiciono sobre la mal llamada fiesta nacional. Los toros, sí. Más que nada porque quiero y porque puedo. Gracias.

Perdone que discrepe con los que la definen como arte, cultura y un estilo de vida. ¿Me sonrojo o espero? Sigo.

Comparar una obra de arte, justificar una salvajada -animalada si me lo permiten- que quiere que les diga... como que no. No me alineo a la nueva corriente animalista. Las modas van y vienen, el amor a los animales es, o eso creo, inherente al ser humano.

El sufrimiento gratuito -paradójico que digan en su favor justificado que aporta 45 millones por el IVA recaudado- nunca debiera ser un negocio.

Por esa regla de tres habría que bendecir las guerras. Ya saben, armas, destrucción, construcción... Las tradiciones de cada pueblo dicen mucho o muy poco de él. El animal, en la tierra del Quijote, siempre tuvo su protagonismo. La víctima, también.

El verano nos ofrece de sur a norte y de oeste a este las distintas modalidades más cruentas de utilizar el maltrato como divertimento.
Cabras, patos o becerros. Da igual, eso ya lo hacía el abuelo de mi abuelo y es bueno. Qué de razones más convincentes para dormir la moral.

Ya saben, el toro no sufre. Vive como un rey. Distinto si fuese un elefante. Si no fuera por las   corridas no existirían. Gracias de nuevo.

El debate abierto de prohibir o no la matanza se cruza con los cada vez más denunciables casos de maltratos. El sentir, la pasión y la radicalidad no debieran reñir con el respeto máximo a los amantes de la tradición.

Fiscalizar las subvenciones del dinero público debe cerrar el grifo a circos, ferias, plazas y festejos vergonzosos. Sonrojante la cuadrilla canterana que toma el relevo. ¿De veras que eso queremos para nuestras venideras generaciones? La ¿fiesta? agoniza, me alegro y no lo digo yo, sino los taurinos.

De familia taurina, de abuelo novillero y de asiduo a la Maestranza de niño, digo que amo a los toros, pero en el campo. Libre como el que suscribe esta opinión.

La libertad de expresión sí que es una tradición a cultivar. Ya lo dijo El Libi, “no es lo mismo cultura que culturismo”.
Quique, larga y cambiá mirando al tendido, lo que yo te diga. A puerta gallola me arrodillo. Suerte maestro. De nada.

Quique Pedregal | Es verdad que tratar de estos temas, como de Religión, Política o Fútbol, te acarrea críticas a favor y en contra. Sobre este asunto, pasa como casi siempre en una plaza de toros: hay división de opiniones.  A mí personalmente me gustan las corridas de toros, el ambiente, la música, la seriedad que impregna la representación…

No me gustan las animaladas que a veces se presencian en un coso. Puyazos de más, banderillas en sitios inadecuados, estocadas interminables, etcétera. También te digo que un torero no es un asesino, como gritan los anti taurinos tantas y tantas veces, y que por esa regla de tres sería un asesino el carnicero que desmiembra una res o el que pisa una cucaracha en el salón de su casa. Ojo con las palabras que usamos (asesinar: matar a alguien con premeditación, alevosía, etc.), ni tanto ni tan calvo.

Al margen de la repercusión económica de esta actividad: empleos, riqueza, turismo…, la fiesta de los toros debe ser entendida como una enseña de la tradición española. ¿Que el astado no sufre porque tiene un trozo de piel grueso que le amortigua el dolor? Discrepo.

El animal sangra y se duele, digan lo que digan. ¿Que el animal nace y muere en la dehesa porque es criado solo para la lidia y que si no se extinguiría la raza? Disiento. Muchos de los toros del campo son desechados por falta de trapío, bravura o accidente y terminan siendo consumidos por taurinos y anti taurinos.

La Fiesta Nacional, se llama así desde tiempos inmemorables, está regulada por una ley aprobada en el Parlamento español, máxima expresión representativa de la ciudadanía, y está integrada por una serie de artículos que definen lo que este espectáculo debe ser.

Si los españoles están dispuestos a cambiar esta fiesta o a eliminarla, a pedir a la UNESCO que no la declare patrimonio cultural inmaterial de la humanidad o a solicitar que se regule de distinta manera: programa, elecciones, Parlamento, ley, Senado, aprobación y listo. A hacer política en el Congreso.

Ni los toros son de derechas ni las pancartas de izquierdas.

Ah, y subvenciones, ni una. Ni para los toros, ni para un concierto deflauta, ni para el fútbol. Subvenciones para  el que no puede comer, vestir y vivir dignamente.
Tema conflictivo, Luismi. Lo que yo te diga.

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