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El Puerto

Un camino complicado hacia un futuro incierto

El portuense Diego Llopis teme que la policía acuda, uno de estos días, sin avisar, para perpetuar el derribo de su vivienda, en Cantarranas

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  • Calle Surtidores, en Cantarranas -

Diego Llopis continúa recorriendo un camino complicado que comenzara hace 22 años debido a la denuncia de un vecino y que lleva a su familia y a él mismo hacia un futuro incierto, que puede acabar, si nadie lo remedia, al derribo de su vivienda, situada en Cantarranas. En 1995, debido a la denuncia de un vecino que ya no mora en esta zona, se encontraron con una orden de derribo que se ha ido posponiendo en el tiempo pero que cada día parece más inminente.


Uno de los últimos pasos que ha dado este portuense fue acudir, a finales de la semana pasada, a los juzgados a Sevilla, donde se gestiona su caso, para entregar al juez una sentencia del Tribunal Europeo de los Derechos Humanos, de Estrasburgo, muy similar a su situación, pero ocurrido en Galicia, y en el que se ha fallado a favor de los vecinos. En cambio, añade que “a nosotros nos condenan a cadena perpetua de por vida”.


Por otro lado, los vecinos de Cantarranas han entregado al Ayuntamiento hace poco el Plan Parcial, lo que supone que están más cerca de la regularización de sus viviendas, que se encuentra en suelo urbano no consolidado. Y es entonces cuando se pregunta, “¿Si tiran mi casa, dónde voy? Y si me tiran mi casa voy a ir a Estrasburgo”, porque tienen la sentencia dictada en Galicia como precedente, “y me tendrán que devolver mi casa, y entonces serán todos los portuenses los que tendrán que pagar. ¿Libran dinero para derribar una vivienda, cuando dicen que no hay dinero para cosas necesarias como arreglar una calle?”, indica en relación al Consistorio. Y es que, todo esto le parece una “incongruencia, porque en breve podremos urbanizar y no es de recibo que tiren mi casa”.


La tristeza, la agonía de qué pasará y la incertidumbre se reflejan en el rostro de Diego Llopis, que relata su historia, asistiendo a la intranquilidad de qué pasará, porque como bien indica, en cualquier momento la Policía puede acudir a hacerles que salgan de su casa. Y se pregunta, “entonces, ¿qué hacemos mi mujer y yo?”. Y es que, la última vez que acudieron a la calle Surtidores de Cantarranas para intentar efectuar el derribo, se tuvieron que marchar debido a la presión vecinal, ya que acudieron unos 300 vecinos a dar su apoyo, pero tiene miedo de que la próxima vez lo hagan a horas intempestivas para que no haya vecinos.


La pelota está en el tejado del Ayuntamiento, en el área de Urbanismo, que será el que tenga que responder al juzgado cuando éste pregunte acerca de la situación de este vecino, según explica Llopis. Como bien afirma, “dependiendo de la respuesta del Ayuntamiento, se puede paralizar el derribo o no. Queremos creer que nos apoyen, porque la esperanza no se pierde, pero ya no sabemos qué hacer”, lamentan. Y es que, hace unas semanas mantuvo una reunión con el nuevo concejal de Urbanismo, Ángel Quintana, en la que se encontraba el anterior edil, Antonio Fernández, en la que “me dijeron que no querían que mi casa se tirara, pero no hacen nada, por lo que me veo indefenso, porque el Ayuntamiento tiene que dar un razonamiento al juzgado, y no hacen nada”.


Y además, recuerda que en 2015 hubo un acuerdo plenario, en el que los 25 concejales estuvieron de acuerdo en dar su apoyo a este vecino, documento que se tendría que haber remitido al juzgado, cosa que no se ha hecho. “Y el juez nos dice que el interés de no derribar no puede ser solo de los vecinos”, de ahí que necesiten que el Consistorio también muestre ser contrario a esta decisión, para que ésta tenga peso suficiente para que no se desarrolle el derribo. “Pero si nos encontráramos con políticos con sensibilidad y que saben que están ahí para ayudar a los ciudadanos, pero no tenemos esa suerte”.


“¿Por qué? Me pregunto y quien puede hacer algo, el Ayuntamiento, no me echa una mano”, todo “por el chantaje de un vecino, al que no quise responder”, lamenta. “Pero los políticos no mueven el caso con bastante vehemencia”.


Con todo, y aunque el cansancio se nota en los ojos de Llopis y la desesperanza cada vez es mayor, continúan sus intentos de hacer algo, porque no se queda con los brazos cruzados, a pesar de que lamenta que “no duermes, temes por lo que pueda pasar, te da ansiedad y esto te lleva a comer, a pensar”, y así todos los días, relata.

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