Es ya mítico el “Tranquilo, Jordi, tranquilo” que el rey Juan Carlos transmitió a Jordi Pujol la fatídica tarde del 23 de febrero de 1981, cuando Tejero ocupaba el Congreso con la intención de dar un golpe de Estado. El grito que lanzó Pujol desde el balcón de la Generalitat, cuando lo acusaban por sus primeros pinitos de corrupción con Banca Catalana, fue menos mítico: “Sí, somos una nación, somos un pueblo, ¡y con un pueblo no se juega!”, respondió a los clamores entusiastas de la multitud -“¡Somos una nación!”- , que evidentemente no creía lo investigado por los fiscales catalanes. El manto nacionalista tapó la corrupción. Fue el principio de un “modus operandi” que duró años.
Pujol estuvo 23 años al frente de Cataluña y va camino de restaurar su imagen porque no ha sido demonizado por la sociedad catalana, a pesar de las irregularidades económicas de toda su familia. Confesó que todo su patrimonio era de una herencia no declarada en su momento, pero las tropelías económicas conocidas indican otra cosa, como el ingreso de 307 millones de pesetas en Andorra en el año 2000 y otros ingresos en efectivo, sin hablar de sus hijos condenados por negocios ligados a la gestión paterna. Ya se sabe lo que significan los ingresos en efectivo. Ahora otro caso de aún mayor cuantía se ha descubierto en Andorra. Nueve millones de euros, correspondientes a comisiones logradas por Eduardo Zaplana, exministro, aguerrido exportavoz parlamentario y expresidente valenciano. Su nacionalismo aznarista era también culto al dinero, la nación con más imán del mundo.
La última confesión de Pujol está en sus memorias. Se distancia del independentismo manifestando que él nunca lo fue y que el desencanto entre Cataluña y el resto de España está en la campaña furibunda contra el Estatut de 2006. El nuevo, “en ningún caso podría quedar por debajo del Estatut que aprobó el Parlament y que ratificó el Congreso”, señala como camino de acercamiento. Luego llegaron las campañas de firmas -como ahora- y el Tribunal Constitucional. Piensa que la confrontación ha sido mala para todos y que el independentismo no es bastante fuerte para conseguir la independencia, pero sí para crear un problema muy serio a España. Junqueras hoy certifica el mismo camino de abandono de la unilateralidad para alegría de todos los que quieren un acuerdo.