Karlsruhe, en Baden Württemberg, acogerá hasta el martes el congreso de la CDU, lo que da a la cita carácter de preámbulo ante la que se considera prueba de fuego para Merkel, las elecciones regionales en este estado del suroeste alemán, feudo del partido.
Merkel se someterá a su reelección, dos años después de verse ratificada en el cargo por un 95 por ciento de los delegados en el congreso de Stuttgart, en ese mismo Land, lo que inevitablemente invitará a medir el nivel de aprecio de sus filas en función de ese porcentaje.
La canciller no tiene, hoy por hoy, quién la desafíe en su liderazgo, ya que sus grandes rivales internos, los ex barones regionales Roland Koch y Christian Wulff, pasaron a la empresa privada, el primero, y la Presidencia del país, el segundo.
Junto a su ratificación se espera una cómoda elección de tres vicepresidentes -Ursula von der Leyen y Norbert Röttgen, ambos miembros de su gobierno, más Volker Bouffier, primer ministro en el estado de Hesse-, lo que la rodeará de políticos leales a su línea.
Pese a ese aparente paisaje de calma, Merkel deberá emplearse a fondo para que su reelección sea algo más que un trámite regular.
Las aguas de la CDU están revueltas, puesto que ni la bonanza económica de Alemania, revalidada como locomotora económica de la Eurozona, ni su imagen de "canciller de hierro" en el exterior van acompañadas de una buena coyuntura entre su electorado.
Desde hace meses, los sondeos no dan la menor oportunidad de reedición a su alianza de gobierno con el Partido Liberal (FDP) y desde las bases se la insta a reconducir el partido a su ámbito natural, la derecha.
Merkel, a quien en su primera legislatura se atribuyó un efecto contagio de sus entonces socios socialdemócratas, debe retomar ahora el tono conservador en temas como la integración de los extranjeros y la defensa de la sociedad de raíz cristiana como "cultura de referencia" en Alemania.
La canciller no se ha tomado a la ligera los mensajes llegados de sus filas, pese a darse por segura su reelección.
La cita en Karlsruhe, a la que acudirán alrededor de un millar de delegados, ha ido precedida por siete conferencias regionales en octubre, en las que ha hablado ante 13.000 miembros de sus bases.
Merkel ha demostrado así que se toma tan en serio a sus filas, pese a no tener que luchar contra una competencia interna, como a su profusa agenda de cumbres internacionales.
La perseverancia es característica intrínseca de Merkel -y una de sus bazas para el éxito, junto a su capacidad para dejar en ridículo a quienes subestimaron en el pasado sus dotes de líder-. En Karlsruhe aspira a recoger los frutos de su gira regional.
Marcará ahí las pautas ante los comicios de Baden Württemberg de marzo de 2011, unas elecciones que perfilan cuesta arriba para la CDU y que podrían catapultar a los Verdes -quienes el próximo sábado celebran su congreso en ese mismo Land- como fuerza emergente en tiempos de crisis para los grandes partidos tradicionales.
Sobre el congreso de la CDU planeará asimismo el fantasma de una remodelación de gobierno o substitución del hombre fuerte de Merkel, Wolfgang Schäuble, ministro de Finanzas.
La canciller desmintió categóricamente su relevo en la pasada cumbre del G-20 en Seúl, al dispararse los rumores en ese sentido tras la dimisión del portavoz de Finanzas, Michael Offer, al que el ministro reprendió y humilló en público con toda acritud por no haber repartido unos comunicados de prensa.
Schäuble, en silla de ruedas desde 1990 por un atentado en un mitin, ministro ya en tiempos de Helmut Kohl y antecesor de Merkel en la presidencia de la CDU, arrastra las secuelas de la agresión sufrida 20 años atrás.
En el último año ha sido ingresado repetidamente para tratarse unas lesiones no superadas y, pese a su gran agilidad mental, se le considera al borde de la resistencia física.