Hoy viernes termina parte de la historia más reciente y nocturna de esta ciudad. No se han puesto de acuerdo, pero lo parece. Dos de los bares más conocidos y emblemáticos de la ciudad echarán la persiana para siempre. Al menos, tal y como se conocen en la actualidad. Uno de ellos, el bar de la cultura, El Perro Andaluz. El otro, el bar de los activistas más a la izquierda, el bar Las Sirenas.
Los motivos de uno y otro cierre son diferentes, pero para los parroquianos de ambos garitos la sensación de perder un rincón de sus vidas será semejante. El Perro Andaluz, referente cultural de la ciudad, cierra porque uno de sus dueños, Luis García, ha decidido marcharse a Venezuela, un cambio de vida. El Sirenas, que funciona como cooperativa, se ve obligado a cerrar porque el contrato de alquiler se acaba. Un adiós forzoso.
Surrealimos entre copas
El miércoles por la noche los clientes más allegados al bar, los que tienen la barra del Perro como su segundo hogar, para algunos el primero, preparaban la fiesta que pondrá fin a 18 años de historia. Entre varios de ellos instalaban una cama en medio del bar "porque en la decoración original había una cama", explicaba Luis, con una sonrisa. La decoración de su bar, al igual que la película de Buñuel, gira en torno al surrealismo. De hecho en su barra se puede leer una frase del Manifiesto Surrealista de Andrè Bretón que dice: “El Surrealismo reivindica para la vida despierta una libertad parecida a la que tenemos en el sueño”.
Antonio es cliente desde que tenía 27 años. Ahora tiene "cuarentaitantos". Asegura que por el momento no está triste, aunque cuando lleguen las últimas horas la cosa cambiará.
Cine, teatro, recitales de poesía, videoproyecciones, subastas de arte, pintura en directo... son algunas de las actividedes que se han desarrollado a lo largo de los 18 años de historia del Perro, lugar preferido para el gremio de actores de la ciudad. También de políticos. Y de noctámbulos. "Creo que la ciudad no ha llegado nunca a entender muy bien este bar", asegura García mientras apura un chupito ¿de tequila? con hielo. El Perro ha superado varios cierres por parte del Ayuntamiento "porque no tenía licencia para conciertos". También un incendio. "En poco más de veinte días el bar volvió a estar listo con la ayuda de los clientes", explica. "Es imposible resumir estos 18 años, imposible".
El cierre no es definitivo. El Perro se traspasa. Dentro se queda el cuadro con Buñuel, Lorca y Dalí. Las butacas del años 1932, de la fila 5, del Lope de Vega. El piano, el confesionario, el sofá sin patas, cuadros y millones de recuerdos. Fuera se quedarán los parroquiana con la sensación de que nada en el Perro volverá a ser lo que fue.
Las Sirenas
Con el cierre del bar Las Sirenas la Alameda se queda huérfana. O tal vez el Sirenas ya se quedó huérfano de Alameda cuando desapareció el albero. "Debajo de los adoquines está el albero" se leía una vez en una pintada efímera. Son más de diez años dando cañas. Y caña. Porque el sirenas ha sido el bar de los movimientos sociales de la ciudad. Bueno, de parte. Del movimientos más alternativos, de los políticos más a la izquierda.
Funciona como cooperativa y ha dado trabajo a decenas de personas. Ha sido clausurado por la policía muchas veces, también sitiado. Ha sido foco de lucha, también de exposiciones, conciertos. Lugar de refugio de Punkis, hjippis o skin-red. Refugio de luchadores que buscaban un trago tras interminables horas de asamblea.
Sevilla se queda huérfana de bares. De dos garitos que no volverán a existir porque, simplemente, son irrepetibles, como todo lo que hace historia.