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Los aplausos

Y mientras todo esto ocurre en nuestro país, los suyos le aplauden. España no está para aplausos, el país está peor que nunca

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Comparto la misma indignación que han sentido miles y miles de españoles cuando el miércoles en el Congreso de los Diputados desde la bancada del PP se partían la manos aplaudiendo la intervención del presidente Rajoy, justo cuando acababa de anunciar que va a reducir el subsidio a los parados, eliminar la paga extra de Navidad a los funcionarios y subir el IVA. El entusiasmo con el que los correligionarios del PP apoyaban a su jefe fue un espectáculo bochornoso y sigo preguntándome - imagino que el resto de los mortales- a qué respondía tanto fervor cuando estamos asistiendo estupefactos al mayor retroceso que ha experimentado nuestro país en democracia. 

No valen excusas, ni lo de la cacareada “herencia recibida”, ni siquiera nos vale ya que el propio Rajoy reconozca sin una pizca de pudor que engañó a sus electores, con un rosario de promesas que no está cumpliendo. Prometió que no iba a subir los impuestos y en apenas seis meses nos sube el IRPF y el IVA; prometió no abaratar el despido y aprueba una reforma laboral que permite echar a la gente a la calle por dos duros; prometió no reducir el sueldo a los funcionarios y les quita una paga extra; dijo que no iba a tocar a los parados y les recorta las prestaciones por desempleo; congela el Salario Mínimo; elimina la Renta de Emancipación para los Jóvenes; reduce a la mínima expresión la Ley de Dependencia; se  comprometió a no aplicar el copago sanitario y ya hay que pagar por las medicinas; prometió medidas para crear empleo y lo que está haciendo es propiciar aún más la recesión, con una mayor caída del consumo y de la actividad económica.

Y mientras todo esto ocurre en nuestro país, los suyos le aplauden. España no está para aplausos, el país está peor que nunca. Y no es hora de buscar culpables, sino de asumir  responsabilidades y, por supuesto, tomar decisiones. Pero no se lleven a engaño, las decisiones económicas que toma el Gobierno no son impuestas desde Europa, como nos quieren hacer creer, sino que responden a decisiones puramente ideológicas. Y el ejemplo más claro lo tenemos en Francia, donde su presidente, el socialista Françoise Hollande, en lugar de pedir sacrificios a los trabajadores, a los parados o los pensionistas lo que ha hecho es pedirlo a los que más tienen, a las grandes fortunas, a los mismos que en nuestro país “premian” con una amnistía fiscal. Desgraciadamente nos están abocando a un país de pobres y ricos, a un país donde las diferencias de clase van a ser más acusadas que nunca. Nos están llevando a la ruina y al desasosiego total. Y mientras tanto desde el PP aplauden.

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