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Jerez

“El recuerdo a mi mujer me ha hecho aceptar el título”

“Jerez está descompuesto, pero tiene mucha alegría y con alegría las cosas se ven mucho mejor. Hay que pensar que saldrá adelante”

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  • José Torreglosa delante del que ha sido su séptimo taller de mármol. -

Más de cincuenta años en Jerez. Empresario, cofrade y solidario. Amigo de sus empleados “que son uno más”, hecho a sí mismo pero recordando a aquellos que le dieron el empujón como “Federico Mantaras”, José Torreglosa es una ejemplo de vida.

—Usted es de...
— Sevilla
—Y llegó a Jerez.     
— Tengo 74 años y me vine aquí con 18, hace cincuenta y cinco o cincuenta y seis años.
—¿Se vino con su familia, con sus padres?
— No, vamos a ver. Yo  empecé a trabajar con 8 años en Sevilla. Con 17 años me mandaron a Madrid, a  Navacerrada, a hacer una obra del Ejército del Aire. De allí mi jefe me envió a Lebrija, a hacer la Caja de Ahorros, y de Lebrija a Jerez a hacer el primer bloque de Urbis en la Avenida, donde ahora está el hotel. Siempre hablando, claro está, del mármol que ha sido lo mío desde los 8 años...  
—¿Y de la obra de Urbis ya se quedó en nuestra ciudad?   
— Le sigo explicando. Estando en la obra de Urbis me vio el arquitecto José María Pérez de la Mata, que en paz descanse, y le dijo a Federico Mantaras que procurase que me mandasen de marmolista a la obra de Caja de Ahorros en la plaza del Arenal. Tendría yo unos 19 años cuando se hizo ese edificio. Y en aquel entonces, el difunto Federico Mantaras me dijo que por qué no me establecía. ¿Pepito tú por qué no te estableces? Y le dije que para eso hacía falta mucho dinero. Me contestó que él dinero no me podía dar pero que el trabajo no me iba a faltar. Hablé con mi madre, ya que  yo tenía el pensamiento de establecerme en Sevilla, y me dijo que con las perritas que yo tenía ahorradas y lo que ella pudiese tener que marinero que no se embarca no se marea. Entonces hablé con mi jefe, Antonio Martínez Pardo, que era un caballero, o al menos siempre lo fue conmigo, y me dijo que la liquidación no me la iba a dar, porque no quería que me fuese, pero que yo midiese las obras, se las llevase, él me las cortaba y cuando cobrase le pagase. Y así monté mi primer taller en la calle Rodrigo de León.  
—¿Rodrigo de León?      
— En San Agustín. Lo monté donde había una chatarrería, después compré el local de Enrique Martínez, que trabajaba con las motos y las bicicletas. Luego compré una bodeguita que había detrás y, a última hora, le compré a Manuel Abad la finca entera y, después, me vine a El Portal, a una nave que había enfrente de donde ahora nos encontramos. Este es el séptimo taller que he hecho.   
—Es que desde que tenía 19 años...
— Fíjese, entonces yo estaba arreglando los papeles para librarme del servicio militar por hijo de viuda.   
Es toda amabilidad. En su despacho “estoy jubilado pero puedo venir aquí al despacho, donde me distraigo” rodeado de cien y un detalles  que le han ido ofreciendo a lo largo de su vida. Agasajos profesionales,  homenajes cofrades, ha sido rey mago y con especial orgullo enseña el pergamino, que está sobre una de las cuatro abarrotadas paredes, que le regalaron sus trabajadores que le hicieron un homenaje recientemente. 
— Ahora mismo tenemos dieciocho trabajadores, pero hemos llegado a tener veinticinco y a cual mejor. Ya se me han jubilado dos. Uno de ellos entró como aprendiz y se ha jubilado en la empresa. Entró con 12 años.  
—Eso se llama fidelidad del trabajador a la empresa y de la empresa al trabajador.     
— Ahí tiene carteles de ellos, me han dado un homenaje y no sé por qué. Yo no he sido nunca un jefe, sino uno más del equipo. Hay viernes que me cuesta el dinero, porque son unos canallas (ja,ja, ja...). Me llaman y me dicen Pepe vamos a tomar un cafelito y se meten en el bar v cuando yo llego ya se han tomado dos o tres whiskyes y yo me tomo mi café, porque no bebo otra cosa, se hacen los remolones y me toca a mí pagar.  
José Torreglosa rezuma humanidad por todo su cuerpo. Llegaba de desayunar y se encontraba a gusto. No era una entrevista, era una conversación distendida, agradable, amena, cordial y sincera en una mañana otoñal que aún no hace adivinar esa primavera que, desde hace ya muchos años, tiene un especial carácter para el futuro hijo adoptivo de Jerez por su vinculación al mundo cofrade.      
— Mi Soledad de mi alma. Levo ahí casi 25 años. Es que las cosas que me pasan a mí no le pasan a nadie.Yo entré en la Hermandad con un contraguía que era Cristóbal Rey, ya también fallecido. Era albañil. La sala de juntas estaba chunga  y me pidió presupuesto para arreglarla. Le dije que cómo me iba a pagar si las hermandades estaban tiesas. Entonces le propuse que él pusiese los andamios  y que así él y yo fuésemos por las tardes y arreglásemos la habitación, una sala de juntas que es linda. Pero de la noche a la mañana el que era hermano mayor, Julio Núñez, un encanto de hombre, me dijo que yo iba a ser el teniente hermano mayor. Yo no conocía el tema pero tuve que aceptar y después me dijeron que me presentase a hermano mayor. Y no quería, pero me explicaron que se iba a presentar uno que no iba mucho con las creencias y pensé que eso no podía ser, que era una locura y así entré de hermano mayor. He estado casi doce años de hermano mayor y otros cuatro de teniente y lo dejé porque mi mujer se puso mala, se me fue desgraciadamente y no tenía ganas de jaleo. 
— Pero ahora vuelve a estar en la junta.  
—Está en lo cierto. Me han vuelto a meter, con Álvaro de la Calle. Es un encanto Álvaro. Se necesitaba ayuda, me cogió mi compadre, que es el capataz, y volví a la junta. Álvaro fue teniente hermano mayor de mi última junta y dí el paso y ahí estamos echando una mano. La iglesia está preciosa. ¿Ha visto la torre iluminada? Pues ahora vamos a iluminar toda la iglesia. Ya tenemos el visto bueno.
— ¿Esa entrada en el mundo cofrade fue la que dio paso a esa faceta solidaria que, de alguna manera, es la que le va a llevar a recoger el título de hijo adoptivo?    
—Mire, yo hago cosas que no quiero que se entere nadie.      
— Pero todo el mundo lo sabe
—Y no sé cómo ni por qué. Hago cosas, desde siempre, que ni mis hijos se enteran y si se enteran es por fuera, no porque yo se lo diga.
—¿Esa obra solidaria por qué caminos va?
—Si le digo la verdad, con todo. Esto parece la casa de Jesús. Como ejemplo, vino una señora, María, una vez para que le pagase el recibo de la luz. Le di el dinero y a los dos días volvió porque se lo había gastado  y no había pagado el recibo. Me dejó el recibo y ya me lo deja todos los meses. Mando al escribiente a que lo pague porque si no se lo termina gastando en otras cosas. Y es que hay muchas necesidades. Y yo tampoco puedo demasiado porque los negocios no andan bien. Los negocios están fatal porque no se gana.
—La realidad es que la situación es muy mala en todos los sentidos.  
—No se gana. La construcción la han quemado. Yo gracias a Dios he ganado dinero, he montado siete talleres, el de ahora es un taller de una vez..., pero hoy no se gana. Y además los palos que se reciben, porque a las empresas les han dado por presentar la suspensión de pagos, los concursos de acreedores que son un cuento chino, porque de eso no se cobra nada. Tengo una suspensión de pagos de cuando Felipe González estaba en el poder. Colomina y Serrano, que era una empresa modelo, hizo el Hospital de Cádiz y dijo el señor Felipe que ya no pagaba más porque aquello era de Franco. Yo que tenía que ver con Franco. Colomina y Serrano era maravillosa pero como no pagaban...Me tiene  que devolver Hacienda el tráfico de empresas y llevo quince años esperando.   
— ¿A qué cree usted que se debe esta crisis?
— A que la construcción iba muy ligera. Los bancos no es que no tengan dinero es lo que tienen metido en el ladrillo. ¿Cuántas obras hay paradas? Los bancos han dado hipotecas, préstamos..., lo tienen todo invertido.    
—¿Y qué solución le ve?
—Yo creo que tienen que pasar un par de años. Yo no soy político, no soy de ningún partido, como yo digo no soy ni del Betis, pero se deberían poner de acuerdo los dos grandes partidos para sacar esto adelante y no tirarse los trastos uno a otro. Decir vamos a levantar el país entre los dos, pero el uno con una cosa y el otro con otra y seguimos siempre igual.      
— ¿Y Jerez?
—Jerez era una preciosidad. A la difunta de mi madre le encantaba andar por Jerez. Yo vivía entonces en Vallesequillo y mi madre, que tenía setenta y tantos años, se venía andando hasta la calle José Luis Díez para comprar cupones. Le encantaba pasear por esas calles tan limpias, ver cómo vestían las mujeres, que tenían una gran elegancia...La realidad es que Jerez se ha descompuesto y el plan de las bodegas es una pena. Los cascos que había en el centro y se han tirado, una verdadera pena.
—-Es que ya ni se bebe jerez       
—Pero tampoco han sabido hacerlo, venderlo. Mira que tener un monumento a Michelín. Ponga un Tío Pepe con una venencia y en la otra rotonda un arrumbador. No hay nada sobre el vino en las calles de Jerez. Va uno a Montilla y está lleno de reseñas del vino. 
—La caída del mundo empresarial vitivinícola también ha debido tener culpa de esa descomposición de la que usted que habla.
—Lógicamente. Aquí se vivía de las bodegas y se han ido muchas empresas, se ha quitado mucha gente de enmedio. Por quedar si acaso quedan dos tonelerías. Y como no hay fábricas, la verdad es que como no se espabile no sé a dónde va a ir a Jerez.    
—¿Pesimista entonces sobre el futuro de Jerez?   
—No, hombre. Hay que tener ánimos, si no... Jerez es muy bonito, tiene mucha gracia, es muy simpático. Tiene alegría que es lo mejor, porque con alegría todo se ve muy distinto. Tiene que levantarse. Quiero mucho a Jerez. Estoy muy contento en Jerez. Ni me podía imaginar que me iban a querer como me quieren. No hace mucho la Policía Nacional me impuso la medalla de oro de la Asociación Santo Ángel y no sé las razones, como tampoco sé por qué lo del nombramiento de hijo adoptivo. No sé si me lo merezco.   
—¿Cómo recibió la noticia?
—Con mucha alegría. Lo acepto porque no tengo más remedio, pero la que quería que me hiciesen hijo adoptivo era la difunta de mi mujer. Mi mujer era muy jerezana y yo me metía mucho con ella. Ella siempre me decía “papá por qué no te hacen hijo adoptivo con las cosas que tú haces”. Yo le respondía que yo era un simple marmolista, que cómo me iban a dar ese título. Lo voy a aceptar, sinceramente, por ella, por su recuerdo, por las ganas que tenía. Yo me acuerdo de ella todos los días. No hay día que no llore recordándola. Era una gran señora. Era de la familia Sánchez Carpintero, de la calle Pollo.
—-¿Quién le llamó?
—La secretaria de la alcaldesa para que no me enterase por la prensa, como me pasó cuando me nombraron rey mago, que me enteré por ustedes. Uno decía que era Melchor, otro que Gaspar... 
—¿Y para los salesianos que es usted? Porque también está muy vinculado a la Orden que crease San Juan Bosco.        
—Soy antiguo alumno. El poquito tiempo que estuve en el colegio. Salía de trabajar a las 5 de la tarde y estaba hasta las 10 de la noche en La Trinidad y a las 8 de la mañana otra vez a trabajar ya que mi madre se quedó viuda y yo no consentía que se fuese a limpiar. A mí la verdad es que no me gustaba estudiar, el oficio de marmolista sí. Mi tío era el encargado del taller de mármol de Martínez Pardo, en el Puente de Carmona, y ahí estuve. Fui un aprendiz aventajado y cuando me mandaron a la obra de Madrid cobré la paga de los 21 días. Era ministro de Trabajo  Girón de Velasco y me regaló un pantalón americano.  ¿Dónde está el andaluz ?, decía. Es que había una  monja, sor Loreto, que era de Dos Hermanas, nunca la olvidaré ya que era muy graciosa y hablaba mucho con ella. El arquitecto me veía muy delgado, y además vestido de negro más delgado aún. Me regalaron 25 mil pesetas  cuando terminé la obra.
—Esa obra que le terminó trayendo a Jerez.
—Fíjese, en la obra de la Caja de Ahorros yo tenía a ocho o diez marmolistas a mi cargo y yo estaba por un sueldo. A veces mi madre tenía que empeñar las alhajas porque el dinero llegaba tarde desde Sevilla. Se enteró Federico Mantaras y me dijo que mi madre  no tenía que empeñar nada, que él me adelantaba el dinero y cuando llegasen las facturas me lo descontaba. Gracias a eso pude seguir. El empujón para salir me lo dio Federico Mantaras. 
— ¿Y su trabajo de ahora?
—No nos podemos quejar, el problema es el cobro. Lo que le comenté antes. Avisur, una emprea modelo en Jerez, ha presentado suspensión de pago y me ha cogido 30 millones de las antiguas pesetas. Eso no se cobra porque las empresas terminan desapareciendo y aparecen con otro nombre y lo atrasado se pierde. Primero cobran Hacienda y Seguridad Social, después los bancos y luego los obreros. Yo tengo cuatro o cinco suspensiones y no he cobrado de ninguna.
Tiene tres hijos, dos de ellos ya están en el negocio y el otro es abogado en Hacienda del Ayuntamiento de El Puerto de Santa María. Ve con optimismo el futuro de su empresa porque “afortunadamente está saneada y mi hijo me gana en fatiga a la hora de trabajar. Uno de ellos es aparejador y el otro lleva la contabilidad”.  Dice de sus hijos que “son un ramo de flores”, se considera “una persona normal, un marmolista”, se enorgullece del cariño de los jerezanos, de sus obras salesianas “como el azulejo a Don Bosco,  ahora en la llegada de su reliquia” o el primer altar del Santuario de María Auxiliadora que “lo dije un día y el director de entonces, Carlos Correas me tomó la palabra”, y está satisfecho de su gente “porque para mí el personal es uno más”,  
—Lo que echo de menos es la figura del aprendiz. En las escuelas taller no se aprende. Se aprende al lado de un oficial. Se lo he dicho a Trillo. Yo tendría aprendices, le pagaría, pero la Seguridad Social con el padre.
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—¿Y algún compañero?
—Siempre tuve grandes compañeros y tengo muchos amigos por toda España, que me piden que los visite. Ahora no tengo excusas para no ir a sus casas y tendré que ir a echar un rato con ellos. La vida en ese sentido me ha dado muchas satisfacciones.        
—Es un tema valioso.
—Se da la circunstancia de que en una de las reuniones comarcales que hemos tenido en Almonte se ha hablado del tema, porque la hermandad matriz ha firmado un convenio con la Universidad Pablo Olavide de Sevilla para poner en orden y en valor todos los archivos históricos de la misma y quieren que las demás hagamos lo mismo.
—Habla de reuniones, asembleas, ¿va mucho el hermano mayor al Rocío? 
—Va bastante, lo que puede. Este domingo tenemos asamblea general de hermanos mayores.    
— ¿Y la casa cómo está?  
—La casa está, y eso hay que alabárselo a la junta saliente, estupendamente. Hay gente que la cuida y está en perfecto estado de revista  
—¿Cómo está prevista la salida de Jerez? ¿Alguna novedad?
—Nos reunimos la  junta al menos una vez al mes y este año, yo que soy novato, me da un poco de miedo entretenerme, el tema de los horarios. Los fastos los prefiero a la vuelta. Ya hay un grupo de trabajo para ver si hacemos actuaciones especiales para la vuelta.          
—Tanto a la salida como a la vuelta Jerez se vuelva con la Hermandad.
—Estamos en el Pleno de Hermanos Mayores de la Unión de Hermandades y las hermandades de penitencia nos dicen que la Hermandad del Rocío mueve mucho. 
—¿Le hacen caso en el Consejo a las hermandades de Gloria?
—Hay que aspirar a que nos hagan más caso, pero es normal que se preocupen de la Semana Santa, que se vivía con mucha incertidumbre, pero que se ha saldado con un trabajo bien hecho, por lo que no me queda más que felicitar a Pedro Pérez, aunque tengo la sensación que, con la fuerza de las Hermandades, se podrían hacer más cosas. 
—Por ejemplo. 
—No sé, pero yo veo Santiago cerrado y a lo mejor podríamos hacer algo.
 es lo que es, pero el soniquete, el ritmo, es diferente en Jerez
—Un Jerez que se ha volcado con usted como antes hablábamos.
—Y no sé por qué. Eso sí, soy una persona muy de mi tierra. Soy así y tengo el privilegio de la la gente me quiere, habrá alguna a la que no le guste y a la que, sin querer, le haya podido hacer daño, aunque lo  dudo, aunque tampoco soy perfecta.
—Y un Jerez que le ha acogido y de donde parece que no se quiere ir.
—Me lo dice mi hija, que me vaya para Los Ángeles, pero no. Mire, he vivido en Italia, en Caracas, en Nueva York, pero yo me quiero quedar en Jerez, en mi tierra, aquí es donde más feliz me encuentro, rodeado de los míos, de mis hermanos, de mis sobrinos, de mis sobrinos nietos. Esa es mi fortuna, estar con mi familia a la que respeto y admiro.
—¿Cuándo la vamos a admirar otra vez en el escenario del Villamarta?
—Ahora mismo te digo que es imposible porque me tengo que cuidar, ya le dije que tengo que cambiar los hábitos de mi vida. Si hago ocho cosas corriendo, ahora tendrá que hacer tres y si llego media  hora antes a los sitios, ahora llegaré en punto. Dentro de unos años, siete u ocho, en un especial para gente mayor no descartado estar. Sería muy bonito estar con 70 ó 80 años sobre el escenario con un espectáculo.  
—Por cierto, si yo quiero donar en Cristina qué tengo que hacer.
—Allí en la unidad móvil hay un médico que  hace un reconocimiento visual, tensión y demás, pero sacan sangre también en unos botes independientes  para analizarlos. La sangre antes de ser utilizada se analiza y se comprueba si el donante está limpio o tiene alguna enfermedad. En este último caso se le llama, se le hacen otros análisis y se le informa.
—Es decir que se le hace un seguimiento al donante.
—Yo decía que ser donante era una forma de saber cómo estaba de salud. Yo era donante habitual cada mes o dos meses dependiendo de si daba plasma, plaquetas o sangre. Si es de sangre el hombre puede donar cada tres meses y la mujer cada cuatro. Si es plaqueta puede hacerlo cada día 20 días aproximadamente.
—Al margen de las salidas de la Unidad Móvil entiendo hay algunos actos concretos como los de la Hermandad de la Borriquita.
—La Borriquita o La Buena Muerta.
—La Buena Muerte es obvio.
—No es obvio. Antes de que yo estuviese en la hermandad, que ya hace años, se hacía la donación y yo mismo iba a donar. Las hermandades se preocupan de sensibilizar a sus hermanos para donar una vez al año.
—¿De dónde surge el donante?
—Creo que de escuchar o de haber tenido algún problema o de venir al Hospital  o porque alguien se lo ha comentado.
—O porque hayan tenido algún problema concreto con un familiar.
—Tampoco son tantos. Normalmente es un ciudadano al que un día le llega un panfleto o una octavilla y por ahí empieza. Son los menos, aunque también los hay, los que vienen arrastrados por un problema familiar.
La charla avanzaba sobre una realidad como es la Hermandad de Donantes de Sangre que ya va para cuarenta años de existencia,. En su momento llegó a coexistir con la de la Cruz Roja aunque finalmente ambas terminaron fusionándose.  Desde la fundación por parte de Ramón Guerrero, recientemente fallecido, “del que hemos seguido sus pasos. Luego se creó el Centro y nos unimos a ellos y les facilitamos toda la información. Antes la Hermandad estaba dentro del Hospital , pero viendo que cada vez se necesitaba más sangre se creó un departamento independiente para que se ocupase en exclusiva de las donaciones” muchos han sido los avatares de una Hermandad  integrada en el tejido social de Jerez..
—Pienso que está integrada, aunque no podemos estar todos los días dando la vara. La gente está sensibilizada con  el hecho de la donación, aunque no tanto como quisiésemos. Hay regiones que tienen más donaciones que nosotros y no es que queramos ser los primeros, como si de una competición deportiva se tratase, pero sí que fuésemos más solidarios, aunque los somos, pero los jerezanos sabemos como somos, y lo sé porque soy jerezano y por ello hay que pinchar mucho, insistir mucho.
—¿Cuánto tiempo le dedica usted a esto?
—Una o dos horas diarias, pero no me importa venir y hacer lo que se necesite y y si hay un día que no puedo aquí están todos dispuestos a echar una mano.
—¿Y la gente viene a donar de forma regular?
—Aquí en el Centro Regional de 10 a 2 por la mañana y de 5 a 8 por la tarde hay un médico y un enfermero que atienden. Igualmente se suele llamar a los donantes habituales cuando faltan plasma o plaquetas. Cuando yo era donante le decía a la enfermera, Gloria, que me llamase porque se me pasaba el tiempo.
—¿Por cuánto tiempo es la presidencia?
—Se elige por cuatro años, aunque cuando me iba a presentar expuse que sería por dos años y que luego ya se vería. Era un modo de presionar para presionar para que siguiesen colaborando.
Uno de esos colaboradores es Pepe Ramos que es quien en estos momentos lleva el coche “lo tenemos desde hace un año y lo consiguió Antonio Morales con una subvención de Cajasol y Diputación, ya que antes íbamos en nuestros coches particulares”. 
Hermenegildo dice que “el Hospital va bien, pero hacen falta más donaciones”     

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