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Jerez

Un encuentro mariano irrepetible, pero con más aristas de las deseables

Catorce imágenes participaron ayer en un inédito Vía Lucis

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Quedarán las luces y se olvidarán las sombras, pero nadie podrá negar de principio que el Vía Lucis mariano con el que las hermandades se sumaron ayer a la celebración del Año de la Fe tuvo casi tanto de lo uno como de lo otro. Y es que se alternaron momentos y estampas cercanos a lo sublime con otros que rayaron en la mediocridad. Es posible que uno de los grandes legados que queden de esta jornada sea la contemplación del misterio de la Adoración de los Reyes Magos que se venera en la basílica del Carmen sobre el canasto del Sagrado Descendimiento. Y no deja de ser curioso este hecho si se tiene en cuenta que, en su momento, fueron hasta dos las hermandades que rechazaron la posibilidad de encargarse de poner en la calle una escena que ayer fue objeto de encendidos elogios. Todo un resumen, quizá, de lo que ha sido la historia de este Vía Lucis.

Se recordará, para bien, la estética que rodeó al acto celebrado en la Alameda Vieja; las soberbias interpretaciones de la Capilla Musical Catedralicia que dirige Ángel Hortas -orquesta y coro-; y la belleza general del marco. Pero tampoco quedará en el olvido la frialdad con la que se desarrolló el mismo. En primer lugar, porque las sillas dispuestas en este enclave no se llenaron. En segundo, porque el poniente se encargó de evidenciar que la Alameda Vieja no es lugar para asistir al paso de las cofradías.

Jerez no se echó a la calle en masa o, quizá, no en la medida que se esperaba. Prueba evidente de ello es que el Ayuntamiento instó hace poco más de una semana a que todas las imágenes iniciaran el recorrido común en la Rotonda de los Casinos para que el público en general pudiera disfrutar del magno cortejo en una calle Larga diáfana de palcos y tribunas.

Pues bien, sin palcos ni sillas, las catorce imágenes que integraron la comitiva recorrieron una calle Larga semivacía. Y algo parecido ocurrió en la plaza del Arenal o en la Asunción, donde la Banda Municipal de Música de Jerez despidió a cada una de las imágenes una vez finalizado el recorrido oficial.

Sí se vivió un ambiente propio de Semana Santa, a la conclusión ya del Vía Lucis, en Tornería o Rafael Rivero, lugares por los que fueron varias las imágenes que iniciaban el regreso a sus templos de origen.

Quizá una de las claves de la frialdad con la que se vivió el tránsito del magno cortejo mariano fuera la absoluta ausencia de música, ya que todas las bandas debían retirarse en la Rotonda de los Casinos conforme las imágenes se incorporaban al itinerario común. De ahí que fuera después, ya de regreso a los templos, cuando la vuelta de la música viniera a realzar los traslados. 

 

Desde las diez de la mañana

La jornada arrancó a las diez de la mañana, con la apertura de ocho besamanos extraordinarios en otros tantos templos de la ciudad, los de Nuestra Señora del Mayor Dolor; María Santísima de la Amargura, Nuestra Señora de los Dolores, Nuestra Señora de la Estrella, María Santísima Refugio de los Pecadores, María Santísima de la Paz en su Mayor Aflicción, Nuestra Madre y Señora de la Soledad y Nuestra Madre y Señora del Traspaso. Además, permaneció abierta la parroquia de San Miguel y la capilla de Santa Marta, donde podían contemplarse los pasos todavía montados de las hermandades que tienen allí su sede canónica.

A los visitantes se les ofrecía una especie de cartilla (Luminaria) donde debían estamparse los sellos de cada una de estas cofradías. La iniciativa resultó ser todo un éxito, siendo miles los jerezanos y visitantes que completaron el recorrido.

Las primeras imágenes se echaron a la calle a eso de las cuatro de la tarde, apenas una hora después de que se cerraran los templos anteriormente reseñados.

A partir de ahí se iniciaría una sucesión de salidas, en una jornada que ya no finalizaría hasta la madrugada. Y poco antes de las siete de la tarde, María Santísima de la Concepción alcanzaba la Alameda Vieja, iniciándose el Vía Lucis propiamente dicho. Las mayordomías de las cofradías participantes en este encuentro no habían dejado nada al azar, improvisando pasos inéditos. Así, la Virgen de la Concepción procesionó sobre el paso de la Hermandad de Jesús Cautivo de Chipiona, luciendo un soberbio manto de azul turquesa de Juan Manuel Rodríguez Ojeda propiedad de la Hermandad de la Calle Real de Castilleja de la Cuesta. Le acompañó la Banda de Música Fernando Guerrero, de Los Palacios.

La Virgen de Loreto procesionó sobre su propio paso, aunque desprovisto de la cruz. Además, la cofradía con sede en San Pedro quiso aludir a la coronación canónica de la Esperanza de la Yedra y al tercer centenario de la bendición de la Virgen del Desconsuelo. Por tal motivo, lució una corona de metal plateado de la Reina de la Plazuela y un manto de camarín azul de la dolorosa de San Mateo. La música la puso en esta ocasión el Orfeón Portuense.

María Santísima de la Salud y Esperanza, de la Hermandad de la Clemencia, encarnó la tercera de las estaciones. La mayordomía adaptó los respiraderos bordados del paso de misterio a la mesa del futuro paso de palio, incorporando además una hermosa peana cedida por la Hermandad de la Vera Cruz de Arcos. La Virgen lució un manto de camarín del siglo XIX de la Hermandad de la Piedad. Fue acompañada por la Banda de Música del Carmen, de Salteras (Sevilla).

La Virgen del Rosario, del Beaterio, fue protagonista de la cuarta estación, mostrando una estética similar a la de su procesión del mes de octubre. De regreso a la Catedral, le acompañó la Banda de Música San José Artesano, de San Fernando.

El Colegio de Abogados se encargó de poner en la calle a la Virgen de Consolación, copatrona de la ciudad que se venera en Santo Domingo. La comunidad de frailes dominicos había puesto reticencias a que la imagen participara en el Vía Lucis. Tanto es así que la Virgen procesionó desprovista de su corona, así como del carro y los bueyes que completan su iconografía. Fue sin duda alguna uno de los grandes lunares de este histórico encuentro.

La sexta estación (Adoración de los Magos) fue encarnada por el nacimiento que se venera en la basílica del Carmen. Fue sin duda alguna una de las grandes sensaciones de la jornada. El paso contó con el acompañamiento de la Banda de Cornetas y Tambores de la Caridad y Amor. No menos llamativa fue la puesta en escena de la séptima estación (La Presentación de Jesús en el Templo), que tuvo como eje a María Santísima del Dulce Nombre. Procesionó sobre el paso del Señor del Prendimiento y contó con el acompañamiento de la Agrupación Musical Virgen del Refugio.

Santa María de la Paz y Concordia, la Virgen del Buen Suceso y María Auxiliadora de Montealto fueron las siguientes integrantes de una comitiva que entraba ya en su tramo final. Disfrutaron de los acompañamientos de la Banda de Música del Nazareno de Rota, la Banda de Música Pedro Álvarez Hidaldo de Puerto Real y la Banda de Música Ciudad de Conil, respectivamente.

Detrás, otra de las grandes sensaciones de la jornada, la Virgen de las Angustias, que procesionó sobre su paso habitual pero, sin la cruz, y sin el tradicional monte de claveles rojos. La dolorosa sería colocada en esta ocasión en su histórica peana, siendo el paso exornado con rosas blancas y rematado con los antiguos faroles de Jesús Nazareno. Después de muchas décadas contó con acompañamiento musical, proporcionado por la banda de Palomares, de Trebujena.

La Virgen de la Luz, de la Hermandad del Resucitado; Nuestra Señora de los Remedios y la Virgen del Carmen completaron el histórico cortejo. La Virgen de los Remedios procesionó sobre el paso de palio -sin palio- de la Hermandad de las Cinco Llagas, luciendo el manto rojo de la Virgen del Desamparo. La Banda Maestro Agripino Lozano, de San Fernando, fue la encargada de poner música.

La Virgen del Carmen fue dispuesta en la calle con una estética similar a la de su procesional anual del 16 de julio. La única diferencia vino dada por la presencia, tras su manto, de la Banda de Música Maestro Dueñas, de El Puerto, que sustituyó a la de Tejera, que ayer cumplía obligado compromiso en la Maestranza de Sevilla.

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