Hay tiempos especiales para mirar a Jesús, para sentirse sanado, salvado, comentaba el Obispo de Jerez, monseñor Mazuelos, en la entrevista que nuestro fraternal Información Jerez publicaba el pasado domingo. Decía que el Evangelio nos enseña mucho de lo que es la religiosidad popular, esa religiosidad popular que en Jerez se vive a diario en muchos templos, en muchas capillas, pero que especialmente se ilumina cada lunes de cada semana del año, sea verano o invierno, llueve o ventee, hago calor o frío, en la collación de San Juan a San Lucas.
El Cristo del Amor, el Señor Cautivo, el Cristo de la Esperanza, Santa Rita y Nuestro Padre Jesús de la Salud de las Tres Caídas. Río de fervores, por la mañana y por la tarde, de mujeres y hombres que miran a Dios cara a cara, que le piden a Dios por ellos, por sus gentes, por sus amigos, para que sus problemas de salud o, incluso, de dinero se solventen, que rezan hablando con Dios Nuestro Señor, que encienden un vela, quizá con el único euro que tenía para tomarse un café, o le ofrendan un ramo de flores.
Lunes del Amor, del encuentro con el Señor. Igual muchos de los que allí están cada lunes frente a El no han ido a misa el domingo. Pero sienten la llamada de Dios, saben que está para escucharles, para transmitirles esa luz que tal vez necesitan en sus vidas.
Son los lunes de un Jerez eterno que se transfigura cada Miércoles Santo en las largas colas de hombres y mujeres -que no solo es el Cristo del mujerío como le denominó hace ya muchos años en su pregón el entrañable Manolo Liaño- detrás del paso del Señor de Las Tres Caídas o que se hace presente cada Martes Santo cuando el Cristo del Amor y el Cautivo salen de la capilla de San Juan, aunque su cortejo, miren ustedes que todo tiene su por qué, parta del convento de Santa María de Gracia, donde mora la milagrosa santa Rita, tan visitada también cada lunes, o cuando el Señor de la Esperanza sale de la antigua iglesia castrense de San Juan de los Caballeros para abrir con el Lignum Crucis el Jueves Santo de Jerez