El número de menores inmigrantes que llegan solos a España por la costa andaluza se ha incrementado en un 240 por ciento, un volumen que ha colapsado los dispositivos de atención y que urge a buscar soluciones para que estos jóvenes no acaben siendo "carnaza" de todo tipo de redes.
En su mayoría son adolescentes que cuando llegan a España van a vivir a centros de acogida, porque, por ley, la administración debe proteger a todos los menores hasta que cumplan 18 años.
Al cumplir la mayoría de edad tienen que abandonar los centros de acogida de menores y, de un día para otro, ya no tienen derecho a estar bajo la tutela de una administración.
Es el momento en el que quedan en la calle, sin ningún recurso ni atención, con apenas un NIE temporal que la administración les facilita y que dice bien claro que ese papel no autoriza a trabajar.
"Hay un montón de gente que está perdida, sin techo ni comida. Salen del centro de menores y no tienen donde ir", dice a EFE Said El Jadid, de 19 años y que llegó a España siendo menor, después de haber estado tres días perdido en el mar a bordo de una "patera" de plástico pinchada con otros 27 inmigrantes, en un viaje por el que pagó 500 euros.
En ese viaje, casi muerto de frío y agarrado desde el agua a la cuerda de la balsa desinflada, pasó, cuenta, mucho miedo.
Llegó a Barbate (Cádiz) y estuvo en varios centros de menores de la Junta de Andalucía hasta que al cumplir los 18 años, le dijeron que ya no podía estar más allí. Y volvió a sentir mucho miedo.
"En ese momento entran en la clandestinidad. Hay un montón de niños en la clandestinidad. Eso significa que son carnaza para la delincuencia, para la prostitución, para los radicalismos. Por la edad que tienen son muy vulnerables a todo tipo de influencias. Y es la administración la que, después de acogerles, les ha dejado en la calle, sin casa, sin comida, sin papeles", cuenta a EFE Michel Bustillo Garat, de "Voluntarios por otro mundo".
Esta organización, como otras ONG, es una tabla de salvación para estos muchachos.
En Jerez gestiona tres pisos de acogida para 22 personas, aunque ahora viven 34 jóvenes inmigrantes que quedaron fuera del sistema de protección de menores.
En estos pisos forman entre ellos una nueva familia, se autogestionan y, con la ayuda de personas como Bustillo, salen de la calle y comienzan a vislumbrar un camino hacia el futuro que vinieron a buscar.
Es el caso de Said El Jadid o de su compañero de piso Acharaf Ayad, que, tras varios intentos, atravesó el Estrecho de Gibraltar y alcanzó la costa española siendo menor de edad agarrado a una tabla de surf que compró, con poco más que un pantalón corto.
"No tenía miedo del mar porque llevaba dos años trabajando con mi padre en la pesca. Mi sueño era llegar a España y cuando estaba en la tabla, remando con los brazos, sólo pensaba que quería llegar a España", cuenta a EFE este marroquí que tiene 20 años.
Ahora es una promesa del equipo de atletismo de Jerez, hace un curso de quiromasaje en Sevilla con una beca, habla con soltura español y ve más cerca el momento en el que podrá mantenerse solo y dejar sitio en este piso de acogida.
"No damos abasto", explica Michel Bustillo sobre la situación que tienen estos espacios y los que gestionan otras organizaciones similares en Andalucía después de un verano en el que se desbordó la llegada de menores en pateras.
De hecho la Dirección General de Infancia y Familia de la Junta de Andalucía ha habilitado desde junio más de 300 plazas para atender a estos menores, dentro de un Plan de Emergencia Extraordinario al que ha destinado 3.7 millones de euros.
La Junta, que actualmente tutela a unos 800 menores extranjeros no acompañados, ha reclamado al Gobierno central que, ante la gravedad de la situación, ayude a la comunidad en la atención a estos menores porque, como ha dicho la consejera de Igualdad y Políticas Sociales, María José Sánchez Rubio, Andalucía se está enfrentando a un problema que "trasciende a la propia Comunidad Autónoma, y es ya una cuestión del Estado".
Los 800 menores que ahora tutela la Junta cumplirán poco a poco 18 años y quedarán en la calle, a expensas del apoyo que puedan recibir de organizaciones sociales como Voluntarios por otro Mundo, que reclaman a la administración que extienda su ayuda a este colectivo, ofreciendo más pisos de acogida y posibilitando que el NIE que les da, les permita trabajar.
Porque lo que estos muchachos aseguran que no piensan hacer es volver a su país.
"Estar en la calle aquí es mejor que estar en la calle allí", dice Said El Jadid, que explica que volver sería reconocer que su sueño se ha truncado.
"Todo el pueblo se reiría de mí, les dirían a mi padre y a mi madre que no he aguantado, que no me merecía estar en España", reconoce.