Hace dos décadas que un grupo de padres de menores con algún tipo de discapacidad diagnosticada por un médico fundó Aproinla. Ha pasado el tiempo, el colectivo ha crecido, pero la misión sigue siendo la misma que les da nombre. Ayudas a insertar en el mercado laboral a aquellas personas que demuestran capacidades diferentes a las más comunes.
La crisis ha recrudecido las circunstancias, ya de por sí, complicadas para estas personas, muy perjudicadas por barreras externas y ajenas a ellos, y más mentales que físicas.
Aproinla ofrece, entre otros servicios, un centro ocupacional. Son talleres en los que los asociados reciben formación para adaptarse a un futuro puesto de trabajo.
Para hacerlo, el colectivo dispone de conciertos con la Junta de Andalucía y de subvenciones municipales para mantener su actividad, sufragada en parte por una cuota de 20 euros mensuales que abonan las 60 familias que actualmente aprovechan los servicios que ofrece esta organización.
En la sede, ubicada en Ciudad Jardín, disponen, entre otros cursos, de uno de serigrafía y de otro de empaquetado. En ambos, monitores destacan la disciplina y la ilusión que caracteriza el trabajo de sus alumnos. Por cierto, que hay alguno que tiene ya bastante claro a qué quiere dedicarse.